América Latina y El
Caribe y
su extractivismo político
19 de diciembre de 2018
Por Eduardo Camín
Rebelión
El neoliberalismo es la expresión actual de la transición del
capitalismo a una nueva fase de la internacionalización del capital,
caracterizada por la supremacía de las corporaciones trasnacionales y el
predominio, a una nueva escala, del capital financiero internacional sobre el
capital productivo. En esta nueva fase del capitalismo no crece -como se
afirma- la interdependencia, sino que se agudiza y profundiza la dependencia de
los países subdesarrollados.
En todo caso, donde sí está desapareciendo la cultura de lo nacional es en los países del llamado Tercer Mundo, en virtud del incremento de su dependencia de las grandes potencias industrializadas, lo que se manifiesta a través de la extranjerización de sus economías, la pérdida de sus recursos naturales, la erosión de su soberanía y el incremento de la injerencia y la intervención foránea.
En estos últimos años, la avalancha ideológica neoliberal ha sido de tal magnitud, que incluso ejerce una influencia determinante en la producción teórica y en la práctica política de diversos sectores de
El comandante Ernesto Che Guevara, decía que "el capitalismo recurre a la fuerza, pero, además educa a la gente en el sistema. La propaganda directa se realiza por los encargados de explicar la ineluctabilidad de un régimen de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal contra el que no es posible luchar" ("El socialismo y el hombre en Cuba", 1965).
Algunos renunciaron hace ya mucho tiempo al socialismo, mientras que otros diluyen su esencia y lo convierten en una especie de capitalismo idílico, dentro del cual será posible satisfacer los intereses del conjunto de
En realidad la izquierda ha sido incapaz de responder de manera efectiva a los diferentes ciclos de crisis financiera, y al rol del Estado, por un lado contrario a las iniciativas “genuinamente” públicas, y por otro a la puesta en marcha de políticas a favor del mercado. Los ejemplos más elocuentes son las asociaciones públicas privadas (PPP, modelo del Banco Mundial).
Esta actitud de la izquierda progresista genera descontento y desconfianza en los sectores populares, y estimula de alguna medida la agresividad de la derecha, para la cual, quien provenga de la izquierda, jamás terminará de expiar sus culpas. En cualquier caso la derecha no engaña a nadie, se comporta y gobierna de acuerdo a su ideología, asume el desprecio por las clases trabajadoras y a las ventajas concedidas al capital.
En realidad la derecha es derecha de acuerdo a una serie de valores, a unas acciones y unos intereses de clase que desarrolla, defiende e impulsa, mientras que la izquierda representa la negación de esos valores, acciones e intereses.
Pero si se observan las políticas que en la actualidad se ejecutan, a lo largo y ancho del planeta podemos afirmar que la diferencias entre derecha e izquierda parece puramente semántica, y que solo las controversias surgen y se hacen más visibles en periodos electorales, cuando se intensifica la competencia en un mercadeo en pos de los votos de los ciudadanos.
En la actualidad, frente a los síntomas de incremento de la crisis económica, política, social, y moral se pretende nuevamente tomar la iniciativa para mediatizar otros reclamos populares. Ahora nos hablan de un Estado redistribuidor y de la necesidad de políticas sociales que promuevan el desarrollo humano, al tiempo que condenan la desigualdad y la pobreza.
¿Acaso no nos explicaban hasta hace poco que la economía imponía
un límite? ¿No nos decían que ese límite hacía inevitable que una parte
creciente de nuestras sociedades quedase condenada a un eterno estatus
infrahumano? ¿Cómo explicar que nuestro subcontinente es el que registra el
mayor índice mundial de crecimiento simultáneo de la riqueza y la pobreza?
Si hay más riqueza: ¿por qué tiene que haber mayor pobreza? ¿Será
cierto que la economía impone tal límite al desarrollo humano o es que el
límite lo impone el deseo de elevar las tasas de ganancia a cualquier costo?
¿Es éste el entorno "moderno" que le permitirá a la izquierda
construir la democracia, con justicia social y desarrollo sostenible?
Con el denominado desarrollo sostenible, nos sucede algo similar a
lo que ocurre con las limitaciones del sistema capitalista, ya que se ha
convertido en un concepto polivalente que se recita como una especie de mantra por parte de todo tipo de agentes
económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales, incluso por aquellos
que más contribuyen con sus acciones al deterioro ambiental.
Claro, sin cuestionar que estos conceptos encierran en sí mismo una contradicción insalvable con la esencia inmanente del modo de producción capitalista, pues éste genera antagonismos que lo hacen insostenible hasta el punto de tener suficiente poder ideológico, cultural, técnico económico-político como para destruir el planeta.
Hace ya algunos años que en los foros de izquierda se insiste en la necesidad de encontrar proyectos alternativos al neoliberalismo, pero la búsqueda es tan retórica como infructuosa. Y seguirá siendo infructuosa y eterna mientras se mantenga como premisa la aceptación de que el status quo impuesto por la globalización neoliberal es inmutable.
Es verdad que el mundo experimenta transformaciones irreversibles,
en virtud del desarrollo de la Revolución científico-técnica, pero la
globalización neoliberal impone un orden económico, político y social aún más
esclavista y explotador, no es el camino al futuro, sino un callejón sin salida
para toda la humanidad.
Ese camino conduce a administrar o coadministrar la crisis del capital en beneficio de los capitalistas y a cargar con los costos que a ellos les corresponden. El capitalismo, en su fase neoliberal, demostró ser un sistema basado en el incremento sin límites de la desigualdad y la marginación, que beneficia exclusivamente a las trasnacionales y las élites locales a ellas asociadas.
Puede que la transformación profunda de la institucionalidad sólo sea posible a mediano o largo plazo, pero el combate frontal contra el neoliberalismo es una tarea impostergable, porque mientras más avance más desintegradas quedarán nuestras naciones.
¿Qué países tendremos los latinoamericanos cuando no queden
escuelas, sino sólo colegios privados; cuando no queden hospitales, sino sólo
clínicas privadas; cuando no queden parques, ni carreteras, ni recursos
naturales propiedad del pueblo, todo ello combinado con una reducción
indetenible del poder adquisitivo de la ciudadanía en general?
El capitalismo carece de respuestas y soluciones para las
necesidades y aspiraciones de los pueblos. Podemos afirmarlo abierta y
francamente, aunque en esta etapa de la lucha no todos estén de acuerdo con el
socialismo. Podemos afirmarlo porque dentro del capitalismo no hay alternativa.
Ya está demostrado que, incluso donde hubo -y donde hay- crecimiento económico, sigue
y seguirá aumentando la pobreza y la marginación.
Eduardo Camín. Periodista uruguayo, miembro de
la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU en Ginebra. Asociado al
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250385
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