2.5K2Fuente: Fuente:
El capitalismo no
marcha hacia atrás: la ofensiva conservadora en América Latina
14
de julio de 2017
Por Santiago Mayor(Rebelión)
Desde hace varios años que partidos y movimientos políticos de
derecha han avanzado en la región, ya sea haciéndose con el gobierno o logrando
imponer agenda. Lejos de querer retroceder en el tiempo, esta dinámica se
inscribe en una nueva etapa del capitalismo mundial.
La excepción latinoamericana
Quizás la perspectiva nos hace perder el
cuadro global, pero la oleada progresista y revolucionaria que vivió América
Latina a comienzos del siglo XXI fue una excepción a nivel mundial. El
neoliberalismo (fase superior del capitalismo de posguerra) siguió su expansión
en todo el planeta.
En ese marco la impugnación política que
sufrió ese modelo en varios países de la región, como se vio en el “no al ALCA”
de 2005 y en diversas políticas redistributivas internas, supuso en la mayoría
de los casos una continuidad respecto a la inserción de esas economías en el
mercado mundial (como en los modelos neodesarrollistas de Argentina y Brasil).
Pero aún incluso en los procesos más radicalizados como los de Venezuela y
Bolivia, no se logró ir más allá de una confrontación parcial que nunca dejó de
depender en gran medida del rol asignado a Latinoamérica en la división
internacional del trabajo.
Los límites propios de los procesos latinoamericanos que no
lograron avanzar y consolidar iniciativas soberanas conjuntas (como el Banco
del Sur o el ALBA) que permitieran generar resortes contra las crisis económica
mundial, terminaron siendo el campo fértil sobre el que se dio la ofensiva
conservadora.
Ganamos las elecciones, pero igual perdimos
El mismo fin de semana que Mauricio Macri
ganaba el ballotage, Joao Pedro Stédile -dirigente del Movimiento Sin Tierra de
Brasil- afirmaba en una charla en la Escuela Florestán
Fernandes de Sao Paulo que en su país se habían ganado las
elecciones, pero el pueblo había perdido igual. La referencia era al triunfo de Dilma Rousseff sobre Aecio Neves en 2014, que no
impidió que por presión de sectores conservadores (dentro y fuera del gobierno)
a mediados de 2015 se aplicara un ajuste brutal.
Es que el modelo económico, asentado sobre la lógica extractivista
y de producción de materias primas, se mostró corto de horizonte en cuanto el
mercado mundial comenzó a crujir luego de la crisis iniciada en 2007. Los
capitales volvieron al centro y la restricción externa, acompañada de una
devaluación de la moneda (tanto en Argentina como en Brasil) planteó un límite
a la posibilidad de distribución del ingreso con una consecuente caída en el
nivel de vida.
Como señalamos en noviembre de 2015, “esta crisis
de los modelos neodesarrollistas también plantea que la alianza entre las
burguesías locales y los sectores populares fracasó. Pero esta derrota del
‘capitalismo serio’ no fue una decisión de la clase trabajadora, sino de las
propias burguesías”.
Fueron estas últimas las que, ante los
primeros signos de retroceso de sus ganancias extraordinarias, le “soltaron la
mano” a esas alianzas y los gobiernos que las impulsaban. En parte por eso las
salidas a esos procesos fueron por derecha y no implicaron una profundización
de los aspectos más progresivos de aquellos modelos.
La reforma laboral brasileña y el avance del
capitalismo dependiente
La promesa de Mauricio Macri de que las
inversiones iban a llover una vez que él fuera electo presidente tuvo el error
de cálculo de no considerar los movimientos geopolíticos y económicos
mundiales. Acertado en la política local -que le permitió ganar las
elecciones-, pretendió aplicar un modelo económico que no tiene cabida ante la
incertidumbre global.
Por eso el espejo de Brasil y su reforma laboral se muestra como un camino a seguir. Es
que cuando se toma distancia de la primera impresión, esta no supone una vuelta
al pasado. Por el contrario, la ley brasileña avanza en el sentido lógico de
una economía capitalista dependiente.
La dificultades, producto del intercambio desigual entre los
países industrializados y aquellos que son productores de materias primas,
llevan a estos últimos -ante la imposibilidad de revertir la ecuación
internacional- a compensar esa transferencia de valor de la periferia al centro
dentro de sus propios territorios.
En los años ‘70, el teórico de la dependencia Ruy Mauro
Marini, un sociólogo marxista brasileño, definió este mecanismo de compensación
como “superexplotación del trabajo”.
En su texto Dialéctica
de la dependencia (1973),
Marini explicó que este modo específico de explotación se puede dar por tres
factores: “El aumento de la intensidad del trabajo (…) logrado a través de una
mayor explotación del trabajador y no del incremento de su capacidad de
trabajo”; “la prolongación de la jornada de trabajo, es decir, del aumento de
la plusvalía absoluta en su forma clásica”; y la posibilidad de reducir “el
consumo del obrero más allá de su límite normal (…) implicando así un modo
específico de aumentar el tiempo de trabajo excedente”.
El teórico brasileño también señaló que “esto
es congruente con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la
economía latinoamericana, pero también con los tipos de actividades que allí se
realizan”. Es que en la industria fabril “un aumento de trabajo implica por lo
menos un mayor gasto de materias primas”, mientras que en la industria
extractiva y en la agricultura “el efecto del aumento el trabajo sobre los
elementos del capital constante son mucho menos sensibles, siendo posible, por
la simple acción del hombre sobre la naturaleza, incrementar la riqueza
producida sin un capital adicional”.
Si bien estos postulados no necesariamente se
presentan “puros” en la realidad, las similitudes con la ampliación de la
jornada laboral, reducción de derechos y aumento de la edad jubilatoria
impulsadas por el gobierno de Michel Temer, resultan sorprendentes.
Para el capitalismo dependiente latinoamericano
las condiciones de posibilidad de su existencia están dadas por reforzar esos
mecanismos que buscan remunerar la fuerza de trabajo “por debajo de su valor”.
No vamos a volver
Ese es entonces el camino “viable” para la
derecha latinoamericana que busca tomar la iniciativa. Pero
también es una advertencia para quienes desde la vereda opuesta buscan plantear
alternativas que -en palabras de Álvaro García Linera- abran una nueva “oleada
revolucionaria”.
Retrotraer la situación a lo sucedido durante
los últimos 15 años, no es una opción. Excede la voluntad: las condiciones
económicas extraordinarias que generaron esas coyunturales alianzas de clases,
ya no existen.
@SantiMayor
No hay comentarios:
Publicar un comentario