10 de febrero de 2015

I. Recordemos julio de 1994 y las puebladas de la resistencia al neoliberalismo en los noventa.

Las “puebladas” argentinas a partir del “santiagueñazo” de 1993.

27 de noviembre de 2006 | Biblioteca,Ciencias Sociales

Tradición histórica y nuevas formas de lucha

Rubén Laufer* y Claudio Spiguel** 

(...)El 16 de diciembre de 1993 se produjo el “Santiagueñazo”[2]. Los trabajadores estatales y el pueblo de las  mayores ciudades de la provincia de Santiago del Estero, cansados de un gobierno corrupto y que hacía oídos sordos a los reclamos populares, tomaron por asalto e incendiaron la Casa de Gobierno provincial, la Legislatura, los Tribunales -es decir, los tres poderes característicos de la democracia republicana- y, venciendo la resistencia de las fuerzas represivas, incendiaron también las casas de los políticos peronistas más corruptos y asediaron durante horas la del principal dirigente local del partido Radical. El gobierno nacional -con el apoyo de la oposición radical y de la dirigencia nacional del Frente País Solidario (FREPASO)- intervino la provincia, y debió hacer importantes concesiones a los reclamos de los estatales y de otros sectores de la población santiagueña[3].

Con el “Santiagueñazo” llegó a su fin un período de reflujo del movimiento social, a que dio paso el abandono y la reversión, por parte de la dirección menemista, del programa de perfil nacional-industrialista, mercadointernista y tercermundista -perfil característico del peronismo tradicional- que llevó al triunfo la candidatura de Menem a la cabeza del Frente Justicialista Popular (FREJUPO) en mayo de 1989. El período entre 1990 y 1992 había sido un período de retroceso generalizado en el número, masividad y combatividad de las luchas y reclamos populares, y de derrota de muchos de ellos; un período en que las clases dominantes avanzaron a fondo en las políticas antes descriptas (Palermo y Novaro, 1996). Ofensiva reaccionaria que se vio favorecida por un escenario internacional dominado por la desintegración del ex imperio soviético y el sinceramiento de la restauración capitalista en ese país y en China, y por el consiguiente apogeo mundial del llamado “neoliberalismo”.

Con el “Santiagueñazo” se abrió en el país un nuevo período de intensificación y ascenso de la movilización obrera y popular. Allí, y en la verdadera oleada de puebladas[4] y rebeliones provinciales que le siguió, comenzaron a recuperarse -en nuevas condiciones históricas- algunos de los rasgos que habían caracterizado en la Argentina el anterior auge de masas de las décadas del ’60 y ’70.

Pocos días después, el 1º de enero de 1994, se produjo el levantamiento campesino-indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, México, en un marco continental de creciente oposición y resistencia a las políticas neoliberales.

A comienzos de 1994 se produjeron grandes movilizaciones de trabajadores estatales argentinos en las provincias de La Rioja, Jujuy, Salta, Chaco, Tucumán y Entre Ríos. Jujuy sería, durante 1994 y 1995, el centro de importantes luchas de los trabajadores municipales y estatales, con gran apoyo popular y un elevado nivel de organización para enfrentar la represión policial[5]. La lucha del pueblo de Jujuy, que venía desarrollándose desde principios de los ’90, forzó la renuncia de tres gobernadores (Ogando y Borgogno, 1994; Santillán, 1994). En el curso de ese movimiento comenzaría a descollar una nueva camada de dirigentes sindicales clasistas y combativos -encarnada en la figura del municipal jujeño Carlos “el Perro” Santillán-, revitalizando una corriente sindical de peso en los años ‘60 y ‘70. Simultáneamente, la provincia de Catamarca sería escenario de las mayores manifestaciones de su historia, exigiendo el esclarecimiento del asesinato de la adolescente María Soledad Morales en una turbia trama de corrupción que remonta sus hilos hasta los más altos niveles del poder político y económico provincial (Morandini, 1991, pp. 71-94).

El alza de la combatividad popular contribuyó a la reactivación del movimiento obrero. Las luchas de mayor repercusión fueron las que llevaron a cabo los metalúrgicos de las plantas fabriles de Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente. Entre 1994 y 1995, su lucha se centró en el reclamo de aumentos salariales y contra los intentos patronales de “racionalizar” sus inversiones mediante despidos masivos y cierre de plantas. En una de esas movilizaciones, en abril de 1995, cayó víctima de la represión el obrero de la construcción Víctor Choque[6]. Los trabajadores de la mina carbonífera de Río Turbio (en la sureña provincia de Santa Cruz) tomaron el yacimiento en defensa de su fuente de trabajo, con apoyo del conjunto de la población local[7].

También se reactivó el movimiento agrario. En 1994 se llevó a cabo un paro nacional agrario, con participación de pequeños y medianos productores -con centro en la región de la Pampa húmeda, que constituye el corazón cerealero del país-, que se destacó por su masividad y combatividad. En 1995 surgió el Movimiento de Mujeres en Lucha (MML), que desde su fundación organizó, pueblo por pueblo, principalmente en la provincia de La Pampa (donde nació), y en las de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, a miles de mujeres del campo para impedir el remate judicial de sus parcelas por falta de pago de las deudas acumuladas[8]. En esos años tomaron creciente masividad los Encuentros Nacionales de Mujeres; el IXº Encuentro, realizado en 1994 en la ciudad de Corrientes reunió a alrededor de 7.000 mujeres que adhirieron, mayoritariamente, a la Marcha Federal a realizarse en el mes de julio. El Xº, en 1995, congregó una cantidad similar en Jujuy, mientras que fueron 12.000 las que tomaron parte en el XIº Encuentro llevado a cabo en 1996 en Buenos Aires. Los Encuentros Nacionales de Mujeres constituyen una experiencia de avanzada por su grado de desarrollo y continuidad, constituyendo un movimiento autoconvocado, autónomo y horizontal en el que participan mujeres de todas las edades y estratos sociales de diversas pertenencias políticas, gremiales, étnicas, comunitarias y religiosas[9]. (...)Leer

En este contexto combativo se da el proyecto de la supersecretaría de Menem que se concretó con la justificación del atentado terrorista a la AMIA.

Buenos Aires. 21.07.94. El presidente Carlos Menem, creó una +supersecretaría+ que manejará a 60.000 hombres de las fuerzas de seguridad, y ésta ha sido la primera consecuencia del atentado que el lunes derrumbó la sede de una entidad judía en Buenos Aires y ocasionó 28 muertos, 147 heridos y 76 desaparecidos.(...)

Esta +supersecretaría+, según la bautizó la prensa cuando se trataba sólo de un proyecto, hace un mes, controlará en casos de emergencia a la Policía Federal, la Prefectura Naval y la Gendarmería, policías costera y de fronteras, respectivamente.

(...) 
El decreto de creación de la +supersecretaría+ ordena que los ministerios del Interior y Defensa pongan a disposición de la misma +la totalidad de los recursos materiales y humanos+ sin que esto afecte la dependencia de esas carteras de las tres fuerzas de seguridad.

(...)  Menem decidió que Antonietti presida además el Consejo de Seguridad Interior, un organismo que funciona en casos de catástrofes naturales o hechos que conmocionen a la sociedad, como atentados terroristas o conflictos sociales.

Ese consejo está formado por los ministros de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores, el secretario de Inteligencia del Estado
(jefe del servicio secreto civil), y los jefes de Estado Mayor de las tres Fuerzas Armadas.
(...)Fuente: http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/menem-crea-supersecretaria-de-seguridad-y-hay-76-desaparecidos-30241.html


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