Argentina. Los versos del colonialismo:
Depredación con represión
Por: PRENSA RED
Por: PRENSA RED
Como ya reiteradamente venimos denunciando[1] el nuevo ciclo de extractivismo
neocolonial que se cierne sobre nuestro país (y que con sus matices, se
extiende por toda nuestra América), se sostiene a su vez sobre la perversa
articulación sistemática entre depredación y represión.
La cobertura progresista que la retórica
oficialista otorga al proceso no alcanza a disimular ni soslayar la intensidad
de las violencias que los imperativos del extractivismo neocolonial ejercen en
carne viva sobre cuerpos y territorios.
De un lado, la siempre necesaria reivindicación
de la memoria y los actos de estricta Justicia que se impulsan revisando y
abriendo las causas de las víctimas del terrorismo de estado en los ’70, se
tornan peligrosos recortes manipulatorios cuando el 'enfoque de los Derechos
Humanos’ soslaya las violaciones del presente, no sólo desamparando a sus
actuales víctimas sino también ocluyendo la continuidad histórico-estructural
entre las violaciones de los ’70 con las violaciones del presente.
Las aludidas víctimas del presente se
multiplican en las comunidades campesinas y en pueblos originarios; las
poblaciones fumigadas y/o ‘cianuradas’, laceradas por el avance tanto del
agronegocio, la especulación inmobiliaria como por la voracidad
hidro-energética de pasteras y de mega-explotaciones mineras que son objeto de
permanente silenciamiento, segregación clasista y expulsión racializante: unas
y otras muestran la complementariedad estructural que articula represión con
expropiación.
Del otro lado, la retórica progresista se cubre
con el manto legitimatorio del crecimiento y el distribucionismo en tanto
ensoñación y fantasía social; las políticas oficiales de ‘redistribución del
ingreso’/asistencialización de la población, que se tornan en una perversa
maquinaria anestésica que ocluye la expropiación estructural sobre la que se
funda.
Como fase superior del neoliberalismo, el
extractivismo neocolonial precisa legitimarse aduciendo la necesidad de la
entrega sacrificial de nuestras fuentes de vida y energía como ‘condición’ para
financiar las ‘políticas de inclusión social’.
A inicios de 2012 todo este andamiaje ha sido
desnudado en su cinismo y en su violencia estructural con la irrupción de la
digna rebelión de los pueblos cordilleranos del NOA. Primero en La Rioja; luego
extendiéndose en consonancia y simultaneidad cronológica y política por
Catamarca, Tucumán, Chubut, Río Negro, Mendoza, etc., entre un sinfín más de
comunidades cordilleranas afectadas y/o amenazadas por la mega-minería
transnacional a gran escala, se levantaron para decir ¡Basta! La Cordillera, en
sus múltiples localizaciones, ¡No se tocan!
Una vez más las interdicciones colectivas
rayaron la cancha, pintaron los límites, establecieron sus propias fronteras.
Con férrea decisión, el No al extractivismo minero puso coto a la voracidad
colonial, en sus actores transnacionales y sus cómplices locales.
Sendos bloqueos están parando desde los primeros
días de este nuevo año proyectos de exploración y/o de explotación minera: En
Alto Carrizal, Famatina, parando a la Osisko Mining Corp. ;
en Belén, Santa María, Amaicha del Valle, y Tinogasta vecina/os agricultores,
docentes, miembros de pueblos originarios, artesanos están parando los camiones
con insumos a Minera Alumbrera, maquinarias para el proyecto Agua Rica y hasta
provisiones de explosivos destinados a la Barrick Gold en San
Juan.
Esta saludable rebeldía colonial de los pueblos
puso al desnudo las múltiples violencias que tejen el orden de dominación
vigente: el aparato represivo del Estado, a través de policías provinciales,
gendarmería, fiscales y oficiales de Justicia, mostraron sus reflejos cipayos
ordenando detenciones, acciones de amedrentamiento y acoso judicial, hasta que,
en su punto más álgido, ejecutaron el violento desalojo y la detención de 20
manifestantes en el bloqueo antiminero de Santa María.
El Fiscal Landívar, interviniente en el caso,
apeló según su propia interpretación a la flamante aplicación de la Ley Antiterrorista
recientemente sancionada, imputándolos por el art. 213 bis del Código Penal.
Los acontecimientos, esta batalla que es en
concreto contra el extractivismo minero y que es en el fondo contra el
colonialismo y la colonialidad, siguen su curso, en las calles, las rutas, los
calabozos y los juzgados.
Más allá de cómo sigan, lo fundamental ha sido
desnudado: el carácter estructuralmente necesario que articula, en el estado
actual, la violencia represiva con la violencia depredatoria. Represión y
depredación son las caras ocultas del progresismo del siglo XXI; progresismo
que, como tal, siempre ha sido irredimiblemente colonial.
Desde este espacio, saludamos con alegría y
esperanza las medidas de los pueblos que se plantan y reclaman frente a los
personeros del ‘destino colonial’. Enviamos nuestra adhesión y apoyo a estas
luchas, que son también propias.
Repudiamos enérgicamente el lamentable accionar
de las fuerzas represivas del estado; a todos aquellos que, más allá de las
‘exigencias de sus roles’ se prestan a ejercer la violencia material contra su
propio pueblo. Desde este espacio, nos sumamos al grito de
¡EL FAMATINA NO SE TOCA! ¡EL ACONQUIJA NO SE
TOCA! ¡LA CORIDLLERA
NO SE TOCA! ¡EL AGUA NO SE VENDE!
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