Cambio de época: a 25
años de la caída del Muro de Berlín
14 de noviembre de 2014
14 de noviembre de 2014
Por Atilio A. Boron (Revista Acción)
El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Poco después el
contagio o efecto dominó derrumbaría ya no muros sino a los regímenes
supuestamente socialistas erigidos como resultado de la nueva constelación
geopolítica emergente a fines de la Segunda Guerra Mundial
hasta que, entre fines de 1991 y comienzos de 1992, el proceso culminaría con
la desintegración de la Unión Soviética. Estos acontecimientos dieron
lugar a eufóricas declaraciones por parte de gobernantes, políticos,
periodistas e intelectuales del mal llamado «mundo libre»: fervientes promesas
de paz y prosperidad se escuchaban en Washington, Bonn, Londres y París, las
que en el asfixiante clima neoliberal de los 90 se repetían hasta el hartazgo
en América Latina y el Caribe.
En esta fragorosa batalla de ideas pocos textos pudieron captar el clima ideológico imperante en las metrópolis del capitalismo con más precisión que el libro de Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, originalmente publicado en 1992. En esa obra se argumentaba quela Guerra Fría había
terminado, y que su resultado final marcaba el triunfo definitivo de la
democracia liberal y el capitalismo de libre mercado a lo largo y a lo ancho
del planeta.
Un cuarto de siglo después las tesis centrales del libro fueron impiadosamente refutadas por la historia: primero, ésta no terminó sino que se aceleró, tornándose a la vez más compleja y truculenta.La Guerra Fría , luego de
un paréntesis, retomó impulso con la renovada virulencia que vemos en estos
días; y ni la democracia liberal ni el capitalismo de libre mercado han
triunfado. Por el contrario, atraviesan una crisis que no pocos se atreven a
calificar de terminal. Surgen teorizaciones y prácticas que hablan de nuevas
formas de democracia que superan las limitaciones de su versión liberal
(plasmadas, por ejemplo, en las constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela)
a la vez que proliferan los análisis que demuestran que el capitalismo ha
chocado contra una frontera ecológica insuperable.
¿Qué ocurrió después de la caída del Muro? En el plano estrictamente doméstico, Alemania Federal anexó ala República Democrática
Alemana y, menos de un año más tarde, el 3 de octubre de
1990, el canciller Helmut Kohl proclamó la reunificación. Ésta se llevó a cabo
con un apenas solapado ánimo de venganza. En los demás países, una vez
desaparecida la Unión
Soviética , sus pueblos pudieron preservar su identidad
nacional. En el caso alemán, en cambio, la reunificación intentó borrar hasta
las más insignificantes huellas de la RDA.
Como comentaMaxi m Leo, un joven
periodista que creció en la RDA, «nuestro país dejó de existir y nosotros
también». Lo que vino después fue una satanización de toda aquella experiencia,
simbolizada en dos detestables rasgos del viejo sistema: la Stasi, temible
policía secreta, el Muro de Berlín, y la rusticidad de los automóviles Trabant.
¿Hubo algo más? Sin duda, y eso es lo que hoy en Alemania se describe como
«Ostalgia», porque «Ost» significa «Este» en alemán. ¿Nostalgia de qué? De
varias cosas: había trabajo para todos, la vivienda era barata, la atención
médica era gratuita y de calidad y existía un muy buen sistema educacional
accesible para todos.
Como recuerda el periodista Wolfgang Herr, «no todo era tan malo antes y no todo es tan bueno ahora». Pese a los «paisajes floridos» que demagógicamente prometiera el canciller Kohl (producto de la euforia del momento, según lo reconoció años después) aquellos paisajes todavía hoy no se divisan. La brecha que separaba las dos regiones antes de la reunificación apenas si se ha atenuado en algunos aspectos, pero se ha acentuado en otros. El ingreso per cápita de las cinco provincias orientales equivale a las dos terceras partes de sus congéneres occidentales, un aumento si se considera que antes de la reunificación eran el 43%, pero hace varios años que esta brecha ha dejado de cerrarse y parece haberse cristalizado en aquella proporción. Y la tasa de desempleo en el este es casi el doble que la registrada en el oeste.
Un año después de la caída del Muro, el 61% de los alemanes orientales se consideraban a sí mismos simplemente como alemanes; cuatro años más tarde este porcentaje se redujo al 35% a causa de la desilusión causada porla unificación. Brechas
que se acentuaron en relación con los derechos de la mujer, el escaso apoyo en
términos de guarderías y jardines infantiles, acceso a la salud y educación.
Una encuesta revelaba, en 2009, que solo el 12% de los alemanes orientales
creía que se había alcanzado el mismo nivel de vida que en las provincias
occidentales, mientras que el 86% decía que no. Sin duda, ahora gozan de
libertades que antes no tenían pero en el capitalismo alemán, como en cualquier
otro, esas libertades tropiezan con enormes dificultades a la hora de ser
realizadas.
Pueden salir a voluntad de Alemania, porque ya no está el Muro, pero sus ingresos no se lo permiten. Pueden ir todos los días al KDW, la famosa tienda de departamentos que relumbraba como un sol del otro lado del Muro, pero no tienen dinero para adquirir lo que allí está a la venta.
Gasto militar
En el terreno internacional la caída del Muro fue el preludio del derrumbe dela Unión Soviética y
el inicio del breve y turbulento «unipolarismo» estadounidense. Lo ocurrido en
Berlín fue exaltado por los tanques de pensamiento y los intelectuales orgánicos
del imperio como el alumbramiento de un nuevo orden mundial que, aseguraban,
duraría todo un siglo. Eso pensaban los integrantes del Proyecto del Nuevo
Siglo Americano, que habrían de sufrir un rudo despertar la mañana del 11 de
setiembre de 2001 cuando todas sus ocurrencias, que no ideas, se derrumbaron
junto con las Torres Gemelas de Nueva York.
En esta fragorosa batalla de ideas pocos textos pudieron captar el clima ideológico imperante en las metrópolis del capitalismo con más precisión que el libro de Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, originalmente publicado en 1992. En esa obra se argumentaba que
Un cuarto de siglo después las tesis centrales del libro fueron impiadosamente refutadas por la historia: primero, ésta no terminó sino que se aceleró, tornándose a la vez más compleja y truculenta.
¿Qué ocurrió después de la caída del Muro? En el plano estrictamente doméstico, Alemania Federal anexó a
Como comenta
Como recuerda el periodista Wolfgang Herr, «no todo era tan malo antes y no todo es tan bueno ahora». Pese a los «paisajes floridos» que demagógicamente prometiera el canciller Kohl (producto de la euforia del momento, según lo reconoció años después) aquellos paisajes todavía hoy no se divisan. La brecha que separaba las dos regiones antes de la reunificación apenas si se ha atenuado en algunos aspectos, pero se ha acentuado en otros. El ingreso per cápita de las cinco provincias orientales equivale a las dos terceras partes de sus congéneres occidentales, un aumento si se considera que antes de la reunificación eran el 43%, pero hace varios años que esta brecha ha dejado de cerrarse y parece haberse cristalizado en aquella proporción. Y la tasa de desempleo en el este es casi el doble que la registrada en el oeste.
Un año después de la caída del Muro, el 61% de los alemanes orientales se consideraban a sí mismos simplemente como alemanes; cuatro años más tarde este porcentaje se redujo al 35% a causa de la desilusión causada por
Pueden salir a voluntad de Alemania, porque ya no está el Muro, pero sus ingresos no se lo permiten. Pueden ir todos los días al KDW, la famosa tienda de departamentos que relumbraba como un sol del otro lado del Muro, pero no tienen dinero para adquirir lo que allí está a la venta.
Gasto militar
En el terreno internacional la caída del Muro fue el preludio del derrumbe de
La caída del Muro y todo lo que se precipitó
después modificó radicalmente la realidad internacional. Los famosos
«dividendos de la paz» prometidos por George Bush padre y Margaret Thatcher,
gracias al fin de la
Guerra Fría y la presunta disminución del gasto militar, se
esfumaron de la noche a la mañana.
Cuando se produce la implosión soviética, en 1992, el presupuesto militar de Estados Unidos equivalía al de los 12 países que le seguían en la carrera armamentista. Cuando en 2003 se decide la invasión y posterior ocupación de Irak el gasto norteamericano ya era equivalente al de los 21 países que le seguían en ese rubro.
Las complicaciones de esa guerra, sumadas a la intensificación de las operaciones en Afganistán, hicieron que, para 2008, el gasto militar de los Estados Unidos sólo pudiera ser igualado si se sumaban los presupuestos militares de 191 países. En 2010 la erogación estadounidense en armas y pertrechos ya superaba al gasto militar de todos los países del planeta, quebrando la barrera psicológica del billón de dólares. Otra consecuencia de la caída del Muro, en el plano internacional, fue desencadenar la expansión de la OTAN hacia el Este, desde las nuevas provincias alemanas y también desde países como Polonia yla ex
Checoslovaquia y, en general, de todos los que tenían
fronteras con Rusia. Proceso, vale aclarar, que en días recientes se acentuó
con la instalación de nuevas bases militares en Letonia, Lituania, Estonia,
Rumania y Polonia, países altamente dependientes del suministro del gas ruso.
El Muro de Berlín fue caracterizado por la crítica del «mundo libre» como el «muro de la infamia». A lo largo de su historia (13 de agosto 1961 - 9 de noviembre 1989) murieron al intentar cruzarlo 136 alemanes. Es el único muro del cual se habla, soslayando la presencia de otros que demostraron, y demuestran todavía, ser mucho más letales que el alemán. Piénsese que en el que separa Estados Unidos de México mueren cada año cerca de 500 personas. Que hay otro muro de la infamia enla Ribera Occidental , erigido por Israel para
contener a los palestinos y cuyas víctimas también se cuentan por cientos. El
gigantesco Muro del Sahara Occidental, construido por Marruecos, un
incondicional aliado de Occidente, para aislar a la región controlada por el
Frente Polisario, y el alambrado construido en Melilla para impedir que desde
ese enclave español los africanos puedan ingresar a Europa, son otros tantos
ejemplos de una infamia que es ocultada ante los ojos de la opinión pública
internacional. Sí, cayó el Muro de Berlín y se acabó su ignominia, pero quedan
varios en pie, solo que blindados por el silencio cómplice del pensamiento
dominante y su enorme aparato propagandístico al servicio del capital.
Cuando se produce la implosión soviética, en 1992, el presupuesto militar de Estados Unidos equivalía al de los 12 países que le seguían en la carrera armamentista. Cuando en 2003 se decide la invasión y posterior ocupación de Irak el gasto norteamericano ya era equivalente al de los 21 países que le seguían en ese rubro.
Las complicaciones de esa guerra, sumadas a la intensificación de las operaciones en Afganistán, hicieron que, para 2008, el gasto militar de los Estados Unidos sólo pudiera ser igualado si se sumaban los presupuestos militares de 191 países. En 2010 la erogación estadounidense en armas y pertrechos ya superaba al gasto militar de todos los países del planeta, quebrando la barrera psicológica del billón de dólares. Otra consecuencia de la caída del Muro, en el plano internacional, fue desencadenar la expansión de la OTAN hacia el Este, desde las nuevas provincias alemanas y también desde países como Polonia y
El Muro de Berlín fue caracterizado por la crítica del «mundo libre» como el «muro de la infamia». A lo largo de su historia (13 de agosto 1961 - 9 de noviembre 1989) murieron al intentar cruzarlo 136 alemanes. Es el único muro del cual se habla, soslayando la presencia de otros que demostraron, y demuestran todavía, ser mucho más letales que el alemán. Piénsese que en el que separa Estados Unidos de México mueren cada año cerca de 500 personas. Que hay otro muro de la infamia en
(Publicado en
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191988
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