El mejor
homenaje es continuar la lucha…
FPDS Corriente Nacional
Darío Santillán era joven. En los años ´90, en el contexto de una
Argentina literalmente destruida, sintió en lo más profundo de su corazón el
grito de un pueblo que se ahogaba en la miseria. Tenía 16
años. No quiso dormir tranquilo mientras otros y otras no dormían por hambre,
por angustia, por frío. A pesar de haber nacido en la era del vaciamiento
político, económico y cultural del neoliberalismo, supo buscar y encontrar en
las aparentes ruinas de la historia, las lecturas que lo motivaron y empujaron
a transformar las injusticias. El Che, una estrella cercana, brillaba en el
horizonte de todos los techos de chapa e iluminaba la cara de Darío con su
audacia revolucionaria y su ética intachable.
Darío comenzó su militancia en el colegio secundario, junto a
otrxs jóvenes que compartían con él la sed de construir un nuevo camino que
rompiera con tanta miseria aplicada y tanta estupidez predominante. A pesar de
su corta edad, supo comprender por qué en un país tan grande y rico se sufre
tanta miseria y hambre. Su corazón se indignó de impotencia.
Con sus compañeros y compañeras organizó e impulsó los primeros
Movimientos de Trabajadorxs Desocupadxs de la zona Sur del Gran Bs. As.
Construyó bloques para levantar casas dignas donde antes había basurales. Ayudó
a organizar bibliotecas populares, y espacios de formación y contención para
los más jóvenes, “…el futuro que crece desde el barro de décadas de saqueo
planificado…que crece resistiendo los latigazos del neoliberalismo y las balas
baratas del gatillo fácil que los espera en cada esquina… tengo que saber más,
tengo que encarar mejor los problemas de este tiempo…”, pensaba hacia sus
adentros mientras compartía un mate con alguna doña del barrio que le comentaba
de los chicos, de los problemas de la escuela, de las calles inundadas, del
hospital lleno. Luchó en los barrios codo a codo con las familias olvidadas,
trabajando duro, formándose y estudiando cada día, soportando los aprietes de
los funcionarios de turno y la policía.
Formó parte de las
mejores experiencias de lucha que la joven militancia y el pueblo supieron
construir, sintiéndose siempre parte y continuidad de un proceso histórico que
había comenzado mucho tiempo atrás, en el que eran asesinados/as los
revolucionarios y revolucionarias del pueblo, y los verdugos eran los mismos
poderosos que impunemente seguían, y en buena parte siguen, gobernando y
conduciendo el destino de este país.
Formó parte de los
miles de jóvenes, estudiantes, trabajadores y trabajadoras ocupados y
desocupados, artistas, militantes, que hartos de aguantar ajustes y hambre se
lanzaron valientemente a la lucha, gestando las jornadas históricas del 19 y 20
de diciembre del 2001 que echaron al gobierno de De la Rúa y patearon al
neoliberalismo en el centro de su propia injusticia.
El 26 de junio del 2002, se movilizaba junto a cientos de familias
organizadas hacia el Puente Pueyrredón, en reclamo de trabajo, educación y el
cese de la represión a los que luchan. La respuesta del gobierno de Eduardo
Duhalde y la SIDE fue una feroz represión, conocida como la Masacre de
Avellaneda, que dejó un saldo de más de 150 detenidos, en buena parte mujeres y
jóvenes, decenas de heridos con balas de plomo y dos asesinados por la espalda:
Maxi miliano Kosteki, un joven
artista popular de 26 años y el mismo Darío, que se encontraba auxiliando a Maxi agonizante en la Estación Avellaneda.
Darío se quedó junto a Maxi
aunque no lo conocía, a sabiendas de que avanzaba la represión, nunca lo dejó
solo, en ningún momento, y en el desenlace de los acontecimientos anunciados,
levantó su mano grande y protectora como si con ella pudiera detener la muerte
que lo acechaba. Como lo relata inmejorablemente Vicente Zito Lema:
“…La mano con la que Darío Santillán paró la muerte, la mano
gigante de Darío, la mano sin tiempo y sin fronteras de Darío, que a partir de
ese terrible momento se alzó en los paredones, en las pancartas y afiches, en
los fondos y en los frentes, sobre cualquier género o papel, en todo espacio,
en lo material que nos cubre y en el espíritu que nos desnuda; aún en el agua y
en los sueños, esa mano, más alta que las montañas del Oriente, más aullante
que el aullido que estremece la luna, más eterna que la misma eternidad, esa
mano para proteger a Maxi miliano
Kosteki, el joven piquetero, el joven artista que moría junto a él, el joven y
viejo Darío Santillán, que a los 20 años se hizo cargo del dolor del mundo.
De la rebeldía del mundo.
Acaso para que el mundo y nuestras vidas
No murieran del todo.
O, mejor dicho
Para resucitarnos.
La mano de Darío más bella que nunca,
Porque ahora esa mano era de todos.
Como un inviolable, feroz y dulce deseo…”
Por eso Darío se
transformó en un símbolo, no sólo de dignidad, coraje y resistencia de un
pueblo en lucha, sino también en la prueba de que aún en las condiciones más
adversas, en los lugares más inhóspitos, ahí donde todo parece casi muerto,
puede nacer la flor de la rebeldía y la justicia. Su último gesto antes de ser asesinado
es la síntesis de su corta e intensa vida, es el reflejo (y el ejemplo) de la
entrega y el compromiso de una juventud curtida en la lucha y enteramente
dispuesta a transformar las injusticias de fondo, a cambiar la realidad de
lleno y a expresar en los hechos como deben ser los valores más humanos, de lo
mejor de lo humano que se pueda tener.
Por eso Darío es de todxs. Vive y vivirá siempre, porque las
razones por las que luchaba y entregó su vida aún están ferozmente pendientes.
Porque su bella juventud, su audacia y su ética militante iluminan hoy a todos
los luchadores y luchadoras por un mundo mejor. Porque ese sueño de una
Argentina y una Latinoamérica sin hambre, sin saqueo de nuestros bienes
comunes, sin contaminación, sin explotación ni precarización, se viene soñando
desde hace tiempo. Porque creemos que es nuestra tarea urgente construir otra
sociedad, forjar un nuevo proyecto de país en una Patria Grande socialista,
justa, autodeterminada.
Y porque hoy
sentimos nuestra la responsabilidad de tomar esas banderas en estas manos y
cumplir ese sueño por nosotrxs mismxs, por nuestro querido pueblo argentino,
por nuestra ancha Latinoamérica toda, por nuestros niños y niñas, por el futuro
que espera, por los mártires de la patria libre que vendrá, que nos miran desde
la historia y sonríen tiernamente.
Por ellos, por nosotrxs, por todxs.
¡Darío Santillán y Maxi miliano
Kosteki, PRESENTES!
El mejor homenaje es continuar la lucha.
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=6274
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