44 Aniversario de la CGT de los Argentinos
31 de marzo de 2012
Por
Leónidas Ceruti,
historiador.
En el
Congreso Normalizador de la CGT “Amado Olmos”, para los días 28, 29 y 30
de marzo de 1968, las distintas corrientes del movimiento obrero
chocaron entre sí. El Congreso se transformó en una verdadera batalla
contra la dictadura, contra el participacionismo y el colaboracionismo
de los burócratas. En él tuvieron cabida las aspiraciones de lucha de
los trabajadores, y su voluntad de impulsar la lucha antidictatorial.
El sindicalismo desde el golpe del 66
Sindicalistas como Vandor, Coria y Alonso conspiraron activamente para
el derrocamiento del presidente Illía. Luego, su presencia en la
asunción del gobierno dictatorial, y posteriormente a los pocos días, la
firma del convenio de los metalúrgicos en la Casa de Gobierno, fue otro
símbolo, de la relación de Vandor con los militares golpistas.
Entre las primeras medidas tomadas por la dictadura que afectaron a la clase obrera estuvo la suspensión por cuatro meses del decreto 969/66, dictada por el gobierno de Illía, que promovía el pluralismo y la federalización de los sindicatos, y se devolvió la personería gremial a varios sindicatos que habían sido sancionados durante el gobierno radical. Posteriormente, se promulgo la ley 16.936 de “arbitraje obligatorio”, medida duramente criticada por los sindicalistas, ya que la misma limitaba el derecho de huelga. Además, Onganía, ordenó que fuesen intervenidos varios gremios como el Sindicato de Prensa y Canillitas, Sindicato Unidos Portuarios Argentinos (SUPA), Trabajadores del Pescado de Mar del Plata, Municipales de Córdoba, Empleados del Tabaco.
La
política anti-popular que llevó a cabo el gabinete económico, más la
represión que se ejerció a los reclamos obreros, hicieron añicos el
galanteo entre algunos sindicatos y el gobierno. En distintas provincias
del país, se iniciaron protestas obreras que de a poco inauguraron un
tiempo de sangre y plomo.
La
policía, siguió reprimiendo varias manifestaciones de trabajadores: como
la de Luz y Fuerza de Buenos Aires, o la de los gremios del riel, como
la Unión Ferroviaria y La Fraternidad.
Los
desocupados comenzaron a pulular como resultado del despido de miles de
trabajadores. La FOTIA (Federación de Obreros y Trabajadores de la
Industria Azucarera) en Tucumán, por tal motivo, decidió convocar a una
huelga. Córdoba no se quedó atrás, y a fines de enero de 1967 los
obreros de la fábrica de automóviles IKA (Industrias Kaiser Argentinas),
dieron inicio a los paros al conocer que 950 operarios habían quedado
sin trabajo.
En
febrero de ese año, la CGT presionó al gobierno anunciando un plan de
lucha. Pero los militares contraatacaron con rapidez: se denuncio la
existencia de un plan terrorista, se interrumpió el diálogo con la
central obrera y se suspendió la personería gremial de varios gremios (FOTIA,
Unión Ferroviaria, UOM, FOETRA y otros). El plan de lucha planteado
naufragó.
Cuando a escasos días de su asunción del dictador Onganía, registraba entre sus medidas la disolución de los partidos políticos y de intervención a las universidades nacionales, muchos se preguntaron con los matices lógicos ¿porque no la CGT? Los golpistas estaban cumpliendo un compromiso, y en virtud de ello, la central obrera se negaba a tomar partido en el problema universitario y apoyaba sin reservas la disolución de las agrupaciones políticas.La designación de Rubens San Sebastián para la Secretaría de Trabajo, a mediados de octubre 1966, constituyó un rudo golpe para los sectores “rupturistas”, y a partir de ese instante se ratificó y robusteció el compromiso de “conciliación”. Dentro de la CGT el compromiso fue piloteado por Vandor, que estaba al frente de las 62 Organizaciones, y de esa manera lograba consenso entre los gremios “no alineados” e “independientes”. El gobierno buscaba un “pacto social”, pero cuando se promulgó la ley de arbitraje obligatorio, muchos creyeron ver un acto de fuerza, pero la CGT lo recibió con serenidad.
Los
anunciados reordenamientos portuarios y ferroviarios, para modificar la
infraestructura de los puertos (reequipamiento) y de los ferrocarriles
(transformación del sistema de transporte) provocaron sendos conflictos.
Se agregaron a los conflictos los azucareros tucumanos.
A pesar
de las expectativas y del apoyo de los jerarcas sindicales hacia el
nuevo gobierno, producto de las disposiciones tomadas en materia de
legislación laboral y del plan económico, sectores del sindicalismo
respondieron con paros como en General Motors, empleados de farmacia,
lecheros, papeleros, textiles, metalúrgicos, transporte, portuarios,
maestros, construcción. En Tucumán los enfrentamientos de los obreros de
los Ingenios azucareros, con las patronales y la política impulsada
desde el gobierno llevaron a la ocupación de diferentes empresas,
manifestaciones, asambleas, hasta choques armados, lo que originó una
fuerte represión, con la trágica muerte de Hilda Guerrero de Molinas.
Desde
mediados de octubre se llevó adelante durante más de dos meses una
huelga portuaria, contra la racionalización del personal, nuevas
reglamentaciones del trabajo. Los dirigentes de la CGT no los apoyaron
ni se solidarizaron con los huelguistas. Durante el conflicto se
realizaron manifestaciones, actos y se instalaron dos comedores para
portuarios funcionaron en Dock Sur y La Plata. Con el gremio
intervenido, muchos trabajadores fueron despedidos, y la CGT reaccionó
demasiado tarde y convoco a un paro general para el 14 de diciembre.
En medio
del clima creado por la huelga portuaria se convocó al Comité Central
Confederal de la CGT para el 30 de noviembre. Allí se vio que dirigentes
de importantes federaciones ya no adherían a lo que se llamaba la
“expectativa esperanzada” en el gobierno de Onganía.
El propio
Vandor tuvo que confesar que “después del discurso del presidente hemos
visto claramente la pata de la sota, y no tenemos ningún tipo de
esperanzas”. Lorenzo Pepe, de los ferroviarios, agregó “Ante la política
de libre empresa del gobierno, los trabajadores debemos plantearnos
nuestros propios objetivos y salir a la lucha”.
De esa
manera se llegó al primer paro general a nivel nacional durante el
gobierno de Onganía, el 14 de diciembre de 1966. La medida se acató en
las fábricas industriales, el comercio, los bancos, los ferrocarriles.
La CGT no propagandizó la huelga, y “algunos de sus dirigentes, como
Vandor, Prado y Cardoso, tergiversaron sus objetivos, haciendo creer que
era para apoyar a los “hombres buenos” del gobierno y repudiar a los
“malos”.
La CGT
decidió a principios del 67, dos medidas que terminaron en un rotundo
fracaso como fueron el Plan de Lucha del 22 de febrero y el paro general
del 1º de marzo. La dictadura contestó con dos medidas: la intervención
de más gremios, entre otros la UOM, Unión Ferroviaria, Sindicato Único
Petroleros del Estado y reflotó el decreto 969/66 de Illía.
La agresión hacia las conquistas históricas de la clase obrera continuó en los años venideros. Agustín Tosco las sintetizó en estas líneas “retiro de personería a sindicatos, desconocimiento de las representaciones laborales en organismos del estado, imposición del arbitraje obligatorio, anulación del salario mínimo, vital y móvil, legislación contra el derecho de huelga, anulación de la ley 1884 de indemnización reduciendo sus montos a la mitad, cesantías, suspensiones, rebajas, de categorías, perdidas de salario, suspensión de la estabilidad en varias convenciones colectivas de trabajo: aumento de la edad para jubilarse y régimen de alquileres de libre contratación”.
Luego,
del fracaso de las iniciativas de la central obrera a comienzos del 67,
creció la relación de los sindicatos colaboracionistas con el gobierno.
Por su parte, Vandor decidió dar batalla por la conducción del
peronismo, y lanzó su célebre frase: “para salvar a Perón, hay que estar
contra Perón”.
La CGT
debió efectuar una suerte de modificación para delinear una nueva
estrategia. Así es como las dos alas de las 62 Organizaciones se
unificaron bajo la hegemonía de Vandor, pero surgió un sector llamado
“Nueva Corriente de Opinión”, liderado por José Alonso (del Sindicato
del Vestido), Rogelio Coria (de la Construcción) y Juan José Taccone (de
Luz y Fuerza), que planteaban dejar de lado los métodos de presión y
colaborar abiertamente con el régimen militar.
El
Congreso Normalizador de la CGT
Citado el
Congreso Normalizador de la CGT, “Amado Olmos”, para los días 28, 29 y
30 de marzo de 1968, las distintas corrientes del movimiento obrero
chocaron entre sí. El lugar elegido fue la sede de la Unión Tranviarios,
al que asistieron 290 delegados sobre 447 en condiciones de participar,
de 39 federaciones.
La gran mayoría de los delegados, presionados por las bases,
concurrieron con un espíritu de legítima hostilidad hacia los jerarcas
colaboracionistas y participacionistas. Éstos comprendieron que serían
repudiados, y no se presentaron. Los congresales de Luz y Fuerza,
construcción, metalúrgicos, comercio, vitivinícolas, petroleros y otros
recibieron orden de no concurrir con el fin de frustrar el quórum e
imponer la postergación del Congreso.
La
Comisión de Poderes, desafiando las pretensiones del gobierno, aceptó
las credenciales de los delegados de los gremios intervenidos: Unión
Ferroviaria, químicos, prensa, portuarios, telefónicos y azucareros.
La
Comisión de Delegados sostuvo que el congreso no era lo bastante
representativo para sesionar, pero la protesta generalizada de la sala
obligó a presidir el congreso. Posteriormente se retiraron nueve
miembros de esa comisión, lo mismo que los delegados del vestido, aguas
gaseosas, SOEME y madera.
El Congreso Normalizador de la CGT se transformó en una verdadera batalla contra la dictadura, contra el participacionismo y el colaboracionismo de los burócratas. En él tuvieron cabida las aspiraciones de lucha de los trabajadores, y su voluntad de impulsar la lucha antidictatorial.Tanto vandoristas como participacionistas se valieron de una “chicana” política (según éstos, sólo podían concurrir los sindicatos en condiciones estatutarias) y la CGT quedó definitivamente quebrada en dos partes. Se retiraron del congreso tanto vandoristas como colaboracionistas, constituyendo la “CGT de Azopardo”, que paso a ser la “CGT oficialista y colaboracionista”, mientras que el resto de los gremios conformaron la CGT de los Argentinos (CGTA) o de Paseo Colón. Los participacionistas levantaron la consigna “Primero la unión, después la lucha”, mientras que la CGTA comandada por Ongaro, les respondieron planteando “Primero la lucha, después la unión”.(...)
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