Juan Cerdeiras /
Octubre 2015
El
futuro ya llegó. Ha llegado el momento. Estamos siendo testigos del
inevitable agotamiento del “Estado emancipador” como algunos se han atrevido a
llamarlo. La situación actual que quiere forzar a los argentinos a elegir entre
“dos proyectos” de la burguesía (nacional-desarrollista vs
extranjerizado-liberal) nos muestra a las claras que la “voluntad política”
cuando es ejercida desde los mecanismos Estatal-Representativos siempre se
queda manca frente a los vientos cíclicos (ciclónicos) del capital mundial.
Cuando el viento es “de cola” es fácil aferrarse a las banderas con la mano
izquierda e ir a toda vela sobre el barco del consumo pero cuando los vientos
comienzan a venir cruzados la derecha parece necesaria para tirar de los cabos
y enderezar la nave.
La
retórica de los “dos proyectos en pugna” está en su último avatar. Está a las
claras tanto para los más kirchneristas como para los menos que la elección a
la que se nos fuerza desde arriba es una elección entre dos variantes de
derecha. Sin dudas vamos saliendo de la “década ganada” la cuestión es ver si
vamos a salir por la puerta o por la ventana. Las argucias del “mal menor” nunca
estuvieron tan presentes en las discusiones políticas como lo estuvieron este
último año y esa es la muestra más clara de que la política verdadera esta hoy
más ausente que nunca.
La
sociedad no se derechizó, la política sí.
No
debemos caer en el diagnóstico que dice que “la sociedad se derechizo”
simplemente para culpar al otro de que un candidato que no nos gusta gana una
elección. Me pregunto entonces, si el kirchnerismo fue el “retorno de la
política” después del “incendio” y la “crisis institucional” de principios de
siglo, ¿dónde está esa “política”?. La respuesta es clara, está aquí, la
política que retorna con el ciclo kirchnerista no es otra que la política de la
derecha que nos lleva inevitablemente a la elección actual ante la que nos
vemos enfrentados. Una forma de hacer política que se resume en el artículo 22
de nuestra constitución nacional: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por
medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda
fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y
peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”. Por supuesto que
estoy de acuerdo respecto a las fuerzas armadas pero ¿Qué hay con las reuniones
de personas?. Las concepciones de la política que “retorna” en el 2003 son las
mismas contra las cuales el pueblo argentino se sublevó en el 2001. En ese
sentido el retorno de la política del kirchnerismo no hizo otra cosa que
afianzar las bases político-institucionales para un eventual retorno de la
derecha (macrista o sciolista). Recompuso el tejido político y social para
neutralizar las “reuniones de personas” que intentaron deliberar y decidir por
su cuenta (que finalmente es la única verdadera oposición posible) para
re-instalar la omnipotencia estatal frente a cualquier iniciativa política
autónoma y anticapitalista.
El
macrismo ¿fase superior del kirchnerismo?
Las
medidas económicas del ciclo kirchnerista han sido sin dudas más amables con el
conjunto de la sociedad de lo que han sido las tomadas durante la década del
’90. También es cierto que no podrían haber sido de otra manera. El afán de un
“Estado presente como agente de redistribución de la riqueza” frente a un
“Estado ausente que deja todo librado al mercado” es una oposición más que
clásica, en este sentido el kirchnerismo no ha inventado nada. Como siempre, y
esto se comprueba en todo el mundo a lo largo del siglo XX, los Estados de
bienestar resultan ser los agentes que se encargan de recomponer los mercados
después de las grandes crisis para luego devolverle el mando a los de siempre
(con sociedades políticamente anestesiadas) cuando las condiciones están listas
para un nuevo ciclo de explotación. A veces incluso lo hacen ellos mismos,
basta con ver el caso europeo donde los históricos partidos socialdemócratas se
han dedicado sistemáticamente a aplicar severas medidas de ajuste.
Es
necesario desactivar el argumento de “Estado ausente” vs “Estado presente” para
afirmar que el Estado es siempre la herramienta que administra las condiciones
de desarrollo de un mercado. El Estado-nación de hoy en día no es más que un
gestor que administra un mercado-nación. Por eso es que no creemos en que los
años noventa hayan estado marcados por la ausencia del Estado, el Estado
siempre está presente o sino ¿Quién se piensan que privatizó medio país en
aquella época?. El Estado lo hizo, por más que nos guste pensar que fue Carlos
Menem y sus secuaces (entre los cuales se encuentran algún que otro cuadro de
los de la “década ganada”). Es el Estado el que se encargó en aquel momento de
liberalizar el Mercado, es el Estado el que se encargó estos últimos años de
recomponer el consumo para desarrollar el Mercado interno y es el Estado el que
se seguirá encargando de ahora en delante de organizar el Mercado como más
convenga para mantener la productividad, la tasa de ganancia y por supuesto, en
la medida de lo posible, el benemérito “consumo”. No nos dejemos engañar por el
hecho de que durante algunos años haya sido conveniente repartir un poco más el
peso de la carreta para que la rueda siga girando y que haya sido conveniente
dar el mando a un cochero que conozca más a los caballos que tiran del carro
para que no los faje tanto.
El
sujeto de consumo. Lo saben y aun así lo hacen
El
logro “político” del kirchnerismo ha sido, ya lo hemos dicho, re-encauzar las
aguas que se habían desmadrado en el 2001 hacia su cauce natural, de vuelta
hacia las relaciones de explotación capitalistas dentro de un marco
“sostenible”. La estrategia para re-encauzar el rio fue expandir su lecho,
literalmente, expandir la base que lo constituye para “incluir” lo más posible
a nuevos consumidores dentro del correr de las “frías aguas del cálculo
egoísta”. La “década ganada” ha fracasado rotundamente en construir un nuevo
sujeto político distinto al del elector-consumidor de la oferta-electoral. Lo
cual genera como es de esperarse personas que eligen a Scioli aunque es malo
porque Macri es peor y “otra no hay” y personas que eligen a Macri aunque saben
que es malo pero porque “hay cosas que no pueden seguir asi”. Se le suele echar
la culpa a la clase media argentina de “derechizarse” y darle la espalda a quienes
la hicieron crecer. Creo que esto es un resultado directo de la imposibilidad
del “populismo” de crear sujetos políticos que piensen más allá de sus
intereses. No se puede esperar que la gente deje de votar con el bolsillo si lo
único que se vislumbra como logro es insistir en que “ahora más gente puede
cambiar el auto, irse de vacaciones, ver el futbol en una tele nueva, etc…”
Bueno, lamentablemente el consumidor solo quiere seguir consumiendo (por
definición). La tele nueva queda chica, mar del plata ya conozco y el auto ya
tiene muchos kilómetros y tiene un ruidito. El día que a esa gente no le
alcance para consumir lo que quiere (que es su derecho) va a intentar hacer lo
que le han enseñado a hacer, ir y votar (que es su otro derecho) y por supuesto,
elegir el “cambio”. Es la vía democrática.
Cuando
el sujeto-consumidor se impone y el consumo parece ser la cumbre de los
derechos del “pueblo”, cuando se constituye en el primer y el último indicador
del bienestar social, cuando el consumo se convierte en sinónimo de libertad y
buena vida entonces el capitalismo ha triunfado, cuando el consumo se convierte
en bandera política entonces la democracia ha triunfado
Lo
reiteramos, la inercia política del kirchnerismo se refleja en su incapacidad a
la hora de crear un sujeto político nuevo capaz de sostener lo realizado. El
hecho de que se tenga que recurrir a la candidatura de Daniel Scioli para
conservar al menos algo de lo conseguido es el signo más claro de la impotencia
transformadora de este ciclo de gobierno.
¿Quién
gana cuando gana la democracia?
Parece
haber un acuerdo unánime cuando se recalca ante todo que en la jornada
electoral “triunfa la democracia”. Hoy más que nunca queda a la vista que
aunque perdamos todos, gana la democracia. El fetiche de la democracia es el
velo que oculta la expansión de su condición subyacente, el capitalismo. ¿Por
qué la gente vota algo que sabe que es malo y que sabe que no quiere?, aquí
tenemos a la ideología funcionando en su máxima expresión, saben que es malo, aun
así lo hacen. La democracia es el deber de elegir. El imperativo de la
participación democrática frente a la amenaza del terror de la dictadura no
permite ver que siguen decidiendo por nosotros. Debes elegir. Elegir entre
Scioli y Macri es el triunfo de la democracia. Quizás
dicho así cobre la dimensión necesaria. De vuelta, por si no quedo claro:
“elegir entre Scioli o Macri es un triunfo de la democracia… ”
No
es lo mismo…
No
podemos decir que Macri y Scioli son lo mismo así sin más. Sería absurdo, a
menos que fijemos una posición desde la cual sea posible mostrar que no son más
que variantes de lo mismo. Esa posición requiere hacer una distinción polémica
entre economía y política. Si la política se reduce a la gestión de los asuntos
económicos por parte del Estado (lugar de consenso absoluto de todas las
fuerzas que se presentaron en las elecciones), posiblemente debamos afirmar que
hay una diferencia de “políticas-económicas” entre ambos. Pero si intentamos
afirmar que la política no se reduce a la administración económica debemos
decir que en tanto hombres de Estado cumplen la misma función, la función de la
política de Estado, que no es otra que administrar las condiciones de
desarrollo del capitalismo. A lo sumo podemos reducir la situación a una
disputa entre facciones de la burguesía ya que no hay una diferencia política
real entre ambos en tanto están allí para lo mismo.
Afirmar
que la política no se confunde con la gestión económica es decir que la
política es un proceso subjetivo que cambia la existencia de las personas y no
solo sus condiciones materiales de vida. Por más polémico que esto suene
considero que es fundamental no ceder en este punto sino queremos caer
permanentemente en las trampas de las políticas de derechas. Sino pensamos que
la política se trata de decisiones subjetivas de ruptura y no de elecciones
objetivas, sino pensamos que la política se trata de inventar lo que no existe
y no de elegir entre lo que hay, sino pensamos que la política no es una
relación de demanda y oferta sino que es una situación de producción creadora
entonces estaremos siempre a merced de que nos vendan espejitos (globitos) de
colores.
No
necesitamos mártires…
El
mecanismo electoral es particularmente individualista. Una persona un voto. En
esto cuaja perfectamente con el ideal del consumidor capitalista. Esta
atomización de la decisión lleva necesariamente a paradojas donde un voto no
decide nada por si mismo pero a la vez parece decidirlo todo, pareciera que en
cada decisión individual se carga sobre la espalda el peso del destino de una
nación cuando en realidad lo que inclina la balanza son los movimientos de
grandes masas heterogéneas e incoherentes de votantes donde vaya uno a saber
porque vota cada cual. Esto se ve claramente si analizamos el contenido de los
discursos de campaña de los principales candidatos, cuanto más imprecisos
mejor.
Esta
dinámica electoral ejerce un doble juego. Por un lado condiciona la decisión
individual por la voluntad colectiva al forzar a elegir entre aquellos que tienen
oportunidad de ganar, por lo cual algunos votos quizás más afirmativos parecen
quedar excluidos (es la famosa polarización o voto útil). Por otro obliga a la
gente a estar convencida de lo que hace porque la responsabilidad de la acción
es siempre individual, el sujeto colectivo es incomprensible para esta
política. Esta combinación lleva directamente a construir el argumento del “mal
menor”. Finalmente entre el forzamiento a elegir y el peso individualista de la
decisión se termina construyendo un problema de “conciencia”. Siempre
podemos decir que la sociedad esto o la sociedad lo otro, pero la realidad es
que a la hora de descargar responsabilidades solo vemos individuos.
El
argumento del “mal menor” es la salida por derecha de todo problema político.
Aceptar que todo está mal y ver la manera en la que podemos estar un poco menos
mal es la forma misma del conservadurismo.
Por
eso en el escenario que se nos presenta no necesitamos mártires que inmolen su
buena conciencia progresista y voten a Scioli para detener la avalancha
neo-liberal del macrismo. El que quiera hacerlo adelante, pero no por eso
debemos aceptar, los que no estamos dispuestos a avalar este escenario que se
nos ofrece, que se nos tilde de “no hacernos cargo”, de “egoístas” o de no querer
“ensuciarnos las manos”. Muy por el contrario, no nos resulta nada fácil
desligarnos de esta decisión en la práctica y por eso nos vemos obligados a
asumir sus consecuencias. Nosotros no pensamos que poner un voto por la vía del
“capitalismo moderado” o como se ha llegado a decir “humanitario” esgrimiendo
consignas progresivas y consideración con “los que menos tienen” sea hacerse
cargo de la situación insoportable en la que vive la gran mayoría de las
personas en el mundo actual del capitalismo mundializado. Muy por el contrario,
implica patear el problema para más adelante y avalar las condiciones en las
que él mismo se reproduce. Pan para hoy, hambre para mañana…
En
cuanto a los que piensan con convencimiento en votar a Macri, no hay nada que
hacer, es probablemente su incapacidad para ver más allá de sus propias narices
lo que hace que esa gente ya esté perdida y no vale la pena ni siquiera
interpelarlos. Lo que no debemos hacer es, nuevamente, confundir la “voluntad
popular” con el cúmulo de intereses individuales que esconde.
Retomar
desde donde lo dejamos…
Por
supuesto que no podemos decir esto y quedarnos quietos. Eso sí sería no hacerse
cargo. Si pensamos que todo lo que uno puede hacer políticamente es ir a elegir
lo que mejor lo represente (aunque no lo represente para nada) entonces si es
necesario ir masivamente a votar a Scioli. Pero si nos comprometemos con el
enunciado de que “otra política es posible” entonces debemos encaminarnos en
construirla. Debemos pensar y hacer una política que no nos devuelva
permanentemente a estas encerronas como las que estamos viviendo en este
momento.
Hubo
un tiempo, hace no mucho, donde la gente supo que podía hacer algo más que ser
un simple espectador de la vida política del país. Que podía salir a la calle,
que podía organizarse por su cuenta más allá de los partidos y de las
estructuras anquilosadas del poder sindical, que podía tomar el problema en sus
manos y hacer algo, por precario que sea. El primer paso siempre es un salto al
vacío.
En ese
momento la gente no esperó a que aparezca un candidato para canalizar sus
demandas. No salió a pedir por alguien que vaya a ocupar el poder para darles
algo más de lo poco que tenían. En aquel momento la gente se corrió de su papel
de víctima que tiene que ser ayudada y rescatada por la buena conciencia de los
que están arriba, sino que tomo el problema en sus manos, se organizó e hizo
cosas. Habrá sido mucho, habrá sido poco, no lo sabemos, es discutible y es
necesario discutirlo.
Por
supuesto siempre vamos a tener los argumentos de la izquierda mesiánica y
dogmática que piensa que en el 2001 fue un fracaso porque se perdió la
oportunidad de hacer la Revolucion ya que por un problema probablemente de
dirección o de conciencia no se pudo organizar a las masas hacia la toma del
poder y bla bla bla…
Pero
también tenemos la visión reactiva aunque exitosa del kirchnerismo frente a
estos acontecimientos que los nombra como “el lugar al que no queremos volver,
porque es la consecuencia de los 90” .
Aquí queda más que claro que el temor de la clase dirigente no es tanto a los
modelos económicos de antaño sino a sus consecuencias políticas. Lo que más
temen los estadistas es que se rompa la vía de la institucionalidad, que no
“triunfe la democracia”, que la gente deje de ver por un momento las miserias
económicas y se concentre en lanzarse masivamente contra el sistema político
que las reproduce. El miedo del Estado (no importa quién lo ocupe) es que la
gente vea su propio potencial de organizarse y de luchar no solo contra el capitalismo
(hasta el Papa lo hace) sino contra las formas de vida en común y de
organización política que lo sostienen.
Por
eso ahora, venga lo que venga, el compromiso debe ser más fuerte que nunca, y
la tarea es retomar desde allí donde lo dejamos. Ver que nos enseñaron esos
años de fines y comienzo de siglo, hacer balances, criticas, propuestas y sobre
todo apuestas, muchas apuestas. No hay que esperar que esto se arme solo desde
arriba para luego sumarnos, hay que ensayar todas las formas posibles de decir
¡basta!, por pequeñas que sean, en los lugares donde nos encontramos todos los
días buscar las formas de decir ¡aquí estamos y esto no lo queremos más!.
Mirarnos con los demás y no ver personas que necesitan ayuda sino personas
iguales a nosotros que tienen problemas comunes y que tienen sobre todo
capacidad de decidir y de hacer por su propia cuenta, personas con las que
debemos apoyarnos mutuamente y no intentar dirigir o comandar según lo que
nosotros pensamos correcto.
El ciclo neo-liberal
de los ´90 y sus luchas nos enseñaron que tenemos nuevas armas, que podemos
hacer otras cosas. Nuevamente, no nos engañemos, no fue el kirchnerismo el que
termino con el flagelo de Cavallo, De la Rua y el FMI, fue la gente en la
calle, fue la organización popular la que puso el cuerpo en esos tiempos
mientras los personajes que hoy se presentan como los embanderados de la lucha
contra el ajuste votaban a pies juntillas todas las medidas del menemismo. Los
´90 nos enseñaron muchas cosas que quizás no supimos aprender porque todo el
aparato de la política estatal se empeñó sistemáticamente en esconder sus
potencialidades, sacando sus propias conclusiones. Ante los tiempos que
avecinan sin dudas que debemos volver sobre aquellas lecciones y armarnos
nuevamente con más y mejores recursos, con nuevas experiencias y nuevas
consignas.
También
pensamos conveniente de vez en vez levantar la cabeza y ver más allá de las
fronteras para ver que no estamos solos. En el mundo pasaron, pasan y pasaran
cosas, miles de cosas, desde las primaveras árabes, al movimiento de indignados
en España, el zapatismo en México y la lucha por el agua en Bolivia, Kurdistán,
Palestina, los refugiados y los campos de concentración de la democracia
europea. Estos y probablemente muchos otros que desconocemos son lugares
eminentemente políticos donde se desarrollan y se ponen en prácticas nuevas
experiencias y nuevos pensamientos políticos que debemos atender por su
potencial emancipador.
Es
imperioso que pensemos la manera de hacer algo, por pequeño que sea, para que
nunca, pero nunca más tengamos que buscar razones y excusas para elegir entre
Macri y Scioli.
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