Detrás 
  de la campaña antimapuche
  
  Extractivismo, medios y 
un genocidio que no termina
  11 de 
  agosto de 2017
  
  Por 
  Darío Aranda
  (lavaca)
  “Los indígenas no aceptamos el extractivismo. 
  Y 
  vamos a morir luchando contra las mineras, petroleras, empresas transgénicas. Por eso nos consideran un peligro”. Los líderes mapuches 
  se defienden y contestan los discursos que los tratan de separatistas, 
  terroristas o cosas peores. 
  “La plurinacionalidad no es una propuesta 
  separatista ni excluyente. Por el contrario, es una herramienta para la 
  unidad en la diversidad”. 
  Se encargan de explicar lo que – parecía- ya 
  estaba dado: la propia legislación argentina reconoce los derechos de 
  los pueblos originarios. Pero no se cumple. Por qué: las presiones de 
  terratenientes y empresas como Benetton. La operación de los medios. 
  
  El rol del modelo económico. Y un genocidio que no 
  termina. Darío Aranda explica en esta nota el marco de la avanzada del 
  gobierno contra los mapuches, en medio de la desaparición de Santiago 
  Maldonado.
  El modelo extractivo: petrolero, minero, 
  agropecuario, forestal.
  
  Una multinacional (Benetton) con directa 
  influencia en el poder político y judicial.
  Políticas de Estado de despojo y sometimiento.
  Un genocidio que jamás tuvo su “nunca más”.
  Sólo algunos de los elementos detrás de la 
  campaña que pide represión para el Pueblo Mapuche.
  Extractivo
  
  Durante el menemismo se aprobó la ingeniería 
  legal que dio pie a la profundización del extractivismo en Argentina: 
  leyes mineras, privatización de YPF, ley forestal, aprobación de 
  transgénicos con uso de agrotóxicos. Pero la implementación en los 
  territorios se dio durante el kirchnerismo. Dos ejemplos: se pasó de 40 
  proyectos mineros en estudios (en 2003) a 800 proyectos (en 2015); de 12 
  millones de hectáreas con soja transgénica se pasó a 20 millones (22 en 
  la actualidad).
  El macrismo continúa esa línea: quite de 
  retenciones a la minería, baja de retenciones al agro, flexibilización 
  laboral para trabajadores petroleros. Más extractivismo, más avance 
  sobre territorios rurales, donde viven pueblos indígenas y campesinos.
  Amnistía Internacional contabilizó un piso de 
  250 casos conflictivos, entre los que detectó un punto en común: detrás 
  siempre hay empresas (agropecuarias, petroleras y mineras, entre otras), 
  que actúan en complicidad, por acción u omisión, de los gobiernos.
  Cómo sucedió con la Campaña del Desierto, que 
  tenía como fin económico incluir tierras al mercado capitalista, la 
  Argentina del Siglo XXI repite la historia de avanzar sobre los pueblos 
  indígenas.
  Preexistente
  “Mapuche” significa en mapuzungun “gente de la 
  tierra”. Los mapuches, como todos los pueblos indígenas del continente, 
  son a partir del vínculo con el territorio. De allí proviene su 
  historia, su cultura, su filosofía, su vida y de ese territorio dependen 
  sus hijos, nietos y su futuro como pueblo.
  Un argumento falaz para atacar a los indígenas 
  del sur es que decir que son chilenos. Los pueblos indígenas tienen 
  miles de años de historia, y el Pueblo Mapuche en particular existe 
  desde muchos antes de la conformación de los Estado-nación. Es decir, 
  son previos a la existencia de Argentina y Chile. El artículo 75 de la 
  Constitución Nacional lo reconoce: 
  “Reconocer la preexistencia étnica y 
  cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su 
  identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; 
  reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y 
  propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y 
  regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo 
  humano (…). Asegurar la participación en la gestión referida a sus 
  recursos naturales y a los demás intereses que los afecten”.
Ante cada campaña mediática de ataque a los mapuches, académicos repudian las falsedades de sectores periodísticos. En enero pasado, investigadores del Conicet escribieron un texto que resume cientos de estudios académicos: “Afirmamos que los mapuches no son araucanos de origen chileno y no exterminaron a los tehuelches (…) Los mapuches no son “indios chilenos”, sino pueblos preexistentes. Esto significa que vivían en estos territorios antes de que existieran los Estados y que había mapuches en lo que hoy es Argentina”.
  Periodismo represivo
  “Denuncian vínculos de grupos mapuches con las 
  FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)”, tituló el diario 
  Perfil el domingo 8 de enero en un extenso artículo, referido al 
  conflicto del Lof (comunidad) Resistencia Cushamen con la empresa 
  Benetton. La nota, firmada por Cecilia Moncalvo, acusó: “A medida que 
  aparecen más datos, la acción de (Facundo) Huala y su grupo puede ser 
  leída como el germen de una forma violenta de protestar y de hacer 
  política. Hay datos, como que en zonas limítrofes la Gendarmería envió 
  más personal, mientras que diputados chilenos y periodistas y 
  productores argentinos mencionan a las FARC colombianas como parte de la 
  financiación del grupo (…). Abre interrogantes sobre una zona liberada 
  previamente y de tráfico de armas de Argentina a Chile. Facundo Jones 
  Huala sería el nexo”.
  Dos días después, el martes 10 de enero, hubo 
  feroces represiones sobre el Lof Mapuche. Una por la mañana (Gendarmería 
  Nacional). Otra por la tarde (policía de Chubut). El miércoles se 
  produjo un tercer operativo violento. Tres represiones en dos días. Una 
  cacería de mapuches. Una decena de presos. Otro tanto de heridos. Dos de 
  gravedad. La imagen de Fausto Jones Huala, con un balazo en el cuello, 
  recorrió el país.
  A la campaña anti-indígena se sumó el diario 
  Clarín, con un extenso artículo anunciado en tapa el domingo 22 de enero 
  y doble página interna. “Facundo Jones Huala, el mapuche violento que le 
  declaró la guerra a la Argentina y Chile”, fue el título, firmado por 
  Gonzalo Sánchez. Citó en seis oportunidades voces oficiales del 
  Ministerio de Seguridad de Nación, Cancillería y Secretaría de 
  Seguridad. Todas voces en “off”, sin nombre ni apellido, que acusan al 
  Lof Cushamen de hechos tan insólitos como ajenos a la realidad. Según 
  Clarín:
  -Los mapuches están vinculados a grupos kurdos 
  y a la ETA del país Vasco.
  -Recibieron financiamiento del kirchnerismo.
  -Afirma que el Lof Cushamen ocasionó incendios, 
  secuestro de personas e intento de asesinatos, entre otros hechos.
  No se aporta ninguna prueba de todos estos 
  hechos. Sólo la opinión del gobernador Mario Das Neves y voces en off.
  Gonzalo Sánchez, autor de la nota y editor del 
  diario, repite lo de Cecilia Moncalvo en Perfil: vincula al Lof Cushamen 
  (y a Jones Huala) con la organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), 
  cuando la comunidad nunca ha declarado ser parte de esa organización. 
  Segunda coincidencia: Sánchez no otorga ni una línea a la voz del Lof 
  Cushamen, ni de sus abogados, ni de las organizaciones de derechos 
  humanos que acompañan.
  Infobae no se quedó atrás. “Violencia, anarquía 
  y apoyo externo: el perfil de dos grupos mapuches que tienen en vilo a 
  Chile y la Argentina”, tituló el 9 de agosto un artículo de Martín 
  Dinatale, con todas voces en off y ninguna entrevista a mapuches. Un 
  artículo que podría haber sido escrito por Patricia Bullrich.
  Insólita la nota de Claudia Peiró en Infobae. 
  Acusó a los mapuches de estar financiados por ingleses. “The Mapuche 
  Nation, el pueblo originario con sede en Bristol, Inglaterra”. No aporta 
  una sola prueba que acredite esa relación.
  Clarín retrucó. “Jones Huala redobla la 
  apuesta: llamó a la rebelión y la lucha armada. Desde el penal donde 
  está detenido, el referente mapuche convocó abiertamente a la acción 
  violenta”. Firmada por el corresponsal el Bariloche, Claudio Andrade, 
  conocido de las organizaciones mapuches por sus continuas que rozan el 
  racismo.
Por otro lado, también sobresalen comunicadores, intelectuales, artistas y políticos no dudaban en echar sospechas sobre el líder qom Félix Díaz de Formosa y, al mismo tiempo, silenciar las atrocidades del gobierno feudal de Gildo Insfrán. Figuras radiales afines al kirchnerismo relativizaban el reclamo qom y hasta hacían entrevistas condescendientes a Insfrán. En el “mejor de los casos”, se llamaban a silencio ante la violación de derechos. El periodismo afín al kirchnerismo apoyó fervientemente la explotación petrolera en Vaca Muerta, aunque allí se violaban derechos indígenas y también se reprimía (y se reprime). Con el macrismo en el poder, esos mismos periodistas, intelectuales y artistas se horrorizan y repudian la violencia que sufren los mapuches.
  Periodistas de uno y otro lado tienen una 
  coincidencia: escriben sobre un hecho sin recorrer el territorio. No 
  visitan (ni visitarán) las comunidades indígenas. Son periodistas de 
  escritorio. Y sus mentiras repercuten de la peor manera: legitiman 
  represiones.
  Genocidio
  Robo de bebés. Desaparición de personas. 
  Torturas. Campos de concentración. Asesinatos.
  Lo sufrió la sociedad argentina en manos de la 
  última dictadura cívico-militar.
  Lo sufrió el pueblo judío en manos del nazismo.
  El Pueblo Mapuche también padeció robo de 
  bebés, desaparición de personas, torturas, campos de concentración, 
  asesinatos. Pero no hubo jamás pedido de perdón, tampoco reparación ni 
  justicia. No hubo un “nunca más” para lo sufrido por los pueblos 
  indígenas.
  Diana Lenton, doctora en antropología y docente 
  de la UBA, lo resume así: 
  “El Estado se construyó sobre un 
  genocidio. Se requirió que no hubiera más diversidad interna. Se anulan 
  los tratados con los indígenas, el Estado se garantizó que no iban a 
  interferir en la constitución de ese Estado. Es lo que se llama 
  genocidio constituyente, son genocidios que dan origen a un Estado”.
  Recuperaciones
  “Wiñomüleiñ ta iñ mapu meu” significa en idioma 
  mapuche “territorios recuperados”. Es un anhelo, una práctica 
  reivindicatoria y, sobre todo, un derecho de los pueblos originarios 
  volver a parcelas que les fueron arrebatadas en el pasado. En los 
  últimos quince años, y luego de agotar la instancia administrativa y 
  judicial, el Pueblo Mapuche recuperó 250 mil hectáreas que estaban en 
  manos de grandes terratenientes.
  Los pequeños burgueses urbanos deben permanecer 
  tranquilos: los indígenas no ocuparán los departamentos en Palermo o 
  Recoleta, ni les interesan las mansiones de Nordelta. Sólo vuelven a las 
  tierras de sus antepasados que hoy están en manos de grandes empresas.
  Los legalistas también deben estar conformes: 
  las recuperaciones territoriales están respaldadas por tratados 
  internacionales, que tienen rango superior a las leyes locales.
  “Siempre que sea posible, los pueblos indígenas 
  deberán tener el derecho de regresar a sus tierras tradicionales en 
  cuanto dejen de existir las causas que motivaron su traslado y 
  reubicación”, detalla el artículo 16 del Convenio 169 de la Organización 
  Internacional del Trabajo (OIT), que tiene rango superior a las leyes 
  nacionales. El artículo 14 también apunta: “Deberán tomarse medidas para 
  salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras 
  que no estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan 
  tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de 
  subsistencia”.
  La Declaración de las Naciones Unidas (ONU) 
  sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre de 2007, 
  remarca en su artículo 10 “la opción del regreso” frente a los 
  desplazamientos forzados y, en su artículo 28, legisla que “tienen 
  derecho a la reparación, por medios que pueden incluir la restitución 
  (…) por los territorios y los recursos que tradicionalmente hayan 
  poseído u ocupado o utilizado de otra forma y que hayan sido 
  confiscados, tomados, ocupados, utilizados o dañados”.
  “Las comunidades indígenas en la jurisprudencia 
  de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)” es el título del 
  trabajo sobre Derecho internacional de Rolando Gialdino, ex secretario 
  de Derechos Humanos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 
  máximo tribunal del país. Al analizar la acción de la CIDH, abordó la 
  posesión ancestral: “Los miembros de los pueblos indígenas que 
  involuntariamente han perdido la posesión de sus tierras, y éstas han 
  sido trasladadas legítimamente a terceros inocentes, tienen derecho de 
  recuperarlas o a obtener otras tierras de igual extensión y calidad”.
La recuperación territorial implica mucho más que hectáreas: instala una concepción diferente de la tierra, que interpela el concepto de propiedad individual en busca de rentabilidad y lo suplanta por un espacio de ocupación colectivo, “territorio ancestral”, imprescindible para el desarrollo como pueblo originario.
  Benetton
  En 2007, la comunidad mapuche Santa Rosa 
  Leleque volvió al territorio indígena: recuperó 625 hectáreas dentro de 
  lo que entonces era parte de la estancia Leleque de Compañía de Tierras 
  Sud Argentino (Grupo Benetton), ubicada entre Esquel y El Bolsón. El 
  caso tomó repercusión nacional e internacional. Rosa Rúa Nahuelquir y 
  Atilio Curiñanco, autoridades de la comunidad, viajaron a Roma junto al 
  Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel. Se entrevistaron con la familia 
  Benetton, que prometió la donación de tierras dentro de Chubut. Pero la 
  compañía sólo ofreció parcelas que eran improductivas.
  La comunidad no aceptó y aclaró que los pueblos 
  indígenas no aceptaban “donación” sino “restitución” por tierras que 
  habían sido robados por privados. La causa avanzó en tribunales, hubo 
  intento de desalojos, pero la comunidad permaneció en el lugar. Benetton 
  nunca aceptó la derrota entre otras cosas porque habilitaría que otras 
  comunidades repitieran la acción.
  En noviembre de 2014, el Estado (provincial y 
  nacional) finalizó el relevamiento territorial de la comunidad Santa 
  Rosa Leleque. En el marco de la Ley Nacional 26.160 reconoció la 
  posesión y uso de las 625 hectáreas por parte del Pueblo Mapuche. La 
  comunidad siempre denunció las irregularidades en el título que adquirió 
  la compañía Benetton (explicadas en detalle en el libro “Ese ajeno sur”, 
  del investigador Ramón Minieri).
  El 13 de marzo de 2015 se produjo una nueva 
  recuperación territorial en la estancia Leleque de Benetton. 
  “Actuamos 
  ante la situación de pobreza de nuestras comunidades, la falta de agua, 
  el acorralamiento forzado hacia tierras improductivas y el despojo que 
  se viene realizando desde la mal llamada Conquista del Desierto hasta la 
  actualidad por parte del Estado y grandes terratenientes. Sumado a esto 
  la inmensa cantidad de reiñma (familias) sin tierra donde poder siquiera 
  subsistir dignamente”, explicó como fundamento de la acción el 
  comunicado firmado por Lof en Resistencia del departamento de Cushamen y 
  el Movimiento Mapuche Autónomo (MAP).
  Ya no era un sólo mal ejemplo. Ya eran dos. Y 
  pueden ser más.
  Benetton descargó todo su maquinaria legal 
  contra los mapuches y contrató una agencia internacional de prensa y 
  lobby (JeffreyGroup) para una campaña mediática, tanto a nivel 
  provincial como nacional. El responsable en Argentina de JeffreyGroup es 
  Diego Campal, que se presenta como “especialista en resolución de 
  conflictos y gestión de crisis”.
  Periódicamente llegaban las gacetillas de 
  prensa y fotos en alta definición de los “atentados” que sufría la 
  estancia Benetton. Sus principales destinatarios: el diario Jornada 
  (Chubut), Río Negro (el más leído de la Patagonia), Clarín y La Nación. 
  Los mismos comunicados llegaban al despacho del gobernador de Chubut, 
  Mario Das Neves, y sus ministros.
  La campaña mediático daba sus primeros pasos y 
  vinculaba a los mapuches con grupos paramilitares (ETA, FARC).
  Enemigo interno
  En diciembre de 2016, el gobernador Das Neves 
  pidió juicio político para el juez Guido Otranto por no haber condenado 
  a Facundo Jones Huala (lonko del Lof en Resistencia de Cushamen). “No 
  queremos jueces federales que actúen en connivencia con delincuentes”, 
  refirió en relación a mapuches. Además, instó a que la población 
  desobedezca al juez: “Que la gente reaccione, que no permita, por más 
  que sea un juez, llevar a cabo este tipo de acciones”.
  El Ministerio de Seguridad, conducido por 
  Patricia Bullrich, acusó en un informe interno de agosto de 2016 a los 
  pueblos originarios de la Patagonia de delitos federales y los 
  responsabilizó de hechos delictivos sin aportar ninguna prueba. El 
  informe interno fue titulado “Revalorización de la ley. Problemática en 
  territorio mapuche” y reconocía que la Policía de Seguridad 
  Aeroportuaria (PSA) realiza “tareas de investigación” ilegales y 
  catalogaba los reclamos como “amenazas para la seguridad social”. El 
  Ministerio de Seguridad hizo propio el discurso de las empresas 
  petroleras, que argumentaron la “usurpación” que realizarían comunidades 
  indígenas sobre campos petroleros.
  Un centenar de organizaciones de pueblos 
  originarios, Amnistía Internacional, el Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) 
  y la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) emitieron un 
  comunicado para alertar sobre la “estigmatización y persecución al 
  Pueblo Mapuche”. El texto, titulado “La lucha indígena no es delito”, 
  cuestionó al gobierno: “El ministerio de Seguridad coloca a las 
  reivindicaciones territoriales mapuches como amenazas para la seguridad 
  social (…) El Estado privilegia los intereses de las petroleras y 
  criminaliza al pueblo mapuche”.
  El 21 de junio pasado, un centenar de efectivos 
  de gendarmería nacional llegó hasta la comunidad mapuche Campo Maripe 
  (en Vaca Muerta, Neuquén), cerró los caminos internos y escoltó a 
  cuadrillas de YPF para realizar una nueva perforación petrolera. Los 
  integrantes de la comunidad pidieron explicaciones, solicitaron que 
  exhiban la orden judicial (nunca se las mostraron) y exigieron que se 
  retiren del territorio indígena.
  La Gendarmería incluso impidió que la comunidad 
  abandonara su propia tierra. “YPF usa la Gendarmería para entrar 
  ilegalmente a territorio mapuche. Ingresaron sin consulta, ni 
  autorización, con un procedimiento totalmente desmedido, sin mediar 
  palabra, ni exhibir orden judicial. Los miembros del lof (comunidad) 
  fueron amenazados y fueron rehenes en su propio territorio”, denunció el 
  Consejo Zonal Xawvn Ko de la Confederación Mapuche de Neuquén, que 
  cuestionó la “militarización” del lugar y acusó a la ministra de 
  Seguridad, Patricia Bullrich, de una “escalada de represión”.
  Peligro
  “Ser indígena hoy es ser subversivo”, resumió 
  con simpleza en una mateada Jeremías Chauque, mapuche, músico, productor 
  de alimentos sanos (sin agrotóxicos). Y amplió: “Los indígenas no 
  aceptamos el extractivismo. Nunca lo aceptaremos. Y vamos a morir 
  luchando contra las mineras, petroleras, empresas transgénicas. Por eso 
  nos consideran un peligro”.
  Facundo 
  Jones Huala, desde la cárcel de Esquel, fue en línea similar: “El Pueblo 
  Mapuche impulsa la reconstrucción de nuestro mundo, y la expulsión de 
  extractivas del territorio. Como mapuches no podemos ser en tierras 
  desbastadas, no podemos ser mapuche con pozos petroleros o con mineras. 
  Necesitamos nuestra tierra sana, en equilibrio y armonía. Restablecer 
  ese equilibrio es hoy revolucionario, es alterar el orden actual del 
  capitalismo extractivo. Por eso los mapuches somos un problema para el 
  poder”.
  Disparen
  Ante la desaparición de Santiago Maldonado, en 
  el marco de una represión de Gendarmería Nacional el 1 de agosto, la 
  ministra Patricia Bullrich apuntó contra las comunidades indígenas: “No 
  vamos a permitir una república autónoma y mapuche en el medio de la 
  Argentina. Esa es la lógica que están planteando, el desconocimiento del 
  Estado argentino, la lógica anarquista”.
  La Sociedad Rural Argentina, 
  impulsora de la Campaña del Desierto y parte de la última dictadura 
  cívico-militar, aportó un comunicado: “Tiene que terminar la impunidad 
  para los grupos delictivos y violentos del Sur” (en referencia a los 
  mapuches).
  La Confederación Mapuche 
  de Neuquén le contestó a la Ministra de Seguridad: 
  
  “La funcionaria 
  Patricia Bullrich en sus declaraciones cargadas de desprecio racial e 
  ignorancia, construye una verdadera ensalada de conceptos errados. 
  Desconoce conceptos básicos de estados modernos y evolucionados que se 
  asumen como Estados Plurinacionales. Nuestra condición de Nación Mapuche 
  está basada en la preexistencia milenaria que reconoce la propia 
  Constitución Argentina. Negar esta realidad es propia de los estados 
  autoritarios y colonialistas que desconocen la diversidad”.
  “Un estado plurinacional no depende del permiso 
  de una funcionaria. Está relacionado a una existencia de miles de años, 
  ante un estado moderno de solo dos siglos de existencia”, explicó la 
  Confederación Mapuche y afirmó: “La plurinacionalidad no es una 
  propuesta separatista ni excluyente. Por el contrario, es una 
  herramienta para la unidad en la diversidad. Si los mapuches no 
  asumiéramos nuestra nacionalidad, seríamos un pueblo sin historia y peor 
  aún, seríamos un pueblo sin futuro”.
El Consejo Asesor Indígena (CAI), histórica organización mapuche de la Patagonia, también emitió un documento: “Repudiamos el accionar del Estado frente los hechos que han sucedidos (el Cushamen) y manifestamos nuestra solidaridad con las víctimas de la violencia estatal y sus familias. Exigimos la aparición con vida de Santiago Maldonado y responsabilizamos al Estado Nacional por la actual situación de militarización que sufren los pueblos originarios”.“No queremos que la actitud de Estado y la sociedad frente a nosotros sea de represión, discriminación y racismo”, precisó la organización indígena. Recordó que el Pueblo Mapuche ha sufrido incendios, persecuciones judiciales y policiales, amenazas de muerte, acosos, allanamientos e intentos de desalojo. Y el CAI dejó una aclaración: “Mantenemos nuestros reclamo y la firmeza en nuestra lucha”.
  ¿Solución?
  Una pregunta recurrente es por dónde pasa la 
  solución. Y la respuesta indígena suele ser simple: “Que se respete la 
  ley”.
  Argentina tiene frondosa legislación que 
  favorece a los pueblos indígenas: desde la Constitución Nacional 
  (Artículo 75, inciso 17), constituciones provinciales, Ley 26160 (freno 
  a los desalojos), Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones 
  Unidas sobre Pueblos Indígenas. La legislación vigente establece que los 
  pueblos indígenas deben contar con “tierras aptas y suficientes” y que 
  se debe realizar la “consulta libre, previa e informada” ante cualquier 
  hecho que los pudiera afectar. Traducido: ninguna empresa extractiva 
  puede ingresar a territorio indígena sin antes realizar todo un proceso 
  de consulta (que puede llevar hasta años) con la comunidad.
  De la mano de jueces y fiscales, esas leyes no 
  se cumplen.
  ¿Por qué el incumplimiento? Porque es una 
  política de Estado que atraviesa a todos los gobiernos: violar los 
  derechos indígenas y beneficiar a petroleras, grandes estancieros, 
  empresas del agronegocio y mineras.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
 
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