Movimiento indígena
ecuatoriano y elecciones.
Entre el espejismo del
simulacro
y la tentación del espectáculo.
Por Pablo Dávalos
Una de las virtudes del liberalismo es que hace desaparecer, en tiempos de elecciones, los conflictos sociales. La democracia se convierte en el escenario de mercadeo político, maquillaje de la realidad y la impostación de los discursos. La política se convierte en simulacro y espectáculo. En las elecciones, la democracia nace y muere en el voto. La aporía del voto como fundamento de la democracia, en realidad, expresa la alienación mercantil como fundamento del capitalismo. Entre la democracia como expresión del poder del pueblo y el ejercicio real de ese poder, media la representación política que nada tiene que ver con la democracia, pero mucho con el poder. Así, las elecciones generalmente permiten el recambio del poder pero no su crítica, ni su deconstrucción.
Es un curiosa paradoja de la historia que el
movimiento indígena ecuatoriano, uno de los movimientos sociales más lúcidos
del continente, y que ha forjado jornadas de resistencia muchas veces heroicas
contra el capitalismo, y que tenía absolutamente claro los contenidos reales de
la dominación política en las aporías de la democracia y las elecciones, en la
coyuntura electoral del año 2016-2017, sucumba a los pronósticos, se pierda en
el laberinto de las encuestas, arríe sus banderas de crítica radical al
sistema, y ceda las líneas rojas de su proyecto histórico.
Años después, y luego de haber sufrido la violencia del modelo de dominación política que emergió durante el gobierno de Alianza País (2007-2016), el movimiento indígena, de forma paradójica y contradictoria con sus principios, decide entrar en las elecciones abjurando de su ética política, cediendo los puntos más fuertes de su agenda de resistencia social y negociando pequeños espacios de poder con sus socios del momento.
En efecto, el movimiento indígena ecuatoriano que tenía todo por ganar en el escenario electoral ecuatoriano del año 2017, porque tenía la legitimidad de haber sido el movimiento social más tenaz y con mayor capacidad de resistencia y lucha social durante todo el periodo de Alianza País, decide subsumirse a la candidatura de un partido político que de izquierda sólo tiene el nombre: "Izquierda Democrática", bajo la bandera de un candidato presidencial, el militar retirado Paco Moncayo, que ha hecho de la ambigüedad y el pragmatismo la condición de posibilidad de su propio espacio político, y bajo una constelación de organizaciones políticas agrupadas bajo el nombre de Acuerdo Nacional por el Cambio, que es más un espacio de negociación de posiciones electorales que una real opción de resistencia social y construcción de alternativas.
Empero, las posiciones políticas de Moncayo
empiezan a emerger y entran en directa contradicción con el proyecto político
del movimiento indígena. De hecho, en varias declaraciones públicas, Moncayo ha
apoyado la política extractiva del gobierno de Alianza País y considera que de
ganar las elecciones continuaría el extractivismo minero y petrolero; también
ha declarado que no tendría problemas en negociar con el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, acuerdos de deuda externa y condicionalidad.
No solo ello, sino que Moncayo aceptó una alianza electoral con Jimmy Jairala,
líder del movimiento Centro Democrático, quien fuera acusado de corrupción por
los propios asambleístas del movimiento indígena Pachakutik y, hasta hace algún
tiempo, aliado incondicional del gobierno de Alianza País.
El movimiento indígena, que en otras
circunstancias habría sido radical con respecto a esas declaraciones y
alianzas, ahora guarda un ominoso silencio, se refugia en sus propios cálculos
electorales y considera que los acuerdos a los que ha llegado son más
importantes que la ética de su proyecto histórico.
Empero, todos los datos apuntan a que en las próximas elecciones la disputa del poder estará entre la derecha empresarial y el partido de gobierno, Alianza País. Así, la apuesta que hace el movimiento indígena por subsumirse detrás de
Las decisiones asumidas por el movimiento indígena son la sumatoria de una serie de desencuentros, conflictos internos, y desgarres profundos que demuestran los niveles de intervención en la organización social desde diversos sectores ajenos al movimiento indígena, así como sus propios liderazgos oportunistas y carentes de una visión histórica de largo plazo. Demuestran así la fragilidad de estos liderazgos. Demuestran que a veces el liberalismo es un laberinto sin salida cuando se pierde la brújula de la ética y
El movimiento indígena se enfrenta así a una de
las coyunturas más difíciles de su historia reciente, aquella de perder de
forma definitiva su partido político Movimiento de Unidad Plurinacional
Pachakutik, creado en la coyuntura de 1995-1996, o debilitarlo de tal forma que
se convierta en un actor marginal del debate político del Ecuador. Tal como ha
negociado su participación electoral al interior del Acuerdo Nacional por el
Cambio y con la
Izquierda Democrática , el espacio político que le han dejado
sus socios al movimiento indígena es tan pequeño que es altamente probable que
en las próximas elecciones el movimiento indígena no pueda cumplir siquiera con
los requisitos planteados por el Código de la Democracia para su pervivencia
política.
Fuente: http://www.lafogata.org/16latino/latino11/ecua.13.1.htm
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