¿"Gracias,
Alfonsín"?
2 de abril de 2019
El décimo aniversario del fallecimiento
del ex presidente argentino Raúl Alfonsín mostró un abanico de homenajes desde
la derecha hasta el progresismo, pasando por el peronismo y el kirchnerismo.
Todos intentaban apropiarse de la figura del "padre de la democracia".
Para
Cambiemos y los radicales alineados con Mauricio Macri se trataba de un
baluarte del republicanismo y la institucionalidad. Para
la UCR díscola y disconforme con lo poco que le ofrece el macrismo dentro de la
coalición gobernante, Alfonsín era un baluarte de los valores radicales y
seguramente, luego del aporte a Cambiemos, de corregir el rumbo de la UCR. Para el peronismo
un héroe de la democracia y baluarte de la gobernabilidad. Para
el kirchnerismo y los radicales el desaparecido líder radical jamás hubiera
votado a Cambiemos. En fin, hay un Alfonsín para todos los gustos.
El "progresismo" alfonsinista
La UCR
llegó al poder en 1983 derrotando a un peronismo que parecía el tren fantasma
de los restos impresentables de la derecha peronista más rancia.
El
alfonsinismo no surgió combatiendo a la dictadura sino que expresó a un sector
de los partidos patronales que habían sido responsables políticos de la derrota
de los trabajadores y cómplices de los militares y que gracias al golpe fueron
preservados como fuerza de recambio institucional de la burguesía argentina.
El fin de
la dictadura dio lugar a una "primavera democrática" que lleno de
vida a los partidos políticos, cuyos principales beneficiarios fueron la UCR,
el PJ y el Partido Intrensigente, y que expresaban las ilusiones populares en
un cambio en las condiciones sociales y políticas que habían impuesto los
militares.
La UCR
alfonsinista explotó el temor a un retorno de la “violencia política”
corporizada en el peronismo de Italo Luder, Herminio Iglesias y la patota
sindical (que era una caricatura grotesca y decadente del peronismo isabeliano)
a quien denunció por protagonizar un pacto sindical-militar. Frente a sus
rivales, el radical que recitaba como programa de campaña el Preámbulo de la oligárquica Constitución
de 1853, aparecía como un demócrata intachable.
El
alfonsinismo supo agrupar en torno suyo a sectores de las clases medias y a ex
intelectuales de izquierda que rompieron con los planteos políticos setentistas
detrás de un discurso de restauración democrática y pacificación nacional como
valores unificadores de la sociedad argentina. Sus coqueteos con la ola
socialdemócrata que en aquellos momentos estaba en ascenso en Francia y España
con la coronación de Francois Mitterand y Felipe Gonzalez le dio el aura de
fuerza progresista, en un mundo donde por otro costado se imponían Margaret
Tatcher y Ronald Reagan contra los trabajadores y pueblos oprimidos.
Precisamente
Argentina venia de ser derrotada por el imperialismo en la guerra de Malvinas.
En aquellas circunstancias la posición de Alfonsín no fue la de la defensa de
la soberanía nacional de Malvinas sino el rechazo a la guerra y un llamado a la
paz, que lo colocaba en sintonía con los intereses del imperialismo.
Pero
además, Alfonsín, fue uno de los mentores de la Multipartidaria, una coalición
político-social constituida para evitar -luego de la derrota de la guerra de
Malvinas- una caída violenta de la dictadura, cuando ésta se derrumbaba ante la
creciente movilización popular al grito de “se va a acabar la dictadura
militar”.
El tren fantasma del alfonsinismo
La verdad
es que la UCR fue el partido que más funcionarios presto a la dictadura genocida
y uno de los auspiciantes del golpe de estado de 1976, cuando el entonces líder
de los radicales, Ricardo Balbín, llamaba a liquidar a "la guerrilla
fabril".
El
vicepresidente de Alfonsín fue el cordobés Victor Martinez, colaborador del
genocida Luciano Benjamín Menéndez.
La UCR aportó 310 intendentes a los militares y, solo en Córdoba y ya sobre el
final de la dictadura, el radicalismo provincial conducido por Eduardo Angeloz
y el mismo Víctor Martínez, aportaron 130 intendentes al régimen genocida.
Menéndez
dio un famoso discurso en la
peña El Ombú , donde Martinez era participante, sosteniendo
que “Las Fuerzas Armadas han debido intervenir para restablecer la libertad, o
el orden, o la paz, o las instituciones de la democracia, o todo junto (…) Lo
que ocurrió siempre desde 1930 en adelante fue que los militares tomaron el
poder para corregir fallas de los gobiernos constitucionales”.
Otro
integrante del Gobierno, como ministro, era Roque Carranza, un ex comando civil
del antiperonismo en los ’50 que colocaba bombas en los subtes contra el pueblo
trabajador. El 15 de abril de 1953, organizó un atentado en la linea A y la Plaza de Mayo
durante un acto de la CGT con el resultado de seis manifestantes muertos.
No extraña
entonces que nombrara en 1986
a Francisco Paco Manrique como secretario de Turismo en
1986 y candidato a diputado extrapartidario en 1987. El mencionado supo ser
capitán de la Aviación
Naval y uno de los pilotos de los Gloster que bajo el lema
"Cristo vence" bombardeo la Plaza de Mayo en junio de 1955.
La democracia de la reconciliación y la
impunidad
Alfonsín
hizo eje en su campaña en el rechazo a la autoanmistía de los militares y la
promesa de juzgar a sus cúpulas. Durante su gobierno se juzgó a las juntas
militares que encabezaron los gobiernos de la dictadura genocida. A cambio se
dejó libre e impunes, y en funciones, a miles de torturadores, secuestradores
de niños y miembros de los grupos de tareas. Su objetivo fue siempre buscar una
linea de reconciliación que le permitiera rescatar a las FFAA frente al odio
popular.
Los
intelectuales afines al alfonsinismo elaboraron la “teoría de los dos demonios”
que funcionó como doctrina estatal en el tema de los derechos humanos durante
más de dos décadas. La doctrina igualaba la violencia terrorista del Estado
burgués, con la insurgencia obrera y popular de los ’70. En consecuencia,
durante el gobierno de Alfonsín continuaron presos algunos militantes políticos
de los ’70 y fueron detenidos los máximos dirigentes montoneros.
A pesar de
sus ataques de campaña contra el Pacto militar-sindical, desde el vamos
Alfonsín impuso un acuerdo tácito con el Partido Justicialista, a cambio de
gobernabilidad, a quien se le aseguró que los crímenes de la Triple A quedarían
impunes. En mayo de 1984 se sancionó la ley 23.062, que garantizó la impunidad
de los representantes del Partido Justicialista que comandaron la Triple A. Esta ley
establece que la
expresidenta María Estela Martínez de Perón no podría ser
juzgada por ningún delito que hubiera cometido antes del golpe militar, porque
no había sido desaforada ni sometida a juicio político como prevé la
Constitución, sino destituida por un “acto de rebelión”.
El 24 de
diciembre de 1986 fue promulgada la Ley 23.492 de Punto Final que estableció el
fin de los juicios a todos aquellos que no fueron llamados a declarar
"antes de los sesenta días corridos a partir de la fecha de promulgación
de la presente ley".
La
avalancha de denuncias posteriores a la sanción de esta ley va a ser la que
precipite los acontecimientos de Semana Santa. En la festividad cristian a de 1987 un grupo de militares que serán
conocidos como los carapintadas, encabezados por el entonces teniente coronel
Aldo Rico que era acusado, entre otros casos, de la desaparición de la hermana
y el cuñado de la dirigente de la derecha peronista Norma Kennedy.
El planteo
central de los sublevados fue la impunidad para los militares participantes del
genocidio y un cambio en los altos mandos. Como respuesta millones ganaron las
plazas de todo el país y al menos 10 mil personas rodearon Campo de Mayo,
adonde los dirigentes del gobierno radical y la oposición peronista fueron para
negociar con los carapintadas y evitar que la movilización ajustara cuentas por
las suyas con los militares sediciosos.
Luego de
capitular frente a los militares sediciosos y llamar a desconcentrar en la
Plaza de Mayo diciendo que "la casa estaba en orden" y de calificar a
los carapintadas como "héroes de Malvinas", la UCR les otorgó la ley
de Obediencia Debida sancionada el 4 de junio de 1987. Este resulto el fin del
idilio democrático con el alfonsinismo de amplios sectores de la clase media y
el progresismo.
Finalmente,
en 1989 fueron fusilados y desaparecidos varios de los guerrilleros tomados
prisioneros durante el copamiento del cuartel de La Tablada por los militares
que habían participado del genocidio.
La democracia de los saqueadores
Alfonsín
prometío que durante su campaña que "con la democracia se come, se educa y
se cura", pero la realidad es que más allá de la tribuna fue un garante de
la continuidad del país heredado por los militares, donde se había consolidado
el poder de los grandes grupos económicos del empresariado nacional y
extranjero.
En abril de
1985, lanzó la “economía de guerra”, y en junio de ese año el “Plan Austral”,
que consistió en el lanzamiento de una nueva moneda y un ajuste fiscal con
congelamiento de precios y salarios.
También en
esta época se empieza a discutir la privatización de la empresa públicas. Esto
fue en consonancia con la política de EE.UU. que impulsó el “Plan Baker” -en
honor al secretario del Tesoro de dicha potencia- que impulsaba ajustes
recomendados por el FMI.
Durante su
gobierno, Alfonsín cedió frente a las presiones de las grandes entidades
empresarias reunidas en el “Grupo de los Ocho” (la UIA, la Sociedad Rural , la
Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Cámara Argentina
de Comercio, la Asociación de Bancos de la República Argentina
-extranjeros-, la Asociación de Bancos de la Argentina –nacionales-, la Unión Argentina de
la Construcción, y la
Cámara Argentina de la Construcción), y ante los llamados
Capitanes de la Industria (como Techint, Roggio, Macri, Pérez Companc), que una
vez que consideraron agotado al gobierno radical lo empujaron al abismo
provocando el golpe hiperinflacionario de 1989 que terminó con 14 muertos
durante los saqueos y la entrega anticipada del poder a Carlos Menem.
Alfonsín
fue también, junto a Chacho Alvarez,
el arquitecto de la Alianza donde llevaron hasta el final el programa económico
heredado del menemismo y dictado por el FMI. Su final fue la rebelión popular
del 2001 que termino con 38 muertos en manos de la represión. Patricia
Bullrich Luro Pueyurredón y Hernan Lombardi, entre otros,
fueron parte de aquel gobierno y funcionarios destacados de Macri.
Esta
ultima parte de la historia tienen el particular interés de borrarla en el
olvido.
La democracia del Pacto de Olivos
Alfonsín
fue el principal impulsor, junto a Carlos Menem, del Pacto de Olivos. Si para
Menem se trataba de lograr la reelección y relegar a Duhalde, para el dirigente
radical el objetivo era recuperar el control de la UCR y ponerle limites al
proyecto menemista mediante un consenso con el oficialismo.
Un mes
después, en diciembre de 1993 estalla la rebelión popular de Santiago del
Estero, conocida como santiagueñazo, que va a adelantar la creciente y violenta
oposición social al menemismo de los años posteriores.
Dicho Pacto
fue fundamental para que el Plan de Convertibilidad que impulsaba Domingo
Cavallo en sintonía con el FMI y el imperialismo, se asentara y contara con los
instrumentos normativos para avanzar en el saqueo de los recursos del país y la
destrucción de los derechos del pueblo trabajador. Este Pacto permitió a las
provincias la propiedad de las riquezas del subsuelo que fue la antesala de la
privatización de YPF.
Cabe
recordar que una gran defensora de dicho Pacto fue la ex presidenta Cristina
Fernandez de Kirchner quien sostuvo en su momento "No podemos obviar que
cuando recibimos el gobierno en 1989 (se refiere al menemismo. NdR) éramos un
país fragmentado, al borde de la disolución social, sin moneda, y con un Estado
sobredimensionado que como un dios griego se comía a sus propios hijos.
Entonces hubo que abordar una tarea muy difícil: reformular el Estado,
reformarlo; reconstruir la economía; retornar a la credibilidad de los agentes
económicos en cuanto a que era posible una Argentina diferente. Se hizo con
mucho sacrificio, pero se logró incorporar definitivamente pautas de
comportamiento en los argentinos: estabilidad, disciplina fiscal; todos ellos
son logros muy importantes, pero no podemos agotar el desarrollo en
ellos".
Que se doble pero que no se rompa
Leandro
Alem, fundador de la UCR, formuló como consigna de la intransigencia radical
contra el régimen oligarquico del ’90 del siglo XIX, el lema "que se
rompa, pero que no se doble".
La realidad
es que desde la misma revolución del Parque, cuando el general de los cívicos
Luis María Campos negociaba a espaldas de la junta revolucionaria con los
militares leales a Juarez Celman, la doblez es una de las características
esenciales del radicalismo.
Alfonsín no
fue la excepción. Hoy
los radicales colaboracionistas con la derecha pero díscolos se entusiasman de
una fórmula común con Roberto Lavagna, representante de un peronismo que de colaboracionista
con el gobierno de Cambiemos, busca una fórmula política que le permita
terciar. Buscan reeditar lo que en el el 2007, Alfonsín intentó junto a Eduardo
Duhalde con la fórmula electoral Lavagna-Ricardo Alfonsín, para competir con el
kirchnerismo.
El héroe de una democracia del
sometimiento
Alfonsín es
recordado en definitiva por los representantes políticos y sociales de una
clase capitalista que fue partícipe del terrorismo paraestatal, del genocidio y
de los distintos saqueos nacionales que afectaron profundamente la vida del
pueblo pobre y trabajador. Quienes intentan rescatar en él una figura
progresista limitada por las relaciones de fuerza que existían entonces no
hacen más que justificar las capitulaciones continuas del progresismo al imperialismo,
la reacción y los grupos económicos.
Cuando murió Alfonsín
en el 2009, recordábamos la frase del revolucionario francés Auguste Blanqui,
quien sostenía que “En el proceso del pasado ante el futuro, las memorias
contemporáneas son los testigos, la historia es el juez, y el fallo es casi
siempre una injusticia, sea por la falsedad de las declaraciones, o por su
ausencia o por la ignorancia del tribunal. Afortunadamente, la llamada
permanece abierta, y la luz de los nuevos siglos, proyectada a lo lejos sobre
los siglos transcurridos, denuncia los juicios de las oscuridad”. Los “juicios
de la oscuridad” que se construyen con “la falsedad de las declaraciones” que
nos ofrecen “las memorias contemporáneas”, buscan indultar históricamente a los
políticos y partidos patronales responsables de las tragedias y derrotas de la
clase trabajadora y el pueblo pobre.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Gracias-Alfonsin
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Gracias-Alfonsin
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