CONICET: Tecnocracia o
Ecología de Saberes
1 de marzo de 2017
El conflicto en torno
al CONICET se desató en diciembre frente al anuncio de la reducción en el
número de ingresos a la carrera de investigador. Sin embargo, las últimas
novedades refuerzan un diagnóstico: no se trata de un mero ajuste económico,
sino de un recorte ideológico de qué se puede investigar en el organismo. La
política de priorizar los llamados "temas estratégicos" pone en
evidencia la visión del Ministro de Ciencia, Lino Barañao, de apoyar las
tecnociencias -como la biotecnología- cuyas utilidades se derivan al modelo extractivo y en particular al
agronegocio.
ANÁLISIS
Por Eduardo Soler
En la última protesta
protagonizada por Jóvenes Científicos Precarizados (JCP) en las puertas del
CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) -el 15 de febrero, durante la
reunión del Directorio- se escucharon por primera vez cantos que asociaban la
figura del ministro Barañao con Monsanto. La vinculación también había
aparecido una vez en las alocuciones de la última asamblea que decidió levantar
la toma del Ministerio, el 23 de diciembre. En aquel entonces, desde los
"afectados" directos por el recorte, se solicitó quitar del acuerdo
su posible incorporación a empresas privadas, en tanto que esto podía resultar
una transferencia directa a corporaciones como Monsanto.
Sin embargo, la consigna lanzada en aquel momento presenta dos puntos de vista. Por un lado, la denuncia a la política del Ministerio de privatizar o subsidiar indirectamente el presupuesto público en el sector de "investigación y desarrollo" de grandes empresas transnacionales. Por otro lado, el hecho de que parte de las investigaciones realizadas en el CONICET pudieran ser útiles para fines como la expansión del agronegocio. Se trata, por supuesto, de una tensión ya existente, en tanto hemos publicado en este medio la intervención directa del Ministro Lino Baraño, desde el año 2008, en frenar las investigaciones críticas sobre la inocuidad del glifosato (agroquímico patentado por Monsanto) lideradas por Andrés Carrasco.
Sin embargo, la consigna lanzada en aquel momento presenta dos puntos de vista. Por un lado, la denuncia a la política del Ministerio de privatizar o subsidiar indirectamente el presupuesto público en el sector de "investigación y desarrollo" de grandes empresas transnacionales. Por otro lado, el hecho de que parte de las investigaciones realizadas en el CONICET pudieran ser útiles para fines como la expansión del agronegocio. Se trata, por supuesto, de una tensión ya existente, en tanto hemos publicado en este medio la intervención directa del Ministro Lino Baraño, desde el año 2008, en frenar las investigaciones críticas sobre la inocuidad del glifosato (agroquímico patentado por Monsanto) lideradas por Andrés Carrasco.
En
ese marco, Barañao llegó a afirmar que “no está probado" que el glifosato
sea perjudicial a la salud, como denuncian los pueblos fumigados. Y declaró
incluso: "Hay gente que se ha tomado un vaso de glifosato para suicidarse
y no le ha pasado nada, concluyendo en que el glifosato puede causar el mismo
daño que agua con sal”. Recordamos que en 2015 un organismo técnico de la Organización Mundial
de la Salud evaluó investigaciones científicas independientes (no financiadas
por Monsanto y otras corporaciones del agronegocio) y llegó a conclusiones en
la línea de lo dicho por Carrasco. No obstante, el Ministro no se rectificó por
sus dichos ni por la campaña de desprestigio iniciada.
El tema no es para nada menor. Barañao es un conocido tecnócrata, defensor de la biotecnología aplicada a la producción agropecuaria. En su propia carrera profesional, la aplicó a la clonación de vacas, con el fin de introducir en la leche transgénica la hormona de crecimiento humano. En septiembre del año pasado, expresó que Argentina tiene el potencial de convertirse en una "especie de Silicon Valley de la biotecnología", en tanto se trata de un país que desarrolló animales clonados y variedades transgénicas de todo tipo. Es cierto que en este punto Barañao no cambió, ya que su visión siempre apuntó hacia este sentido; por ejemplo, se fomentó la vinculación entre el CONICET y Bioceres, empresa donde participan los Grobo, llamado el "rey de la soja" en Argentina.
El tema no es para nada menor. Barañao es un conocido tecnócrata, defensor de la biotecnología aplicada a la producción agropecuaria. En su propia carrera profesional, la aplicó a la clonación de vacas, con el fin de introducir en la leche transgénica la hormona de crecimiento humano. En septiembre del año pasado, expresó que Argentina tiene el potencial de convertirse en una "especie de Silicon Valley de la biotecnología", en tanto se trata de un país que desarrolló animales clonados y variedades transgénicas de todo tipo. Es cierto que en este punto Barañao no cambió, ya que su visión siempre apuntó hacia este sentido; por ejemplo, se fomentó la vinculación entre el CONICET y Bioceres, empresa donde participan los Grobo, llamado el "rey de la soja" en Argentina.
Lo estratégico según Barañao
Si el pensamiento de Barañao no se modificó, en todo caso ahora "difiere el contexto" político y económico, por el cual el tecnócrata-burócrata quiere tener una mayor injerencia en el destino del CONICET. Es decir, una institución federal donde trabajan investigadores científicos con líneas de trabajo autónomas en cuatro grandes áreas del conocimiento. De hecho, en una conferencia de prensa ofrecida en el Polo Científico y Tecnológico expresó que este momento de crisis es propicio para impulsar un cambio institucional que ya se consideraba necesario.
¿A
qué se refiere con esto? En 2011, Barañao dejaba en claro su perspectiva de que
la investigación debía ser "útil", entendiendo por ello que pueda
formar el núcleo de las "empresas tecnológicas". En la misma charla publicada por ComAmbiental,
el Ministro difundió que como política científica buscaba priorizar tres
tecnologías particulares: “la Nanotecnología, la Biotecnología y las
Tecnologías de la Información y la Comunicación”. Es decir, un criterio
meramente tecnocrático que acota la innovación a ciertos enfoques
científico-tecnológicos, con una visión sesgada del conocimiento científico.
Como destaca Laura Rovelli, se trata de una tendencia de los últimos años: "A partir de la década de 1990, las políticas de Ciencia y Tecnología (cyt) dan un importante giro en la gestión del sector en nuestro país, observable a partir de la introducción de las nociones de «innovación» y de «sistema nacional de innovación»". Recordemos que en los noventa se patentó la famosa frase de que los científicos vayan a "lavar los platos", referida a una investigadora en ciencias sociales crítica del gobierno.
La política que Barañao impulsó en los últimos años se orientó hacia la creación de un área de "temas estratégicos" definidos por el Ministerio. La primer convocatoria en que apareció una comisión especial fue en el año 2012. Ya un año después el propio CONICET informaba que en las postulaciones a la Carrera del Investigador para temas estratégicos "el total fue de 194, superando a la Comisión asesora en Ciencias Biológicas, que es la más grande del organismo". Se marcaba el inicio de una tendencia en CONICET.
Como destaca Laura Rovelli, se trata de una tendencia de los últimos años: "A partir de la década de 1990, las políticas de Ciencia y Tecnología (cyt) dan un importante giro en la gestión del sector en nuestro país, observable a partir de la introducción de las nociones de «innovación» y de «sistema nacional de innovación»". Recordemos que en los noventa se patentó la famosa frase de que los científicos vayan a "lavar los platos", referida a una investigadora en ciencias sociales crítica del gobierno.
La política que Barañao impulsó en los últimos años se orientó hacia la creación de un área de "temas estratégicos" definidos por el Ministerio. La primer convocatoria en que apareció una comisión especial fue en el año 2012. Ya un año después el propio CONICET informaba que en las postulaciones a la Carrera del Investigador para temas estratégicos "el total fue de 194, superando a la Comisión asesora en Ciencias Biológicas, que es la más grande del organismo". Se marcaba el inicio de una tendencia en CONICET.
En este punto, la decisión que tomó el Ministerio para la convocatoria de este año 2017 es preocupante: acotar la incorporación de investigadores a 450 (la mitad de los que corresponden por la tendencia) y, a su vez, destinar el 50 por ciento de las vacantes previstas a los "temas estratégicos" decididos por
Si bien los llamados "temas estratégicos" no apuntan todos al mercantilismo, existe un claro sesgo hacia aquellos relacionados con tecnología para el modelo extractivo. Por caso, en el sector de agroindustria la mayoría apunta a
Por último, existe un sector de "Ambiente y Desarrollo Sostenible" pero nuevamente el enfoque resulta tecnocrático y poco abierto a perspectivas interdisciplinarias que incluyan la participación activa de las comunidades en las investigaciones. En el área ambiental se incluyen tecnologías para sistemas de información sobre el clima, el manejo de recursos hídricos por la vía ingenieril (y no mediante bosques y humedales), la remediación ambiental (pero no el énfasis en cómo detener la contaminación) y en el reciclado se habla incluso de la "valorización energética" (la incineración) antes que estudiar los modos de cambio en las formas de producción y consumo.
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