Por Silvio Schachter
Es
evidente que la evaluación del balance entre el debe y el haber del
kirchnerismo no alcanza para interpretar procesos políticos y sociales, cuya
complejidad está presente en innumerables investigaciones y ensayos, pero que
el pragmatismo visceral niega sistemáticamente. Los cambios producidos por la
globalización, los modos de producción y generación de valor, las nuevas
formas del trabajo en el capitalismo tardío, los procesos de urbanización
caótica, con sus secuelas se segregación y fragmentación, la apropiación voraz
del suelo urbano y las riquezas del subsuelo, la manipulación de los
flujos informáticos y comunicacionales y sus consecuencias en lo cotidiano,
consumismo, individualismo y hedonismo, ruptura de lazos solidarios, creciente
violencia institucional, criminal, de genero e interpersonal,entre muchas otras
variables que atraviesan nuestra sociedad y muestran el agotamiento y la
incapacidad congénita del llamado populismo neo-desarrollista para
resolver cuestiones estructurales y enfrentar la crisis civilizatoria del
capitalismo.
El
debate sobre los distintos posicionamientos frente a la segunda vuelta tiene
una intensidad que contrasta con una campaña descafeinada, vaciada de ideas,
acotada al espacio aséptico de los medios
y a la publicidad marketinera. Los propios candidatos han pasado de la vacuidad
del mercadeo de la imagen, al precipitado y poco creíble menú de promesas
de ilusionistas sin galera.
En el
debate en la izquierda por el voto positivo por el mal menor o en
blanco o la abstención es deseable que los argumentos no sean banalizados y
sirvan para repensar un conjunto de fenómenos que el pragmatismo electoral
tiende a soslayar. Es evidente que mas allá de un núcleo militante que votara
conforme a la decisión de su organización, la mayoría actuara de acuerdo
a su criterio y buen entender.
Los
considerandos que llevan a muchos compañeros a tomar partido por Scioli no
pueden subestimarse, están apoyados en el carácter simbólico que tiene un
triunfo de Macri, los valores que representa, la estructura económica y social
que lo sostiene y la certidumbre de una política reaccionaria sin fisuras,
mientras que, sostienen, el triunfo del candidato oficialista crearía un
espacio más permeable a las contradicciones y a la resolución de los
conflictos. Votar por Scioli es cerrarle el paso al enemigo principal.
La
lógica del mal menor es un tema recurrente en nuestra historia, no solo
en la nuestra, Gramsci escribía en sus Cuadernos de la cárcel “El concepto de
mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el
que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor
que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con
otro que es aún mayor, y así hasta el infinito.”
En una
versión local de esta especie de cinta de Moebius del planteo gramscinano, no
puede faltar la experiencia de la
Alianza , cuyo candidato de derecha, De La Rua, era el
mal menor frente a Duhalde, terminó poniendo a Cavallo, decretando el
Estado de sitio y fugándose en helicóptero. Luego fue ungido
presidente el mal mayor, que después de la masacre del puente Avellaneda, se
convirtio en el elector de N. Kirchner, porque Reutemann y De la Sota
rechazaron el convite.
La
cantidad de fallidos acumulados, dan cuenta de cómo el menor de los males
puede transformarse en algo diferente. El ejemplo más cercano en el
tiempo, es el colapso de Dilma y el PT, la “única opción” ante la derecha,
está aplicando al programa de su opositor y designo ministro al
banquero Joaquim Levy para llevar adelante el mayor ajuste a favor del
capital financiero, en la historia reciente de Brasil
El
criterio para encontrar el punto justo y evaluar similitudes y diferencias,
contradicciones principales y secundarias depende del cedazo utilizado para
filtrar las alternativas que generan, no solo los personajes sino los proyectos
que representan.
La
disputa entre dos fracciones del poder económico, por quien y como se realiza
el ajuste, puede explicar las cornadas entre bueyes. La división entre
una burguesía nacional y otra transnacional, esta saldada, la
globalización los ha subsumido. La fusión, con el predominio del
capital financiero sobre el productivo, con todos los matices que
puedan encontrarse, es lo dominante en esta etapa del capitalismo.
La
coincidencia en las políticas extractivas, la megamineria y el fracking, la sojizacion
y los agro-negocios, los pagos al Club de Paris y al FMI, la depredación de la
naturaleza, el rechazo al aborto y el avance de los variados
mecanismos de control social, ha sido explicita. No creo que la izquierda que
propugna el desarrollo de una fuerza popular, anticapitalista y antipatriarcal
deba tomar partido por una de estas fracciones, cuyos bordes son porosos y sus
roles intercambiables.
“Sabemos
poco sobre lo que ocurre en la mente de las mayoría de hombres y mujeres
incapaces de expresarse y por eso no podemos hablar con certeza de lo
piensan y sienten.” E. Hobsbawm. ¿Porque grandes mayorías votan
candidatos de derecha, contrarios a sus intereses? No es un una pregunta
novedosa y limitarla a errores de comunicación o a la elección de
determinados candidatos, roza la superficie de este
contrasentido. Lo llamativo es la sorpresa ante los resultados, como si
el giro a la derecha de la política institucional y su internalización en la
subjetividad de la población, hicieran su debut en las urnas del 25/10.
La
credibilidad de los realizadores de encuestas como referencia para pensar y
actuar, ha instalado una metodología perversa, que los posiciona como los
nuevos gurus a los que recurrir para interpretar la sociedad. Una
encerrona desde donde el “hacemos lo que quiere la gente” conlleva a un
resultadismo ramplón, reemplaza la praxis política y concilia con
la manipulación de las tendencias de opinión, donde es difícil discernir
entre causa y efecto.
Si en
las PASO los tres candidatos que obtuvieron el 90 por ciento de los votos son
de derecha, era evidente que la suerte estaba echada. El macrismo y sus aliados
gobernaran la CABA y la provincia de Buenos Aires, territorio donde se genera
el 50 % del PBI y vive el 40 % de la población, las administraciones de Santa
Fe, Cordoba y Mendoza no son kirchneristas. El resto en nada mejora el perfil,
Gioja, Insfran, Morales, Das Neves, van llenando casilleros, con poca afinidad
con el llamado progresismo. Los intendentes peronistas del conurbano ya están
hilando con la futura gestión macrista, por tanto la gobernabilidad será
siempre una negociación entre variables de derecha. No es preciso hace
futurología, en la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, el PRO y FPV
concordaron en casi todas las leyes que avanzaron en privatizar la ciudad.
Es
evidente que la evaluación del balance entre el debe y el haber del
kirchnerismo no alcanza para interpretar procesos políticos y sociales, cuya
complejidad está presente en innumerables investigaciones y ensayos, pero que
el pragmatismo visceral niega sistemáticamente. Los cambios producidos por la
globalización, los modos de producción y generación de valor, las nuevas
formas del trabajo en el capitalismo tardío, los procesos de urbanización
caótica, con sus secuelas se segregación y fragmentación, la apropiación voraz
del suelo urbano y las riquezas del subsuelo, la manipulación de
los flujos informáticos y comunicacionales y sus consecuencias en lo cotidiano,
consumismo, individualismo y hedonismo, ruptura de lazos solidarios, creciente
violencia institucional, criminal, de genero e interpersonal,entre muchas otras
variables que atraviesan nuestra sociedad y muestran el agotamiento y la
incapacidad congénita del llamado populismo neo-desarrollista para
resolver cuestiones estructurales y enfrentar la crisis civilizatoria del
capitalismo.
Resulta
paradójico que la convocatoria a la izquierda para frenar al macrismo provenga
de quienes fueron corresponsables en la creación de una situación donde las opciones
no son opciones. Es una verdadera impostura de políticos e intelectuales, que
aceptaron genuflexamente un candidato que ellos mismos cuestionaron, pretendan
chantajear a la izquierda con el discurso de hacerle el juego a la derecha. Hace unos
meses atrás en el balotaje de la CABA el propio kirchnerismo llamo
a votar en blanco, pues ambos candidatos, Lousteau y Larreta, eran lo mismo.
La
metodología y la concepción, no es de coyuntura, solo hace dos años, en las
elecciones del 2012, Cristina Kirchner puso al frente de la campaña del
principal distrito electoral a Insaurralde, porque media bien, el candidato
farandulizado en las noches de Tinell, obtuvo en la provincia los mismos votos
que Anibal Fernandez, en esa ocasión Massa, ex jefe de gabinete, le gano con el
45 % de los votos. La reflexión y la autocritica ausentes.
Evaluar
la llamada década ganada es también reconocer que este cuadro es el resultado
de un modo de hacer política que niega toda posibilidad de protagonismo y
decisión a los sectores populares empezando por su propia militancia, a
la que se convoca para actos y movilizaciones, a poner el cuerpo, pero no
para opinar y decidir.
La
verticalidad, la desmovilización, el apoyo cerril y acrítico, la dedocracia, el
doble discurso, la corrupción, la cooptación como método para desestructurar
los movimientos sociales, el clientelismo, el sostenimiento de la
burocracia sindical, apuntalada por ministerios pro-patronales, son
métodos regulares sobre los que se ha construido la gobernabilidad del modelo.
La
confrontación en el terreno político institucional del sistema es una parte de
la batalla política. La experiencia del triunfo de Chavez y el de Evo Morales,
independientemente de las lecturas sobre sus gobiernos, muestran el valor que
tiene lo electoral cuando se da en momentos de alta confrontación política y
social. En un contexto de desmovilización, de luchas parciales y fragmentadas,
por el contrario, generalmente sirven para afirmar la hegemonía de las clases
dominantes. Esto no desmerece los alcances, modestos o importantes, de acuerdo
al parámetro que se use para medirlos, de la izquierda expresada en el apoyo al
FIT y a otras incipientes y valiosas construcciones locales y vecinales.
El
voto con mandato no existe, en la urna todas las boletas son iguales y no
llevan pegados ni argumentos ni obligaciones. Una vez emitido, el acto
soberano pierde toda potencia porque es reapropiado por el representante. Son
los elegidos quienes deciden y lo hacen cada vez más auto-referencialmente.
Ciertamente el voto blanco o la abstención tampoco tienen un sello único, menos
aun si no son una respuesta capaz de desmontar la falsa opción. Su utilidad se
desdibuja si se acota a la mera oposición a los candidatos sin cuestionar
fuertemente la degradación de este sistema de representación burguesa.
Empezando por las PASO que son un filtro para las organizaciones con menos
recursos y continuando con el propio balotaje, que es una construcción de
falsas mayorías para legitimar todo tipo actos.
El
fenómeno desborda las condiciones coyunturales, es notorio el deterioro
universal de las formas de la representación burguesa, de sus falacias
constituyentes y la corrosión de sus estructuras y metodologías. La
des-ideologización, el vaciamiento de contenidos y la creciente falta de
compromiso político de gran parte de la sociedad con lo público y el bien
común, se expresa en la volatilidad del voto. CFK obtuvo en 2011 el 54 %en
primera vuelta y su candidato actual el 36 %,2.5 millones menos. Narvaez
empresario que llego de la mano de Menem, en el 2009 le gano a la lista
“testimonial” encabezada por Nestor Kirchner y Scioli, luego hizo campaña
con la consigna: “Ella o Vos” y ahora apoya al candidato oficial, el FAP
en 2011 obtuvo el segundo lugar con casi el 20 %, hoy ya no existe. Pino tuvo
en la CABA el 25 %, y proyecto Sur es solo un recuerdo.
El
panquequismo saltimbanqui de los dirigentes que cruzan de una vereda a otra sin
ningún pudor se ha convertido en una constante, punteros y caudillos locales
pasaron del FPV para Massa ida y vuelta. Pino se juntó con Carrio para
tener su senaduría. La UCR expulso a Cobos y lo reincorporo después del voto no
positivo, camino con Lavagna, Binner y Narvaez y ahora le prestó su aparto
electoral a Macri, Lousteau, el ministro de la 125 en el gobierno de CFK,
devino en candidato de Carrio y la UCR, adalides de la gauchocracia,
quienes a su vez enfrentaron a Larreta pero se abrazan a Macri. El kirchnerismo
puso a Cobos en la vicepresidencia y luego al yuppie Boudou, a Scioli, en la
vicepresidencia y luego en la gobernación por dos periodos. Nuevo Encuentro era
la opción kirchnerista de izquierda ante Scioli, con el que hoy está
absolutamente mimetizado. El gobierno friega a su propia militancia
transformando las PASO en una encuesta oficial, los integrantes de Carta
Abierta escribieron Scioli no nos representa, pero rápidamente digirieron al
“saponauta” –Barcelona dixit- Todo vale en el universo de la real-politik,
donde el estilo de políticos gerentes, burócratas profesionales se consolida y
es naturalizado por los medios . Así
pues hablar de las elecciones como un triunfo de la democracia, donde la
sociedad eligió libremente, es cuanto menos falso. La trampa excede la posible
manipulación de las urnas.
El
futuro de una juventud militante que se sumo en este periodo al kirchnerismo,
aportando sus ganas de construir un país mejor, es un ingrediente puesto a
consideración. Es difícil ponderar el riesgo que un triunfo macrista produciría
en ellos, con la consiguiente carga de frustración y desengaño. Lamentablemente
la formación de esta generación en la aceptación del blindaje al líder
infalible, disciplinada con un verticalismo que los inhibe de pensar y actuar
con independencia, no ofrece las mejores perspectivas. Apostar a la ruptura de
la obsecuencia es una carta difícil, quien reclama lealtad y abandona a sus
acólitos en el medio de la misa para que nada ensombrezca su figura, ha hecho
escuela.
Asi
como no es aceptable la simplificación electoralista, tampoco, en un horizonte
de ajuste donde seguramente habrá resistencias, se puede afirmar que el camino
regresivo conducirá mecánicamente a nuevas alturas la lucha y la
organización popular.
Las
debilidades de la propia izquierda, que no es ajena al cuadro político, deben
ser parte de la
reflexión. El crecimiento de las expectativas en la disputa
institucional, que no puede ser subestimada, es también consecuencia de la
falta de confianza en el papel de las propias fuerzas y del protagonismo social
en la construcción de poder popular
La
argumentación para una u otra postura enciende la polémica, lamentablemente
como se aprecia en las redes sociales y los foros de debate, no siempre en
términos fraternales, hábito pernicioso de la izquierda. Ni el
voto a Scioli es una traición a la clase trabajadora, ni el voto en blanco o la
abstención, constituyen un principismo maximalista que elude el compromiso.
Estos actos no deberían definir una divisoria de aguas.
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