4 de mayo de 2014

Recordemos a Haití (que vivió la primera revuelta esclava exitosa y fundó una república negra) “si queremos combatir el racismo, el fascismo, y aventurarnos a desafiar el sistema económico capitalista actual”.

Haití, la primera república independiente negra

 Por Mireia Chavarría (La hiedra)
Este primero de enero hizo 210 años de la independencia de Haití, el primer país de América Latina que consiguió deshacerse de las cadenas que lo ataban a la metrópolis y construir una nación postcolonial. El país que vivió la primera revuelta esclava exitosa y fundó una república negra. Este artículo nos ofrece un recorrido histórico por este evento.

El uno de enero, en todas las casas haitianas se cuece un caldo especial llamado soup Joumou. Una receta elaborada a base de una especie de calabaza propia del Caribe, como la tierra que solían cultivar los esclavos y esclavas de Haití (Ayiti en la denominación criolla, que significa “tierra de altas montañas” en taíno). Sin embargo, a estas nunca se les permitía comer estos frutos que de hecho sólo ellas trabajaban; estaban reservados para satisfacer el apetito de los dueños de las plantaciones.
Este primero de enero hace 210 años de la independencia de Haití. El pueblo que supo reivindicar la igualdad, libertad y fraternidad reales para todos los seres humanos. Que luchó contra los tres imperios que se disputaban el mundo y les demostró que la tierra y sus frutos son para quienes la trabajan. Y que cambiar el mundo es posible, aunque ni ellos antes de empezar la revuelta ni tampoco los dueños de la plantaciones en el Caribe nunca lo hubieran imaginado.

Esclavitud y capitalismo
Si bien es conocido que Colón llegó a América y la “descubrió”, no es tan evidente que este “descubrimiento” no fuese tal porque ya había poblaciones habitando la isla que él mismo apodó “La Española”. Y menos aún que el “progreso” que esto conllevó pasó por la puesta en marcha de un comercio triangular que supuso el exterminio de medio millón de personas que vivían en esta tierra antes que fuera “descubierta”, el secuestro de millones de África y su condena a la condición de esclavas. Algunas de ellas se arrojaban al mar; otras conseguían deshacer sus cadenas y se tiraban encima de la tripulación, intentando provocar una pequeña insurrección. Las condiciones en que eran transportadas eran tan atroces que una de cada diez de ellas moría en el trayecto; las mujeres solían quedarse estériles durante los dos años siguientes.
Es este el proceso que permitió la acumulación del capital necesario para la puesta en funcionamiento y desarrollo de las industrias emergentes en Europa. La obtención de materias primas a bajo coste y el trabajo gratuito que proporcionaba la esclavitud fue invertido generalmente en la industria de la navegación y el ferrocarril. Según explica Marx, “para sostener la esclavitud velada del trabajo remunerado en Europa era necesaria la esclavitud pura y simple en el Nuevo Mundo”.

La esclavitud de los siglos XVI, XVII y XVIII
“Sin esclavitud no tienes algodón; sin algodón no tienes industria moderna. Es la esclavitud la que ha dado a las colonias su valor; son las colonias quienes han creado el comercio mundial; y el comercio mundial es la precondición de la industria de gran escala.”, señaló Marx. También los historiadores caribeños Eric Williams y C.L.R. James destacaron la importancia de la esclavitud para el desarrollo de las economías de Europa occidental. Era un negocio redondo, y los beneficios, estratosféricos: los productos artesanales procedentes de Europa eran vendidos en las costas de África a cambio de esclavos, que eran a su vez vendidos en América a cambio de azúcar, tabaco y algodón, que era posteriormente vendido en Europa.
Eric Williams puntualiza: “La esclavitud no surgió del racismo; al contrario, el racismo fue la consecuencia de la esclavitud. La mano de obra forzosa en el Nuevo Mundo era marrón, blanca, negra y amarilla; católica, protestante y pagana”. En realidad, al principio, la mano de obra procedía de Europa. Eran prisioneros de guerra o gente que, a cambio del viaje a través del Atlántico, trabajaba gratuitamente durante años. Eran los llamados “siervos o siervas por deudas” que, teniendo en cuenta que, como los esclavos o esclavas importadas de África no vivirían más de siete años, salían más baratas que las primeras. Sin embargo, en cuanto el mercado del tabaco y el azúcar creció, los dueños de las plantaciones decidieron recurrir a África. Sin embargo, este no fue el primer sistema económico basado en la esclavitud (1).
“La razón era económica, no racial; no tenía que ver con el color del trabajador, sino con el bajo coste de su trabajo”, explica Eric Williams. Si los esclavos morían, siempre habría repuestos. Así pues, tal y como explica Chris Harman, si en 1638 en Barbados había 2.000 siervos por deudas y 200 esclavos africanos, en 1653 ya eran 8.000 siervos por deudas frente a 20.000 esclavos africanos (2).

La pesadilla de las Antillas
En las plantaciones, las torturas, castigos, mutilaciones, humillaciones, violaciones eran el pan de cada día para los esclavos y las esclavas. En el caso de las mujeres, no solamente era sufrimiento físico, sino también humillación sexual. Se les daba menos comida que a los hombres y, aunque estuvieran embarazadas, les obligaban a cumplir con su turno en las plantaciones.
Esta era la realidad de la llamada “perla de las Antillas”, descrita por el historiador Laurent Dubois como “el nivel cero del colonialismo europeo en las Américas” (3). Los esclavos y esclavas solían hacer jornadas de 15, 16, o hasta 18 horas hasta el día de su muerte. Las duras condiciones de vida a las que estaban sometidas condujeron a muchas a escaparse a las montañas y a formar comunidades de hombres y mujeres libres. En 1720 eran unos 1.000; y en 1751 ya eran 3.000. Se denominaban “cimarrones” y, durante un centenar de años antes de 1789, supusieron una fuerte amenaza para la colonia.
En la isla, la tasa de mortalidad era elevadísima; y el suicidio era muy común. De hecho, la muerte simboliza esperanza o el retorno a África. Los mismos esclavos y esclavas se servían de veneno para controlar el número de personas trabajando en las plantaciones, o bien para ahorrar a sus parientes las penurias de vivir esta pesadilla.
De hecho, si bien en un inicio los dueños de las plantaciones no eran conscientes del poder del cuerpo femenino de reproducción de esclavos, y por tanto de expansión de la fuerza de trabajo, poco a poco se fueron dando cuenta del beneficio que podría conllevar controlar su cuerpo y reproducción. Tal y como afirma Silvia Federici (4), “la condición de mujer esclava revela de una forma más explícita la verdad y la lógica de la acumulación capitalista” (5).
En Cuba, cuando se castigaba a una mujer, los látigos se daban siempre en la espalda. En Brasil, el jesuita Antonil recomendaba no dar puntapiés a la barriga de las mujeres embarazadas ni dar garrotazos a los esclavos, porque “pueden herir en la cabeza a un esclavo eficiente, que vale mucho dinero, y perderlo” (6). Hasta había una tortura para controlar la reproducción de las mujeres. A las sospechosas de haber abortado, se les colocaba un collar hasta el día en que parieran a un hijo. Sin embargo, no es hasta la disminución del suministro de esclavitud africana que la regulación de las relaciones sexuales y los hábitos reproductivos se vuelve sistemática. Y es que a partir de la abolición del comercio de esclavos en 1807, tanto en el Caribe como en Estados Unidos, se adopta una política de control de los hábitos reproductivos de las esclavas en función de la necesidad de trabajo en el campo. Es así como la procreación se convierte en terreno de explotación.

“Divide y vencerás”
En las plantaciones, personas siervas y las esclavas convivían, cooperaban y se socializaban. De hecho, hasta compartían ritos, como los cultos africanos, que se arraigaron con mucha facilidad entre la población oprimida, independientemente de su color de piel. En Haití, era el vudú. Como escribía Eduardo Galeano, “el dios de los parias no siempre es el mismo que el dios del sistema que los hace parias” (7).
No había ninguna razón por la que la población blanca odiase naturalmente a la negra. Esta no tenía ningún interés económico sobre aquella. De hecho, en los puertos británicos, los esclavos y esclavas que huían solían ser acogidos por la gente de los barrios populares. Y en las colonias, el campesinado blanco, que no poseía esclavos, no podía competir con los dueños de las plantaciones, que encima tenían acceso a las mejores tierras.
Entre las mujeres esclavas y proletarias blancas, también había una fuerte colaboración, ya que constituyeron una red de compra y venta a partir de los “campos de aprovisionamento”. Allí, cultivaban productos para vender, creando así una especie de mercado de alimentos para esclavas y proletarias blancas al margen de la legalidad de la colonia. Tal y como describe Federici, es así como las esclavas contribuyeron al desarrollo de la comunidad esclava y de las economías de las islas, transmitiendo a las mujeres blancas sus conocimientos como “curanderas, videntes, expertas en prácticas mágicas y la ‘dominación’ que ejercían sobre las cocinas y dormitorios de sus amos” (8).
El caso de la Rebelión del Bacon (Virginia, 1676) fue paradigmático, ya que se evidenció la fuerza que tenía la unión de la población blanca y negra y, por tanto, la amenaza que podía suponer su alianza para los terratenientes (9). Es aquí donde empiezan las políticas que tienen por objetivo trazar una fisura en una comunidad que hasta entonces vivía cooperando. De la misma manera que en Europa se habían demonizado a todas aquellas mujeres consideradas peligrosas por el hecho de tener conocimientos naturales que les dieran determinado poder (sobre su sexualidad, por ejemplo), las llamadas “brujas”, ahora el chivo expiatorio era el hombre negro y a sus relaciones con mujeres blancas.
Como hemos visto, por un lado, era demasiado peligroso permitir que las personas oprimidas se juntaran; por el otro, los ideales de las revoluciones burguesas empezaban a coger fuerza. Delante de la proclama de “Liberté, égalité, fraternité”, ¿cómo se pueden consentir el tipo de relaciones sociales que engendra la esclavitud? Como describe Chris Harman, “en el mercado, las relaciones se sustentan en el principio que, por muy desigual que fuera la posición social de las personas, todas tienen el mismo derecho a aceptar o rechazar cualquier transacción” (10). Pero el comercio de esclavos y esclavas se basaba en condenar a personas a las desigualdades más extremas. Realmente, la única salida que les quedaba para justificar la esclavitud manteniendo el principio de igualdad entre seres humanos era decir que los esclavos y esclavas no eran seres humanos.
Es así como nace el racismo, que se desarrolla como ideología a lo largo de tres siglos. En Haití, se crean hasta 128 diferentes tonalidades entre el negro y el blanco para regular la desigualdad que además de todo lo mencionado, impediría el crecimiento económico a las personas mulatas. Hijas de matrimonios mixtos y mayoritariamente artesanas o pequeñas propietarias, algunas de ellas estaban empezando a enriquecerse, alimentando así la envidia y el odio de los colonizadores blancos.

Libertad o muerte
A menudo observamos la Historia de manera segmentada y aislada. Pero lo cierto es que los hechos y las ideas que emergen en un momento determinado en un lugar determinado no lo hacen por casualidad, y tampoco se desvanecen y desaparecen completamente. Son los ecos de la Revolución Francesa que llegaron a oídos de los esclavos y esclavas de Haití los que provocaron los rumores que encendieron los ánimos para la adquisición de igualdad entre seres humanos en la isla. Pero el proceso fue dialéctico: las masas parisinas también reivindicaron el fin de la esclavitud en las colonias (11). Y a su vez, la consecución de la abolición de la trata y la independencia de Haití forzó a poner en práctica los ideales de la Revolución Francesa.
Como afirmó Dubois, si los esclavos y esclavas no se hubieran alzado contra la trata, “la Revolución Francesa no se habría desarrollado completamente; como la Revolución Americana, se hubiera terminado sin acabar con la violación masiva de los derechos humanos en el corazón de la existencia de la nación”.
Desde que alguien desembarcó a las costas de Haití anunciando la toma de la Bastilla, la población mulata se organizó para dirigirse a la Asamblea en París y hacer una petición en relación a sus derechos ciudadanos. Esto dividió la Asamblea en dos, poniendo así en evidencia las diferencias entre las distintas fuerzas políticas. En unos meses, se impulsó un decreto en que, sin hablar de personas mulatas o esclavas, se ponía en especial salvaguarda a “los colonialistas y sus propiedades”, entendiendo que los estas formaban parte de las segundas. También decretaba que se consideraría crimen cualquier agitación directa o indirecta en contra del comercio en las colonias. Humilladas en Francia y en casa, las mulatas organizaron una revuelta que fue brutalmente reprimida.
Esto alimentó el fuego que encendería la revuelta esclava de agosto de 1789, empezada en una ceremonia vudú en el Bois Caïman por un grupo liderado por el Papalwa (sacerdote) Boukman. Comenzando en Le Cap, al norte del país, quemaron grandes extensiones de tierra y mataron a muchísimos dueños de plantaciones al grito de “libertad o muerte” con el fin de acabar con el sistema que los tenía esclavizados. La revolución no tardó en ser encabezada por alguien que encarnaba su espíritu y que sería capaz de llevar las reivindicaciones de los esclavos y las esclavas a la concreción, Toussaint Louverture. Al principio partidario de la política de negociación, al serle negadas todas las peticiones, condujo a las masas a la rebelión. Fue muy hábil aliándose con los españoles, que le proveyeron de armas y munición. Luego liderando la lucha contra los ingleses, que venían a ayudar a los dueños de las plantaciones, y posteriormente combatiendo a los españoles, que querían hacerse con el control de la isla. Finalmente, las masas se tuvieron que enfrentar a Napoleón, a quién combatieron y ganaron bajo el liderazgo, esta vez, de Dessalines, hasta conseguir la independencia de Haití.
Los líderes fueron imprescindibles guías, pero fueron las masas las que hicieron la revolución haitiana. Una revolución que se ha querido borrar de la memoria colectiva porque significa la posibilidad de cambiar el estatus quo. Como dijo el marxista negro C.L.R. James, “el único lugar donde los negros no hicieron ninguna revuelta es en las páginas de los historiadores capitalistas” (12). Es por esto que es una parte de la Historia que tenemos que recuperar y reivindicar, y que ha dejado una huella imborrable sobre Haití y sobre el mundo capitalista.
Aunque la soup Joumou hoy sea para todos y todas las haitianas, el país aún necesita seguir luchando en contra del imperialismo: actualmente, es víctima de un neocolonialismo escondido en forma de una ayuda humanitaria que hace el país más dependiente y menos soberano (13). También debe continuar enfrentándose al racismo dentro y fuera del país; el ejemplo más reciente es la retirada de la nacionalidad dominicana a la población nacida en República Dominicana descendiente de población extranjera (la mayoría, haitiana) (14). Además, Haití sigue siendo el país más pobre del continente americano, y las desigualdades económicas están a la orden del día. Es por esto que aún hoy, el pueblo haitiano se ve obligado a organizarse y seguir luchando por sus derechos, como es el caso de las reivindicaciones por el salario mínimo que han tenido lugar durante los últimos meses. Por todas estas razones, el precedente de la revolución haitiana de 1801 es un modelo esperanzador, no sólo dentro de Haití, sino también a nivel internacional, si queremos combatir el racismo, el fascismo, y aventurarnos a desafiar el sistema económico capitalista actual.
Notas: (...)Mireia Chavarria es militante de En lluita / En lucha 
Artículo publicado en la revista anticapitalista: http://lahiedra.info/haiti-la-primera-republica-independiente-negra/

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