A 45 AÑOS
La Masacre
de Ezeiza:
“bautismo de fuego”
de la derecha peronista
20 de junio de 2018
Los ataques perpetrados por la derecha
peronista, durante la Masacre de Ezeiza, marcaron el inicio de una serie de
enfrentamientos violentos destinados a terminar con la vanguardia obrera y de
izquierda.
El 20 de
junio de 1973 el General Juan D. Perón regresaba a Argentina luego de 18 años
de proscripción y exilio. Desde Madrid partió rumbo a Buenos Aires acompañado
de una comitiva conformada por su esposa Isabel Perón, el presidente Hector
Cámpora, los sindicalistas Rucci y Lorenzo Miguel y José López Rega –ministro
de Bienestar Social– todos ellos hombres muy cercanos a Perón sobre todo el
“brujo”. El líder peronista aterrizó en la base militar de Morón recibido por
los Comandantes en jefe de las FFAA mientras que dos millones de personas se
habían reunido en los alrededores de los bosques de Ezeiza, lugar elegido para
realizar el acto de bienvenida. Esperaban el encuentro con el líder peronista.
Desde las
primeras horas de la mañana, los hombres del teniente coronel Jorge Osinde
(como veremos más adelante, uno de los organizadores de la represión)
comenzaron un enfrentamiento desde los palcos y el escenario disparando con
armas largas sobre las columnas de la izquierda peronista, representadas por la
JP y Montoneros (la Tendencia), en forma indiscriminada.La derecha peronista tuvo su
“bautismo de fuego” en la Masacre de Ezeiza, montando un verdadero operativo de
guerra.
Lo que se
pensaba que sería una fiesta histórica del peronismo se convirtió en una tarde
de terror para el conjunto de las personas movilizadas. Los acontecimientos en
Ezeiza iniciaron una fuerte ofensiva de la burocracia sindical y de los
sectores más conservadores y reaccionarios del peronismo buscando dar un golpe
palaciego al Gobierno de Héctor J. Cámpora. Su objetivo: neutralizar y
disminuir la influencia de los sectores de izquierda dentro del peronismo y
aniquilar a la vanguardia obrera y popular.
Los antecedentes de la Masacre de Ezeiza
Perón
volvería al país para contener el ascenso obrero y popular –que se inició con
el mayo cordobés– y terminar con las experiencias políticas que la vanguardia
obrera venía desarrollando en las fábricas. La única carta posible que podía
jugar la burguesía era la vuelta de Perón y fue el presidente de facto,
Alejandro Lanusse, el encargado de abrir nuevamente el juego electoral al
partido proscripto a través del Gran Acuerdo Nacional(GAN). No nos olvidemos
que el peronismo es el partido burgués al que respondía políticamente el
movimiento obrero y su burocracia (1).
Las
ilusiones que despertaba el retorno de Perón en las masas se había manifestado
ya en los multitudinarios festejos de asunción del Presidente Cámpora el 25 de
mayo de 1973, ese mismo día el nuevo gobierno liberó a los presos políticos de
la dictadura producto de la intensa movilización popular.
Los
sectores representantes de la izquierda peronista habían ganado influencia
política dentro del Movimiento y del propio gobierno camporista. Por ejemplo,
tanto la gobernación de la Provincia de Buenos Aires como la de Córdoba (entre
otras), representadas por Bidegain y Obregón Cano, eran aliadas de la Juventud Peronista. Los
dirigentes sindicales, por su parte, estaban incómodos con la campaña
presidencial que se estaba gestando en marzo del 73 y buscaron alcanzarle su
preocupación al líder exiliado sobre la presencia de “infiltrados” en el
Movimiento y el avance de la izquierda en los sindicatos. Perón, quien oscilaba entre dar aire a los sectores más
radicalizados y apoyarse en los sectores ortodoxos según el momento político
que atravesaba, se apoyó en los primeros para facilitar su vuelta al país y el
retorno a la
presidencia. Pero la “primavera camporista” no detuvo el
ascenso de la lucha de clases y se produjeron masivas tomas de edificios
públicos. Para el día 14 de junio más de 180 escuelas, hospitales y Ministerios
se encontraban tomadas por sus trabajadores.
Esta
situación llevó a Perón a pactar, tiempo antes de su llegada al país, con los
sectores sindicalistas y las organizaciones de la derecha peronista representadas
tanto por el “brujo” como por Rucci. Esto también explica porqué la Comisión Organizadora
del acto de bienvenida en Ezeiza estaba formada por el Secretario General de la
CGT, Lorenzo Miguel (Jefe de los metalúrgicos), la neofascista Norma Kennedy
por la rama femenina, el Secretario de Deportes y Turismo Jorge Osinde –que en
la práctica es quién dirigió los ataques desde una habitación del Hotel
Internacional de Ezeiza– y, por último, Juan Manuel Abal Medina (Secretario
general del Movimiento Peronista) único que tenía buenas relaciones con la
izquierda peronista. La relación de fuerzas desde esta perspectiva era más que
clara.
Los hechos
Mientras en
la madrugada del miércoles 20 de junio las columnas peronistas se dirigían
hacia el sur del Gran Buenos Aires, cerca de tres mil hombres armados hasta los
dientes al mando de Osinde y del Jefe de la Policía, gral. Iñiguez, se
apostaron en los alrededores del palco esperando la llegada de la JP y los
Montoneros. El selecto grupo estaba integrado por parapoliciales,
guardaespaldas sindicales y activistas de derecha que eran miembros regulares
de las organizaciones de la derecha peronista: la Concentración
Nacional Universitaria (CNU), el Comando de Organización
(CdeO) de Brito Lima y la Juventud Sindical
Peronista (JSP), recientemente creada por Rucci para competir
directamente en el terreno de la
JP. Todos ellos tenían la orden de disparar si las columnas
avanzaban hasta ocupar los espacios más cercanos al escenario que correspondía
a los primeros 300 mts, destinados para la gente llevada por los sindicatos que
no alcanzaba las 200.000 personas, un número ínfimo si lo comparamos con la
gente que llevó la JP.
En el
transcurso del día se sucedieron una serie de episodios confusos: balaceras,
corridas, se cantaba el himno y, luego, volvían a escucharse disparos. A partir
de las 15 hs el ataque contra las masas dispersas era evidente mientras el
conductor del acto Leonardo Fabio intentaba contener la histeria general. A las
16:20 Fabio repetía desde el micrófono una vez más que Perón estaría pronto a
llegar, cuando minutos más tarde el avión descendía en la base de Morón. Aunque
los organizadores del acto aseguraron que el aterrizaje en la base aérea había
sido improvisado debido a la tensa situación que se estaba desencadenando en
los alrededores de Ezeiza, lo cierto es que ya se sabía desde hacía horas que a
Perón lo estaban esperando en Morón. Incluso Miguel Bonasso cuenta enLa
Voluntad que antes de ir a
Ezeiza se cruzó en la Casa
Rosada con Oscar García Rey – funcionario de López Rega –
quien le dijo que ni se gaste en ir al acto de bienvenida porque Perón no iba a
llegar nunca allí (2).
Las
ambulancias del Ministerio de Bienestar Social tuvieron un rol destacado en la represión. Fueron
las encargadas de trasladar el armamento hasta la zona (se utilizaron escopetas
de caza, fusiles fal, subametralladoras uzi, metralletas halcón, pistolas
calibre 45, fusiles de miras telescópicas, entre otra) y funcionaban como
unidades operativas de la CdeO, identificados con un brazalete blanco mientras
que la JSP usaban uno verde). En el palco los prisioneros eran golpeados y
tajeados mientras miles de palomas “de la paz” que iban a ser utilizadas para
la bienvenida de Perón volaron sobre el terreno de enfrentamiento para generar
distracción durante la
balacera. La descripción de la escena expresa el desconcierto
y la confusión general. Se había ocupado el Hogar Escuela Santa Teresa como
base de operaciones mientras que el Hotel Internacional se utilizó para la
tortura de los prisioneros, a cargo del jefe de Seguridad de Rucci, el negro
Corea.
Por su
parte el Automóvil Club Argentino (ACA) le brindó a Osinde y a Iñiguez unas
quince grúas, tres camiones y dos coches para coordinar las comunicaciones del
aparato de seguridad.
El SMATA,
la UOM y la UOCRA fueron tres de los sindicatos que más hombres brindaron al
operativo. El SMATA particularmente ocupó la parte izquierda del palco y
controlaban la zona del Puente 12 bajo las órdenes del pistolero Adalberto
Orbiso quien fuera interventor del SMATA en Córdoba luego del Navarrazo y, más
recientemente, aliado de Massa y del Frente Renovador en Morón en las
elecciones del 2013. Al día siguiente de los hechos, el SMATA publicó una
solicitada reivindicando los acontecimientos en Ezeiza y defendiendo
abiertamente los ataques. Esta costumbre del SMATA se mantiene hasta la actualidad. La
lucha de los trabajadores de Lear dio cuenta de que los sucios métodos de la burocracia
sindical de los setenta continúan presentes en el sindicato liderado por
Pignanelli.
Al día
siguiente los medios más importantes hablaron de enfrentamientos y peleas entre
grupos antagónicos (ver La Prensa, Clarín y La Razón del 20/7 y 21/7) cuando en
realidad fue una emboscada organizada con antelación por la derecha peronista y
avalada por el propio Perón. Los datos de Vertbitsky en Ezeiza hablan de un
saldo de 13 muertos, 365 heridos y decenas de hombres torturados.
Perón no
tardó en ubicarse del lado de los pistoleros y de la “patria peronista”. El 21
de Junio habló por Cadena Nacional en televisión y, sin repudiar los violentos
ataques del día anterior, dijo: “Es
preciso volver a lo que fue en su hora el apotegma de nuestra creación: de casa
al trabajo y del trabajo a casa, porque sólo el trabajo podrá redimirnos de los
desatinos pasados. Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus […]
Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos
populares o estatales que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos
tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de
argentinos sin dobleces ni designios inconfesables”. El mensaje no
solamente buscaba interpelar a los sectores del peronismo más radicalizados
sino que también le daba vía libre al accionar de los grupos fascistas para
aniquilar la vanguardia obrera y estudiantil.
Después de Ezeiza
La
primavera camporista duro apenas 49 días, el 13 de julio el tío presentaría su
renuncia siendo reemplazado por Raúl Lastiri -yerno de López Rega- hasta que en
Octubre asumió Perón. En su tercera presidencia gobernó junto con los sectores
más reaccionarios del Movimiento Peronista manteniendo muy buenas relaciones
con la burguesía nacional. El General no estaba cercado, como solía justificar
una y otra vez la “juventud maravillosa”, sino que tomó una decisión política:
enfrentarse a las organizaciones de izquierda que le disputaban el poder a su
viejo aliado sindical y organizar la represión obrera y juvenil utilizando dos
vías: la legal y la clandestina.
La escalada
de violencia fue in crescendo con la creación de la Triple A , banda
parapolicial creada por el Estado y organizada desde el Ministerio de Bienestar
Social (3). Según Ignacio González Janzen en La tripla A , el debut
de la banda fascista fue en Ezeiza aunque el primer atentado reconocido por
ellos fue en noviembre de 1973 cuando le colocan una bomba al auto del senador
radical Solari Yrigoyen.
El año
siguiente fue testigo del fortalecimiento del giro a derecha del gobierno de
Perón con la reforma del Código Penal, la prohibición de la ocupación de
fábricas y la aprobación de la Ley de Asociaciones Profesionales y el golpe
policial cordobés conocido como el Navarrazo.
La Masacre
de Ezeiza fue el huevo de la
serpiente. En los dos años siguientes el conjunto de
organizaciones parapoliciales encabezadas por la Triple A secuestraron y
asesinaron a más de dos mil personas que formaban parte de la vanguardia obrera
y estudiantil del campo peronista pero también del clasismo y la izquierda. Muchos
de los integrantes de la
Triple A y del resto de las bandas se reacomodaron durante la
dictadura participando
de los grupos de tarea organizados por las FFAA a partir del ´76 o colaboraron
desde los sindicatos con el nuevo gobierno militar como recordó nostálgicamente
Barrionuevo hace algún tiempo. También hombres como Moyano - que comenzó su
vida política y sindical en la JSP de Mar del Plata acusada de perseguir
militantes de izquierda en coordinación con la Triple A y la CNU-
mantiene su liderazgo sindical hasta hoy. Otro de los casos más conocidos es el
del actual titular de la UOCRA que tuvo sus inicios en el área del espionaje.
Actualmente
la mayoría permanece impune y, no sólo eso, sino que se mantienen en las
direcciones de los sindicatos reproduciendo las viejas lógicas propias de los
matones de los setenta. Por este motivo, la tarea principal de la vanguardia
obrera continúa siendo recuperar los sindicatos para echar definitivamente a
estos dirigentes sindicales que continúan siendo leales a los intereses de los
empresarios y gobiernos de turno.
Referencias:
1. Ver Insurgencia Obrera. Ruth
Werner, Facundo Aguirre, 2007, ed
IPS. Pag. 72.
2. Ver La Voluntad Vol II ,
Eduardo Anguita, Martin Caparrós, ed Planeta. pag 62.
3. Ver Andrea Robles,
"La Triple A
y la política represiva del gobierno peronista" enInsurgencia Obrera.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/La-Masacre-de-Ezeiza-bautismo-de-fuego-de-la-derecha-peronista
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