“Y dale con
los piquetes, dale con los que luchan”
Por Leónidas Ceruti, historiador.
En
estos días se cumplen a 110
años de la
Primer Huelga General en Argentina. Fue en noviembre de 1902, cuando el
movimiento obrero reaccionó enérgicamente con un paro general contra la sanción
de la primera ley especial para
reprimir al movimiento obrero: la Ley de
Residencia (ley 4144), que autorizaba a expulsar del país a cualquier
“extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden
público”. Fue el General Roca el que envió a ambas cámaras dicho proyecto.
O
sea que de paros conocen los asalariados argentinos, el del 20 N no fue el
primero. Los hubo de todas las formas, con o sin movilización, “domingueros” o
paros activos, con tomas de fábricas, con gestión obrera de la producción, etc.
Y los motivos también fueron muy variados.
Vale
la pena recordar que los trabajadores, desde que comenzaron sus luchas,
centraron sus métodos en la llamada Acción Directa. Entendiéndose por ello
las huelgas, los piquetes, cortes de calles, levantando barricadas,
movilizaciones, tomas de fábricas, etc.
Los piquetes no son un invento de estas
épocas, ni de los años 90. Tienen a nivel mundial y en nuestro país una
tradición ya centenaria. Las
huelgas parieron los piquetes. Cuando se declaraba una huelga, se montaban
piquetes en las inmediaciones de las fábricas para impedir que algunos
trabajadores acudieran a trabajar desoyendo la resolución del paro. Trataban de
persuadir a los rompehuelgas que se sumaran al paro o, en caso contrario,
empleaban medios más contundentes. A
la vez, cortaban las calles que llevaban a las fábricas, que hacían las veces
de barricadas, para impedir la entrada de materiales para el funcionamiento de
las empresas y la salida de la producción.
La
tradición de la clase obrera argentina entronca con la ocupación del espacio público,
con las marchas, los cortes de calle, las movilizaciones, desde fines del Siglo
XIX y principios del XX. Así lo registran las crónicas del 1° de Mayo de 1890, la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica de
1919, de la
Patagonia Rebelde , las huelga de la Década Infame , la
jornada del 17 de octubre del 45, la época de la “Resistencia ” a los
golpistas del 55, durante el desalojo de la toma del Frigorífico “Lisandro de
la Torre”, cuando Mataderos se
convirtió en el barrio de las barricadas. Volvieron a aparecer, en el Cordobazo, los Rosariazos, y las
grandes puebladas de los ‘60 y los ’70, se reiteraron en las luchas contra las
políticas del menemismo en los 90, y durante el alzamiento popular del 2001.
Uno
de los ejemplos más antiguos de los cortes de calles en Rosario data de 1907, cuando se llevo a cabo
una huelga general en solidaridad con los carreros y cocheros, con la
participación de 25 sindicatos. En esa ocasión la falta de transporte fue
total, la represión fue en aumento, y se militarizó la ciudad. Los sectores
empresariales se movilizaron, y de un informe de la delegación de la Bolsa de
Comercio que entrevistó al gobernador Echague, se puede verificar el clima
social reinante “Otra
originalidad de esta huelga es la de que ante la insuficiencia de fuerzas, el
público y las empresas se ven obligados a reconocer la autoridad del comité de
aquella. Tan es así, que los que tienen que conducir los restos de algún deudo
al cementerio, para no ser atajado en el camino solicitan autorización previa
al Comité de huelga o a la Federación Obrera. Para que 1os tranvías de
tracción a sangre que van a Alberdi circulan sin novedad fue necesario también
el consentimiento de los huelguistas. Algunos particulares para poder transitar
con sus vehículos pidieron la venía a los huelguistas, siendo unos atendidos y
recibiendo otros un “No ha lugar”. De hecho están los huelguistas
erigidos en poder público”.
En
este sentido, válidas son las palabras de un viejo periódico revolucionario
argentino de la década del ‘30 que se refería a la importancia de los piquetes en la gran huelga de los obreros de
la construcción en 1936: “Ninguna
huelga se mantiene ni triunfa sin la existencia de los piquetes. Ellos son el
vigor de la lucha, el fuego de primera línea, las brigadas de avanzada en el
ataque. En el piquete pueden estar el joven y el viejo, contagiados de la misma
fiebre audaz. Pero el piquete es del joven, del obrero nuevo en el que el
optimismo, el coraje y la inquietud forman una sola línea tensa y vibrante.
Esta línea avanza al encuentro del traidor y lo domina, busca al equivocado y
lo convence y lo empuja al lado de los camaradas. Del piquete depende la
huelga”.
La
memoria histórica de los trabajadores hizo que durante los años 90, surgiera lo
que se llamo el movimiento piquetero. Eran los tiempos de Menem, cuando se cerraban o privatizaban
empresas estatales, que expulsaban trabajadores. Florecieron por todo el país
los piquetes y los piqueteros, con sus cortes de rutas y calles, que comenzaron
a hacerse habituales en los paisajes provinciales.
Y no comenzó en Cutral-Co, en junio de 1996, como dice CFK, sino
que se inició en 1991, cuando las esposas e hijas de los mineros del yacimiento
de hierro de Hypasam, en la localidad patagónica de Sierra Grande, el 21 de septiembre de 1991, decidieron
cortar la Ruta Nacional
3. Los trabajadores llevaban ya tres meses sin cobrar y con la amenaza del
gobierno nacional de cerrar la
mina. Fue en esa instancia, que las esposas de los mineros
decidieron cortar la ruta e iniciar una huelga de hambre, mientras las hijas
movilizaban a los 12.000 habitantes de la localidad. “Frente a la impotencia
que ganó a los hombres”, dijo Susana, 36 años, tres hijos, las mujeres se
autoconvocaron para encabezar un reclamo que “va más allá de defender la fuente
de trabajo”. Las Madres de Sierra Grande instalaron el cuartel general de la
pueblada en plena ruta. Y lo hicieron bajo el único liderazgo del conjunto.
Partieron el país al Norte y al Sur de Sierra Grande. Las Madres de la Ruta
solo dejaron pasar el camión con los sueldos atrasados. Carlos Menem cerró la
mina y paso a ser un museo.
Otra de las equivocaciones de la Sra. Presidenta
fue cuando se refirió a lo sucedido en Villa Constitución. La represión a la clase obrera
apareció en dicha ciudad con toda su magnitud el 20 de marzo de 1975, cuando las
fuerzas conjuntas reclutadas por la SIDE, que incluían a la Policía Federal ,
Provincial, Ejército y Gendarmería, grupos de choque entre los cuales iban
armados los guardias blancos pagados por las acerías de Martínez de Hoz, y
miembros de la Triple A ,
llevaron adelante el denominado Operativo Serpiente Roja.
Las órdenes firmadas por Rocamora, Savino y López Rega, eran
claras: ahogar en sangre a los obreros y activistas de Villa Constitución. El plan fue uno de los mayores
ejemplos de complicidad del Estado, sus fuerzas de seguridad, la burocracia
sindical y los empresarios, para atacar a la clase obrera. Una columna de 105
Ford Falcón invadió la
ciudad. Con una lista de los domicilios provista por la empresa Acindar ,
se lanzaron sobre las casas de cientos de activistas obreros. En los
dormitorios de solteros de Acindar se montó el primer campo de concentración,
en un adelanto de lo que haría luego la dictadura del 76. El operativo se
extendió a lo largo del cordón industrial del río Paraná, pasando por el barrio
de SOMISA de San Nicolás y las fábricas combativas del norte de Rosario hasta
Puerto San Martín.
Isabel de Perón desde el gobierno nacional denunció un "complot de características inusuales en la Argentina". Ese complot, según el comunicado oficial, pretendía paralizar la industria, amenazando a los obreros mediante el terrorismo para no ir a trabajar. El saldo de la represión fue la detención de
Hace unos meses, CFK, recomendaba: "Les pido que cuando protestemos lo hagamos un poco en la vereda y en el cordón para que la gente pueda circular y llegue a la escuela, al trabajo, para que pueda llegar". Su exhortación estuvo dirigida a los grupos sindicales y sociales, para que revisen los métodos de protesta. Pidió "no complicar la vida a la gente", ni violar la ley "ni utilizar métodos violentos”.
El espacio público es un lugar en disputa. Lucha de calles, lucha de clases. Y los cortes de calles son parte de las formas de lucha de la clase obrera y del pueblo, mal que le pese a muchos. Por eso, ante las injusticias, lo peor que podemos hacer es quedarnos SENTADOS AL CORDÓN DE LA VEREDA.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article5577
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