Las
“puebladas” argentinas a partir del “santiagueñazo”
de 1993.
27 de noviembre de 2006 | Biblioteca,Ciencias Sociales
Tradición
histórica y nuevas formas de lucha
Rubén Laufer* y Claudio Spiguel**
(...)El 16 de diciembre de 1993 se produjo el “Santiagueñazo”[2]. Los trabajadores estatales y el pueblo de las mayores ciudades de la provincia
de Santiago del Estero, cansados de un gobierno corrupto y que hacía oídos
sordos a los reclamos populares, tomaron por asalto e incendiaron la Casa de
Gobierno provincial, la Legislatura, los Tribunales -es decir, los tres poderes
característicos de la democracia republicana- y, venciendo la resistencia de
las fuerzas represivas, incendiaron también las casas de los políticos
peronistas más corruptos y asediaron durante horas la del principal dirigente
local del partido Radical. El gobierno nacional -con el apoyo de la oposición
radical y de la dirigencia nacional del Frente País Solidario (FREPASO)-
intervino la provincia, y debió hacer importantes concesiones a los reclamos de
los estatales y de otros sectores de la población santiagueña[3].
Con el “Santiagueñazo”
llegó a su fin un período de reflujo del movimiento social, a que dio paso el
abandono y la reversión, por parte de la dirección menemista, del programa de
perfil nacional-industrialista, mercadointernista y tercermundista -perfil
característico del peronismo tradicional- que llevó al triunfo la candidatura
de Menem a la cabeza del Frente Justicialista Popular (FREJUPO) en mayo de
1989. El período entre 1990 y 1992 había sido un período de retroceso
generalizado en el número, masividad y combatividad de las luchas y reclamos
populares, y de derrota de muchos de ellos; un período en que las clases
dominantes avanzaron a fondo en las políticas antes descriptas (Palermo y
Novaro, 1996). Ofensiva reaccionaria que se vio favorecida por un escenario
internacional dominado por la desintegración del ex imperio soviético y el
sinceramiento de la restauración capitalista en ese país y en China, y por el
consiguiente apogeo mundial del llamado “neoliberalismo”.
Con el “Santiagueñazo”
se abrió en el país un nuevo período de intensificación y ascenso de la
movilización obrera y popular. Allí, y en la verdadera oleada de puebladas[4] y rebeliones provinciales que le
siguió, comenzaron a recuperarse -en nuevas condiciones históricas- algunos de
los rasgos que habían caracterizado en la Argentina el anterior auge de masas
de las décadas del ’60 y ’70.
Pocos días después, el
1º de enero de 1994, se produjo el levantamiento campesino-indígena del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, México, en un marco
continental de creciente oposición y resistencia a las políticas neoliberales.
A comienzos de 1994 se
produjeron grandes movilizaciones de trabajadores estatales argentinos en las
provincias de La Rioja, Jujuy, Salta, Chaco, Tucumán y Entre Ríos. Jujuy sería,
durante 1994 y 1995, el centro de importantes luchas de los trabajadores
municipales y estatales, con gran apoyo popular y un elevado nivel de
organización para enfrentar la represión policial[5].
La lucha del pueblo de Jujuy, que venía desarrollándose desde principios de los
’90, forzó la renuncia de tres gobernadores (Ogando y Borgogno, 1994;
Santillán, 1994). En el curso de ese movimiento comenzaría a descollar una
nueva camada de dirigentes sindicales clasistas y combativos -encarnada en la
figura del municipal jujeño Carlos “el Perro” Santillán-, revitalizando una
corriente sindical de peso en los años ‘60 y ‘70. Simultáneamente, la provincia
de Catamarca sería escenario de las mayores manifestaciones de su historia,
exigiendo el esclarecimiento del asesinato de la adolescente María Soledad Morales en una turbia
trama de corrupción que remonta sus hilos hasta los más altos niveles del poder
político y económico provincial (Morandini, 1991, pp. 71-94).
El alza de la
combatividad popular contribuyó a la reactivación del movimiento obrero. Las
luchas de mayor repercusión fueron las que llevaron a cabo los metalúrgicos de
las plantas fabriles de Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente.
Entre 1994 y 1995, su lucha se centró en el reclamo de aumentos salariales y
contra los intentos patronales de “racionalizar” sus inversiones mediante
despidos masivos y cierre de plantas. En una de esas movilizaciones, en abril
de 1995, cayó víctima de la represión el obrero de la construcción Víctor
Choque[6]. Los trabajadores de la mina carbonífera de Río
Turbio (en la sureña provincia de Santa Cruz) tomaron el yacimiento en defensa
de su fuente de trabajo, con apoyo del conjunto de la población local[7].
También se reactivó el
movimiento agrario. En 1994 se llevó a cabo un paro nacional agrario, con
participación de pequeños y medianos productores -con centro en la región de la
Pampa húmeda, que constituye el corazón cerealero del país-, que se destacó por
su masividad y combatividad. En 1995 surgió el Movimiento de Mujeres en Lucha
(MML), que desde su fundación organizó, pueblo por pueblo, principalmente en la
provincia de La Pampa (donde nació), y en las de Buenos Aires, Santa Fe y
Córdoba, a miles de mujeres del campo para impedir el remate judicial de sus parcelas
por falta de pago de las deudas acumuladas[8].
En esos años tomaron creciente masividad los Encuentros Nacionales de Mujeres;
el IXº Encuentro, realizado en 1994 en la ciudad de Corrientes reunió a
alrededor de 7.000 mujeres que adhirieron, mayoritariamente, a la Marcha Federal a
realizarse en el mes de julio. El Xº, en 1995, congregó una cantidad similar en
Jujuy, mientras que fueron 12.000 las que tomaron parte en el XIº Encuentro llevado
a cabo en 1996 en Buenos Aires. Los Encuentros Nacionales de Mujeres
constituyen una experiencia de avanzada por su grado de desarrollo y
continuidad, constituyendo un movimiento autoconvocado, autónomo y horizontal
en el que participan mujeres de todas las edades y estratos sociales de
diversas pertenencias políticas, gremiales, étnicas, comunitarias y religiosas[9]. (...)Leer
En este contexto combativo se da el proyecto de la supersecretaría de Menem que se concretó con la justificación del atentado terrorista a la AMIA.
Buenos Aires. 21.07.94. El presidente Carlos Menem,
creó una +supersecretaría+ que manejará a 60.000
hombres de las fuerzas de seguridad,
y ésta ha sido la primera consecuencia del atentado que el lunes derrumbó la sede de una entidad judía en
Buenos Aires
y ocasionó 28 muertos, 147 heridos y 76 desaparecidos.(...)
Esta +supersecretaría+, según la bautizó la prensa
cuando se
trataba sólo de un proyecto, hace un mes,
controlará en casos de emergencia
a la Policía Federal ,
la Prefectura Naval
y la Gendarmería, policías costera
y de fronteras, respectivamente.
(...) El decreto de creación de la +supersecretaría+ ordena que los ministerios del Interior y Defensa pongan a disposición de la misma +la totalidad de los recursos materiales y humanos+ sin que esto afecte la dependencia de esas carteras de las tres fuerzas de seguridad.
(...) Menem decidió que Antonietti presida además el Consejo
de Seguridad Interior, un organismo que funciona en casos de catástrofes
naturales o hechos que conmocionen a la sociedad, como atentados terroristas o conflictos sociales.
Ese consejo está formado por los ministros de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores, el secretario de Inteligencia del Estado
(jefe del servicio secreto civil), y los jefes de Estado Mayor de las tres Fuerzas Armadas.(...)Fuente: http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/menem-crea-supersecretaria-de-seguridad-y-hay-76-desaparecidos-30241.html
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