Trece años de soja en Argentina:
las consecuencias inevitables de
un modelo genocida y ecocida.
GRAIN
CEPRID
La amplia
experiencia adquirida en Argentina después de trece años de imposición del
cultivo de soja transgénica resistente al glifosato dan la oportunidad al resto
del mundo de aprender la lección y no repetir los errores ni permitir las
imposiciones que hicieron posible que Argentina se convirtiera en apenas una
década en una “republiqueta sojera”.
En 1996 y de
manera absolutamente solapada y antidemocrática se permitió la introducción de
la soja transgénica de Monsanto en nuestros campos. Sin estudios de impacto
ambiental independientes, sin ningún tipo de consulta pública, sin ninguna
discusión parlamentaria ni legislación que la avale. Una simple
disposición de la Secretaría de Agricultura creó en 1991 la Comisión Nacional Asesora
de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que a partir de allí y con amplia
participación de las corporaciones “asesoró” a la secretaría sobre la
aprobación de OGM.
Ahora, mes
con mes, vivimos en Argentina la emergencia de un nuevo problema socioambiental
debido a la invasión territorial producida por la imposición del monocultivo de
soja transgénica de mano de Monsanto y de un puñado de terratenientes y
asociaciones empresariales de siembra.
Los impactos
de las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de
alimentos, las inundaciones y sequías, las nuevas enfermedades, son moneda
corriente en las noticias pero solamente desde algunos medios alternativos
aparece relacionada con la “sojización”.
Todo esto
viene de la mano de la instalación de una visión fragmentada de los problemas
en que se ocultan las causas profundas de los mismos para analizarlos o
mostrarlos, muchas veces de manera sensacionalista, pero siempre aislados y
producidos casi como “fenómenos naturales”.
Por eso lo
primero y fundamental es recuperar la mirada integral de la problemática.
Únicamente mirando y analizando la totalidad y la complejidad de la situación
se podrá llegar a alguna conclusión útil para avanzar en alguna dirección y
salir de la rueda destructiva en la que el modelo de
agronegocio-soja-transgénicos nos ha metido.
Después de
trece años de expansión del cultivo de la soja transgénica en Argentina las
consecuencias socioambientales son una verdadera catástrofe. Presentamos un
breve repaso por los datos concretos que hablan de la tragedia de la soja en el
Cono Sur.
En Argentina
se sembrarán en la próxima temporada 18 millones de hectáreas de soja
transgénica bajo la técnica de siembra directa.
Esta
superficie representa más del 50% de la superficie agrícola del país.
Prácticamente
100% de la soja que se cultivará es soja transgénica resistente al herbicida
glifosato (SOJA RR).
Monsanto
declaró que las ganancias generales aumentaron un 44% en 2007 con respecto al
año anterior y un 120% en el 2008 en relación con el 2007.
Este año se
aplicarán más de 200 millones de litros de glifosato sobre toda la superficie
cultivada con soja en Argentina mientras en el año 1996 se utilizaban 13
millones 900 mil litros.
El producto
comercial cuyo principio activo es el glifosato (Roundup) contiene además una
serie de coadyuvantes que aumentan notablemente su toxicidad, fundamentalmente
el surfactante poea (polioxietil amina) cuya toxicidad aguda es 3 a 5 veces mayor que la del
glifosato.
Por supuesto
que este uso intensivo de glifosato ya ha provocado el surgimiento de
muchísimas malezas resistentes al glifosato. Algunas de las ya informadas son:
Hybanthus parviflorus (Violetilla), Parietaria debilis (Yerba Fresca), Viola
arvensis (Violeta Silvestre), Petunia axillaris (Petunia), Verbena litoralis
(Verbena), Commelina erecta (Flor de Santa Lucía), Convulvulus arvensis
(Correhuela), Ipomoea purpurea (Bejuco), Iresine difusa (Iresine) y
recientemente el Sorghum halepense (Sorgo de alepo) que por ser una maleza muy
difícil de controlar ha despertado gran alarma.
Luego de
pasar más de una década negando el surgimiento de malezas resistentes, Monsanto
a través de su vicepresidente admitió este hecho y propuso una solución:
reemplazar a toda la soja resistente al glifosato por una nueva soja resistente
a un nuevo herbicida: el dicamba —de hecho aún más tóxico que el glifosato.
Además se
utilizarán otros herbicidas y agrotóxicos para controlar malezas y plagas del
monocultivo de soja ya que la siembra directa requiere de la aplicación de
otros herbicidas antes de la siembra de la soja: entre 20 y 25 millones de
litros de 2-4-D, otros seis millones de litros de atrazina y unos seis millones
de litros de endosulfán.
Esta lluvia
de agrotóxicos produce tremendos impactos sobre la salud de la población,
animales domésticos, cultivos alimenticios y contamina suelos, cursos de agua y
el aire en toda la extensión del cultivo de soja. Suman cientos los casos
denunciados por distintas organizaciones e investigadores en los cuales está
perfectamente documentado el impacto de los agrotóxicos en las comunidades y
sus producciones.
La difusión
pública de estas denuncias ha llevado a que recientemente la Asociación Argentina
de Abogados Ambientalistas solicitara a la Corte Suprema de
Justicia de la Nación la prohibición de la fumigación con glifosato.
Este avance
desenfrenado de la soja se ha producido a pesar de que según recientes investigaciones
de la Universidad de Kansas la soja rr produce entre un 6 y un 10% menos que la
soja convencional.
El
monocultivo de soja repetido año tras años en los campos produce una intensa
degradación de los suelos con una pérdida de entre 19 y 30 toneladas de suelo
en función del manejo, la pendiente del suelo o el clima.
Cada cosecha
de soja extrae año a año miles de toneladas de nutrientes de nuestro suelo que
se exportan. Sólo como ejemplo podemos citar que cada año se van con la soja un
millón de toneladas de nitrógeno y 160 mil toneladas de fósforo.
También cada
cosecha de soja que se exporta se lleva unos 42500 millones de metros cúbicos
de agua cada año (datos de la temporada 2004/2005) correspondiendo 28190
millones a la pampa húmeda.
Cada año se
deforestan en Argentina más de 200 mil hectáreas de monte nativo por el avance
de la frontera agrícola debido fundamentalmente a la expansión del monocultivo
de soja.
Considerando
que cada 500 hectáreas
de soja requieren de un trabajador rural es evidente la expulsión de
trabajadores rurales y campesinos de los territorios donde se cultiva.
Los grandes
productores sojeros están obteniendo ganancias extraordinarias. El Grupo Los
Grobo que declara cultivar 150 mil hectáreas en Argentina y en todo el Cono Sur
(Paraguay, Brasil y Uruguay) apuesta a controlar 750 mil hectáreas.
El modelo
sojero produce una enorme concentración de la tierra en pocas manos ya sea por
la adquisición de la tierra por grandes productores o por su arrendamiento por
los “Pooles de Siembra”. Como consecuencia en los últimos 10 años se han
perdido más del 20% de los establecimientos productivos.
La obvia
consecuencia de esta concentración es que ha disminuido de manera dramática la
producción de alimentos básicos para nuestro pueblo. Por citar sólo un ejemplo:
el número de explotaciones lácteas disminuyó 50 por ciento entre 1988 y 2003,
pasando de 30 mil a 15 mil.
En el caso
del algodón su producción disminuyó en un 40% en la provincia de Chaco y un 78%
en la provincia de Formosa como consecuencia del avance de la soja.
Miles de
campesinos son expulsados violentamente de sus tierras para imponer este modelo
y son criminalizados por resistir los desalojos y el avance de la soja. El Mocase-vc
y el Movimiento Nacional Campesino Indígena permanentemente denuncian la
persecución de campesinos del movimiento a causa de resistir la expulsión de
sus tierras en forma violenta para imponer el cultivo de soja.
Finalmente es
fundamental tener presente que la introducción de la soja transgénica en
Argentina fue el mecanismo elegido por Monsanto para inundar de transgénicos el
Cono Sur ya que fue desde Argentina desde donde se comercializó de manera
ilegal la soja transgénica a Brasil, Paraguay y Bolivia (países en los que el
cultivo de los transgénicos estaba prohibido), inundando estos países de
transgénicos e imponiendo así, a partir de la contaminación, la República Unida de
la Soja que poco tiempo después publicitaba Syngenta.
¿Quién
gobierna la República
Unida de la Soja?
Los tibios
intentos de las frágiles democracias latinoamericanas por poner algún límite al
poder económico dominante generado por dos décadas de globalización y
neoliberalización económica han encontrado en los últimos meses un topetazo
contundente en la perversa alianza de grandes terratenientes con las
corporaciones del agronegocio que están actuando de manera brutal en todos los
países del Cono Sur.
No se trata
aquí de hacer un juicio sobre los gobiernos democráticos de la región, ni de
evaluar su capacidad de transformación de la realidad o su compromiso con los
pueblos latinoamericanos. Dejamos esto para los pueblos que desde sus propios
procesos van respondiendo y creando espacios para responder y construir nuevas
realidades.
Sin embargo
creemos que no es posible pasar por alto algunos hechos, unos notoriamente
públicos y otros que apenas ocupan algunas columnas en los medios; todos
aparentemente desconectados entre sí pero profundamente ligados en una raíz
común que es la de someter a los pueblos, controlar su agricultura y su alimentación
ocupando y destruyendo sus territorios.
Un hilo común
atraviesa todas estas noticias y se fortalece como metáfora aleccionadora de
las pretensiones de estos sectores: la soja [soya] transgénica y su invasión de
territorios en el Cono Sur intenta ser, de hecho, la “República Unida
de la Soja”.
Así, el
lock-out patronal de los terratenientes sojeros de la Argentina que ocurrió en
2008 mostró la senda de lo que luego en Bolivia se convirtió en una feroz
agresión cargada de odio, desprecio por la vida humana y racismo contra los
pueblos originarios.
Allí aparece
en escena como uno de los principales dirigentes de la “Media Luna ” el
presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, Branco Marinkovic, que
“casualmente” resulta ser uno de los grandes productores de soja de la región.
En los días
de pleno recambio democrático que llenó de esperanzas al pueblo paraguayo, el
país se vio también brutalmente conmocionado por la represión contra campesinos
que incluso llevó a la muerte al campesino Bienvenido Melgarejo y con los
grandes terratenientes anunciando que van a recurrir a las armas para defender
sus latifundios.
En Uruguay y
en medio de suaves presiones gubernamentales para establecer restricciones
sobre el incremento de las áreas para el cultivo de soja con la creación de un
Plan de Producción Agrícola también los grandes sojeros hicieron oír su voz y
sembraron de amenazas los grandes medios.
Desde sus
autoridades, Brasil ya se rindió a los transgénicos y ha convertido a la ctnBio
en una puerta de aprobación automática de todo los que las corporaciones
desean.
Uruguay
levantó la moratoria a la aprobación de nuevos transgénicos y abrió así las
puertas para el ingreso de las “nuevas” mercancías transgénicas de Monsanto. No
es casual que la soja transgénica aparezca en muchas noticias: es simplemente
un instrumento del control corporativo de la agricultura y el control
territorial que llega de la mano de las agroempresas y sus patrones, los
grandes productores y las corporaciones transnacionales.
Por supuesto
que cada uno de estos actores tiene mecanismos de acción diferenciados: las
corporaciones permanecen silenciosas y hacen sus negocios mientras invierten
enormes sumas en publicidad en los medios masivos de comunicación de manera de
tenerlos siempre a su favor y que nunca se publiquen en ellos los
cuestionamientos públicos que reciben. También son quienes logran los apoyos de
Estados Unidos en aquellos casos en que se necesita la intervención política
directa o bajo las sombras.
En cambio,
los grandes productores sojeros son los que hacen el trabajo sucio con distinto
grado de brutalidad, pero siempre brutalmente demuestran su desprecio por la
vida y la dignidad humana para consagrarse al único dios que conocen: el Dios
Dinero. Entonces ellos sí pueden cortar rutas, desabastecer ciudades, asesinar
campesinos o dividir un país.
Fuente: https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article576
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