Argentina ante el
balotaje
31 de octubre de 2015
Por Guillermo Almeyra (Rebelión)
En Argentina se vive un doble naufragio: el del siempre vago
proyecto “progresista” del kirchnerismo, con todas sus implicaciones a nivel
continental y de la UNASUR y el Mercosur ya golpeadísimos por la crisis brasileña,
y el mayor y más grave del país en su conjunto que, al votar en un 90 por
ciento por tres candidatos derechistas, discípulos de Carlos Menem, el funesto
Salinas de Gortari argentino, se entregó atado de pies y manos al arbitrio de
Estados Unidos y del gran capital.
Lo poco que
el país había avanzado con los gobiernos kirchneristas así como el
asistencialismo distributivo están en peligro de ser liquidados por cualquiera
de los dos candidatos. Las graves tendencias del kirchnerismo favorables a las
empresas y a la minería y las finanzas y a buscar una solución policial a los
problemas sociales, por el contrario, se multiplicarán.Daniel Scioli, candidato oficial a regañadientes, insultado, repetidamente debilitado y humillado por
¿Cómo se llegó a esto? Por las mismas razones que ponen en peligro la permanencia de Dilma Rousseff y del Partido de los Trabajadores en el gobierno de Brasil. O sea, por la impotencia y la falta de voluntad política para cambiar la estructura económica del país, que siguió siendo exportador de materias primas y, en particular, de granos y de soya, y por la corrupción con el objetivo de encontrar fondos para el asistencialismo clientelista, por un lado y, por otro, para comprar aliados derechistas (en Brasil, el PMDB y en Argentina, los gobernadores del OPUS DEI, antiabortistas, agentes de la gran minería extranjera), así como por la ignorancia (que llevó a considerar a la Argentina como un país que podía prescindir de los avatares del mercado mundial hasta que el alza del dólar y la caída de los precios de las exportaciones obligaron a la presidente a dar manotazos de ahogada y a separarse de hecho del Mercosur, de UNASUR y del integracionismo sudamericano).
Junto con la corrupción, la arrogancia y los pésimos resultados económicos, los gravísimos errores políticos de una presidente que no escuchaba a nadie desgastaron al kirchnerismo.
El mayor dislate fue creer en sociólogos y filósofos vendedores de humo que sostenían que se habían acabado las clases y que, al no existir, por lo tanto un movimiento obrero, el sujeto del cambio era “la juventud”. En efecto, mientras el peronismo de Perón se apoyó en los obreros para hacer una política nacionalista burguesa, el kirchnerismo trató de mantener a los trabajadores al margen, pidiéndoles su voto sólo como ciudadanos. De ese modo diluyó la conciencia elemental de clase de los obreros peronistas y pasó a depender únicamente de los funcionarios juveniles de La Cámpora y de la verborrea incesante de
De esa visión central surgió la perspectiva cultural reaccionaria del kirchnerismo. La transformación, en héroe nacional del gran terrateniente Juan Manuel de Rozas, ultraclerical y partidario de los valores de la Colonia española, el acuerdo con el Papa peronista de derecha, la creación de una Secretaría del Pensamiento Nacional (¡!), la idea de que hacer cultura es difundir gratuitamente solamente cumbias villeras, son la expresión de ese conservadurismo paternalista y reaccionario que favoreció la difusión de la ideología de la derecha proimperialista y alejó sectores progresistas.
La presidente eligió siempre sus primeros ministros entre ex menemistas. Así fue en el caso de Alberto Fernández, hoy opositor, en el de Sergio Massa, informante de la embajada estadounidense y también opositor, en el de Aníbal Fernández, tan desprestigiado que más de un millón de votantes de Scioli no votaron por él. La misma elección de ex menemistas la hizo en el plano económico y hasta en el caso de su vicepresidente, el corrupto Amado Boudou.
Argentina es un país de proyectos interrumpidos a mitad por incapacidad o cobardía: el peronismo fue derrocado en 1955 por el miedo de Perón a depender de los obreros si los armaba en su defensa; el radical Arturo Frondizi fue derribado en los 60 por su temor a ir hasta las últimas consecuencias y el también radical Raúl Alfonsín en los 80 porque se opuso a los obreros y no quiso vencer a la derecha oligárquica. El kirchnerismo es el último de ellos porque quiso gobernar sobre la base de una alianza entre la burguesía nacional, que es debilísima, casi inexistente, y un movimiento obrero al cual desarma políticamente y maniata.
El naufragio del país es inevitable tanto si gana Daniel Scioli como si vence Mauricio Macri, el peronista menemista que se tragó un bigote postizo mientras bailaba imitando a su ídolo Freddy Mercury y tuvo que ser salvado in extremis. No hay otra opción que el voto en blanco aunque es posible que aumente la abstención y que la mayor parte del 20 por ciento que votó por Massa, que es peronista de derecha, vaya a Scioli y no a Macri, por el cual votan los antiperonistas. En cualquier de los casos saldrá elegido un reaccionario con el voto de medio país por falta de otra opción y los que luchan por una alternativa al sistema -como el FIT, con su 3.75 por ciento- podrán desarrollarse entre los huérfanos del kirchnerismo.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205113
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¿Cómo crecen las derechas?
8 de noviembre de 2015
"No se puede
hablar de una reanimación de la izquierda anticapitalista cuando no hay grandes
movimientos antisistémicos ni en Europa ni en América y cuando aquélla
prácticamente no existe en Rusia, donde Putin lleva a cabo una política que
mezcla los restos del zarismo con los del estalinismo, ni existe sino en
pequeños núcleos en China, cuyo gobierno se dedica con ahínco a construir un
capitalismo moderno". Opinión de Guillermo
Almeyra.
Immanuel Wallerstein ve una
reanimación de la izquierda a escala mundial, basándose en el triunfo de Justin
Trudeau en Canadá; en la victoria de Jeremy Corbyn en el Partido Laborista
británico, o en la existencia de un nuevo gobierno australiano. Estos cambios
en el Commonwealth son saludables, pero Trudeau es liberal –en el mejor sentido
de la palabra–, no anticapitalista; Corbyn expresa solamente una tendencia
radical en un partido burgués de origen obrero que trata de recurrir a sus
orígenes para no ser barrido completamente del panorama político y Australia
depende demasiado de su comercio con China, lo que explica sus reticencias en
las relaciones con Londres y Washington.
A mi juicio, no se puede hablar
de una reanimación de la izquierda anticapitalista cuando no hay grandes
movimientos antisistémicos ni en Europa ni en América y cuando aquélla
prácticamente no existe en Rusia, donde Putin lleva a cabo una política que
mezcla los restos del zarismo con los del estalinismo, ni existe sino en pequeños
núcleos en China, cuyo gobierno se dedica con ahínco a construir un capitalismo
moderno.
¿Cuál "reanimación"
puede haber cuando en Alemania se refuerza Angela Merkel; en Francia el primer
partido es el Frente Nacional lepenista (con el cual, dicho sea de paso, Putin
tiene relaciones privilegiadas); en Europa central y en Escandinavia predominan
las fuerzas ultraderechistas y crecen los nazis; en España sigue siendo
mayoritario el franquista Partido Popular de Rajoy, y en Italia no hay
izquierda, pero sí derecha fascista o fascistizante, por no hablar de lo que
sucede en Argentina, en Brasil, en Venezuela misma, y de los problemas
gravísimos que enfrentan todos los gobiernos llamados "progresistas"
de América Latina?
Ni siquiera en los años
treinta, entre las dos guerras, los movimientos que se declaran
anticapitalistas estuvieron tan débiles y tan aislados. Hoy la derecha avanza
por doquier, mientras en 1934 los obreros socialistas y comunistas impusieron
su unidad clasista y aplastaron en la calle a los clerical-fascistas. En los
años 34-39, con la insurrección de Asturias y el gobierno de izquierda de 1936,
el pueblo español combatió a la monarquía fascista, en Chile y en Brasil los
obreros aplastaron al fascismo en la calle, en Argentina crecieron enormemente
las huelgas y los sindicatos, en Cuba los estudiantes y el pueblo derribaron la
dictadura de Machado.
Elemento fundamental de esas
resistencias fue la esperanza en la posibilidad de una salida anticapitalista a
la crisis y la existencia de un movimiento obrero de masas anarquista,
socialista, comunista que hoy no existe, pues fue primero castrado y finalmente
destruido por las políticas de los partidos socialdemócratas y comunistas que
culminaron con las transformaciones de las burocracias estalinistas rusa y
china en millonarios capitalistas, mafiosos y corruptos.
La derecha crece cuando logra
ganar terreno ideológico en los desocupados desesperados y los sectores más
atrasados de los trabajadores y las clases medias pobres, que se unen en torno
de la minoría de grandes capitalistas o de un grupo de advenedizos y
aventureros al servicio de éstos.
La izquierda crece –en cambio–
cuando se mide y se ve a sí misma pesando en las luchas antisistémicas, no
cuando se institucionaliza y se adapta al juego electoral tras someterse al
Estado capitalista siguiendo a una dirección plebeya "progresista"
que no quiere ni puede salir de los marcos del sistema.
Evo Morales no fue el creador
de la izquierda social boliviana: fueron las luchas masivas por el agua y por
el gas y las movilizaciones campesinas e indígenas las que expulsaron a Sánchez
de Lozada e impusieron elecciones en las que ganó Evo sobre la base de la nueva
relación de fuerzas sociales que después permitió derrotar el separatismo y las
maniobras de la
derecha. Hugo Chávez no creó el chavismo. Simplemente
canalizó, con su voluntad revolucionaria y su negativa a rendirse, la exigencia
informe de un cambio social que había originado el Caracazo y que después se
organizó para liberar al presidente Chávez derrotado y detenido. Incluso el
triunfo electoral de Kirchner fue posible sólo por la sangrienta movilización
de diciembre del 2001 que obligó a huir en helicóptero a un presidente de la Unión Cívica Radical.
Los gobiernos
"progresistas" –al subordinar los movimientos sociales al Estado y al
aceptar las reglas del establishment queriendo aparecer "sensatos" y
ganar el apoyo electoral de sectores conservadores– destruyen no sólo su base
social sino también la conciencia política de la misma, como la griega Syriza y el
español Podemos. Ellos difunden una ideología que castra a los trabajadores. El
kirchnerismo lo hizo al sostener que no existen las clases (¡en un país donde
las clases dominantes tienen una clara y brutal conciencia de clase!) y Lula y
la dirección del PT porque creían que, con tal de gobernar, era lícito
prescindir de la ética, tener políticas conservadoras y entrar en cualquier
componenda para comprar una mayoría.
Sin la lucha contrahegemónica
de las izquierdas anticapitalistas en el campo político y cultural, la derecha
dominará ideológicamente sin trabas. Son las carencias de las izquierdas las
que hacen crecer las derechas, es la falta de independencia frente al Estado
capitalista y a sus gobiernos "progresistas" lo que desarma y desmoviliza
a los trabajadores, lo que les impide barrer a las burocracias sindicales
agentes del capitalismo, autorganizarse, crear poder cotidianamente desde
abajo, desarrollar sus capacidades e iniciativas. Los gobiernos que, como el
venezolano, creen poder llevar una lucha contra el imperialismo y la derecha
sólo con el aparato estatal y sobre todo las fuerzas armadas y mucha retórica
nacionalista, preparan su pérdida. Los instrumentos del capitalismo –y el
Estado actual es uno de ellos– son débiles e insuficientes para la lucha contra
el gran capital. Si quieres democracia, lucha por la revolución social.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article10994
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