ANIVERSARIO: 7 Y 8
DE JULIO DE 1975
A cuarenta años de la huelga general
contra Isabel Perón y López Rega
El 7 y 8 de julio de
1975 Argentina se ve conmovida por la primer huelga general contra un gobierno
peronista
7 de julio de 2015
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El 4 de
junio de 1975 el ministro de Economía de Isabel Perón, Celestino Rodrigo,
anuncia las medidas que trascenderían bajo el célebre apodo de “Rodrigazo”. En
un contexto de crisis mundial que desató un escenario catastrófico en
Argentina, Isabel pretendía ganar apoyo burgués e imperialista lanzando un
brutal ataque contra los trabajadores. El “Pacto Social” con el que el gobierno
de Juan Domingo Perón buscó contener el ascenso obrero y popular parido con el
Cordobazo, estaba quebrado. El “Rodrigazo” incluía una devaluación del peso que
oscilaba entre el 80 y el 160% y un aumento sideral de precios que en algunos
casos llega al 180% como en las naftas. El ánimo obrero terminará por
exacerbarse ante el congelamiento de paritarias y el establecimiento de topes
salariales.
La
respuesta al “Rodrigazo” corrió por cuenta del activismo y de la base obrera
que le fue imponiendo a la burocracia y a los sindicatos una huelga general
histórica. Los combativos trabajadores de la IKA Renault de Córdoba
inician la oposición obrera con un abandono de tareas. El ejemplo se extiende
en todo el país y los paros se multiplican. La insurgencia obrera se dirige
desde las fábricas a los sindicatos y del plano sindical al político. En Gran
Buenos Aires y Capital se dan cita los fenómenos más avanzados. El
enfrentamiento con los dirigentes burocráticos de los gremios y de la CGT cobra
presión.
La
burocracia sindical –encabezada por Lorenzo Miguel de la UOM- se ve obligada a
cambiar su actitud y a exigir a Isabel la homologación de los convenios. Para
ello convoca el 27 de junio a una jornada contra el plan Rodrigo, en apoyo a la
Presidenta y por la rápida homologación. Sin embargo, por presión de la base
esta medida se convierte en un virtual paro general y más de 100.000 personas acuden
a Plaza de Mayo para exigir la renuncia de Rodrigo y López Rega.
La huelga general política
El 28 de
junio Isabel anuncia su negativa a homologar los convenios. La burocracia
sindical quedará enfrentada al gobierno, aunque busca no crispar el enfrentamiento.
Pero las movilizaciones obreras espontáneas se extienden en todo el país. Sin
que nadie la haya convocado la huelga general es un hecho. La mayoría de las
movilizaciones, asambleas y paros son impulsados en el Gran Buenos Aires, en la
zona de La Plata y en la Capital por nuevas organizaciones donde anida la
democracia de base, las coordinadoras interfabriles. En el interior, no son
pocos los casos donde se sobrepasa a la burocracia. En Rosario
se ocupa la CGT Regional
y lo mismo sucede en Santa Fe. Las fábricas de Rosario y Córdoba están
prácticamente paralizadas. Al edificio histórico de la CGT nacional en Azopardo
llegan manifestaciones obreras con la consigna “14.250 o paro nacional”. En
todo el país se grita contra Isabel y López Rega, el ministro fascista impulsor
de las Tres A, exigiendo sus renuncias. El 3 de julio las coordinadoras
interfabriles mostrarán su gran poder de movilización cercando la ciudad de
Buenos Aires. En la zona norte la policía impide el acceso de decenas de miles
de obreros que buscan cruzar a la capital para manifestar en Plaza de Mayo. Lo
mismo sucede en la zona sur. En La Plata una gigantesca manifestación se dirige
hacia la sede central de la CGT donde se producirán enfrentamientos violentos
con la burocracia y la policía.
Jaqueada
por el desafío del gobierno y la movilización de las bases, la CGT se ve
obligada a convocar a un paro de 48 horas para el 7 y 8 de julio. La primera
huelga general contra un gobierno peronista. El paro es completo y antes que
finalice, el gobierno cede y otorga la homologación de los convenios. Así lo
sintetiza un protagonista: “en mi vida vi una cosa así. Las radios no tenían
programa, cada tanto un locutor que decía: la sociedad argentina de locutores
se adhiere a la huelga general. No había nada. No te enterabas de nada. Sabías
que había huelga nada más”.[1]
Un doble poder fabril
Durante las
jornadas de junio y julio surgirán las coordinadoras interfabriles. Estas
organizaciones expresaban un doble poder fabril basado en las comisiones internas
y cuerpos de delegados que disputaban a la patronal el control del lugar del
trabajo y a la burocracia la dirección de un sector del movimiento obrero.
Organizadas zonalmente (norte, sur, oeste, La Plata-Berisso y Ensenada, y
Capital Federal), nuclearán a los obreros de las industrias más concentradas,
de fábricas como la Ford, General Motors, Astilleros Astarsa, Del Carlo, Tensa,
Editorial Abril, La Hidrófila en la zona norte; Indiel, Santa Rosa, Man, entre
otras, en oeste; Rigolleau, Saiar, Alpargatas, Cattorini, frigorífico Serna y
las grandes líneas de colectivos en la zona sur; Propulsora Siderúrgica,
Astilleros Río Santiago, Peugeot, Petroquímica Sudamericana, el frigorífico
Swift, en La Plata
Berisso y Ensenada. En Capital los trabajadores del subte y
los choferes organizarán la coordinadora Interlíneas , mientras que comisiones
internas de la
Asociación Bancaria , coordinarán su actividad y demandas.
Las
coordinadoras fueron las organizadoras del ascenso obrero en las Jornadas de
Junio y Julio y aglutinaron a una importante fracción de los trabajadores
industriales y de los servicios, cerca de 130.000, agrupando territorialmente a
129 comisiones internas y cuerpos de delegados, sin contar su peso relevante en
la región de San Lorenzo y Córdoba. En las coordinadoras actuaban la mayoría de
las corrientes de izquierda aunque la más impòrtante era la Juventud Trabajadora
Peronista , brazo sindical de Montoneros.
El
intelectual Adolfo Gilly, reflexionando sobre el papel de las comisiones
internas argentinas en momentos de auge obrero, describió que: “Nadie ha
considerado nunca un hecho revolucionario la constitución local o nacional de
sindicatos o una central sindical. Por el contrario, nadie ha dejado nunca de
considerar un hecho revolucionario la constitución de una federación local o
nacional de consejos de fábrica o la formación de un consejo central de
delegados de consejos de fábrica”. En esta afirmación radica la extraordinaria
importancia de las coordinadoras interfabriles: en el corazón de la industria,
eran el inicio de una “federación” de las organizaciones de base del movimiento
obrero que disputaba en las fábricas el poder a los capitalistas y a la
dirigencia sindical burocrática.
La huelga y el golpe
La huelga
política del 7 y 8 de julio fue un acontecimiento histórico que abrió una
crisis revolucionaria en la
Argentina. El gobierno debió ceder y los odiados ministros
Lopez Rega y Rodrigo renunciaron. Pero la debilidad de Isabel era patente. La
huelga no se elevó a un plano más ofensivo que impusiera la caída del gobierno
de forma revolucionaria. La burocracia correrá a sostener a la presidenta y dar
sobrevida a un gobierno criminal y antiobrero. En las coordinadoras
interfabriles ninguna de las corrientes que las integraban tuvo una política para
desarrollarlas como organismos de doble poder y sus direcciones se abstuvieron
de plantear el objetivo de tirar al gobierno. La orientación de la JTP, la
corriente más importante, que reivindicaba el papel revolucionario del
nacionalismo burgués y se adaptó a los lineamientos de la burocracia de la CGT,
centralmente, al carácter corporativo de los reclamos, fue un gran impedimento
para que las coordinadoras desplegaran todo su potencial.
Las
jornadas de junio y julio terminaron de prender la alarma en la burguesía
argentina. El peronismo era impotente para cumplir su rol de contención de la
clase trabajadora cuando la crisis capitalista exigía respuestas inmediatas. La
burguesía terminará de decidir su opción por la salida golpista.
La
burocracia sindical y el peronismo tienen la responsabilidad, en tanto
dirección de masas, de la derrota de la clase obrera a manos de la dictadura
militar. Partidos que se reivindicaban “democráticos” como la UCR fueron
cobardemente a golpear la puerta de los cuarteles. Aunque en febrero y marzo de
1976, un nuevo movimiento –dirigido por las Coordinadoras – iniciaba desde las
fábricas su oposición en las calles al Plan Mondelli, las cartas ya estaban
echadas. El 24 de marzo la junta militar se hará del poder para acabar con la
etapa revolucionaria abierta con el Cordobazo. La amenaza profunda que
significaba la insurgencia obrera para los intereses capitalistas explica el
nivel de represión que tuvo como objeto no sólo terminar con la guerrilla, ya
debilitada antes del golpe, sino doblegar a una clase que desde 1969 se
mostraba indomable.
Libro
recomendado: Insurgencia Obrera en Argentina 1969-76, de
Ruth Werner y Facundo Aguirre.
Reseña sobre el libro de Héctor Löbbe,
Coordinadoras interfabriles: Clase obrera e izquierda en los ’70. Acerca de La
guerrilla fabril.
[1] Gilly,
Adolfo, “Consejos obreros y democracia socialista”. En AAVV, Movimientos
populares y alternativa de poder en América Latina, Puebla, Universidad
Autónoma de Puebla, p. 146.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/A-cuarenta-anos-de-la-huelga-general-contra-Isabel-Peron-y-Lopez-Rega
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