La
“nueva izquierda” y la construcción
de una alternativa política anticapitalista
15 de diciembre de 2014
15 de diciembre de 2014
Por Democracia Socialista
(Rebelión)
A partir del ciclo de luchas abierto con las jornadas de 2001,
hemos asistido a la emergencia de un conjunto de experiencias organizativas, de
la izquierda social e “independiente”, vinculada a los nuevos movimientos
sociales y al margen de los partidos de la izquierda tradicional. Esta “nueva
izquierda” no llegó a configurar una unidad política en torno a un proyecto
estratégico sino, más bien, un inestable espacio político en proceso abierto de
conformación. La apuesta por la auto-actividad de las masas, la crítica al
vanguardismo sectario o burocrático, la reivindicación del “socialismo desde
abajo”, la aspiración a recuperar y dialogar con diversas identidades plebeyas
latinoamericanas, fueron algunos de los elementos comunes de este campo
político emergente.
Como correlato de la
maduración de estas organizaciones, en el último periodo numerosos movimientos
de este espacio comenzaron a discutir la posibilidad de intervenir en el
terreno electoral y empezar a proyectarse más decididamente en el terreno
político. Sin embargo, el intento de afrontar nuevas tareas (que implicaban
también reabrir viejos debates que habían quedado relegados en la fase
social-movimientista precedente: el papel del Estado, el marco de alianzas,
etc.) puso en evidencia las enormes limitaciones que contenían estas jóvenes
construcciones. El resultado fue que el sector que más decididamente intervino
en lo electoral (Marea Popular, hoy Patria Grande) lo hizo al precio de
dilapidar cualquier perfil novedoso y radical (reconstruyendo un frente
centro-izquierdista dirigido por la CTA, muy por detrás de las posibilidades
políticas de nuestra situación), y el resto de los movimientos quedaron
estancados en debates internos, sin capacidad para enfrentar las nuevas tareas
de la etapa. Luego
de las elecciones, la novel “izquierda independiente” quedó
fuertemente herida, desorientada y en crisis de proyecto e identidad.
Por su lado, los
resultados del FIT durante las últimas elecciones no solo fueron sorprendentes
por los porcentajes obtenidos, sino por el alcance nacional, logrando grandes
desempeños en provincias tradicionalmente conservadoras. El FIT recogió
1.250.000 (sobre un total de 1.400.000 votos para listas de izquierda radical,
cerca del 6% a nivel nacional), destacando algunas elecciones en provincias:
como el resultado en Salta donde el PO salió primero en la Capital y tercero a
nivel provincial con el 20 %, Mendoza con el 14% para el FIT, Santa Cruz con el
11%, entre otros ejemplos similares.
Este crecimiento significativo
configura una situación que recuerda a lo ocurrido a fines de los ochenta,
cuando el MAS irrumpió con enorme fuerza y construyó Izquierda Unida junto al
PC. También en ese momento se asistía al “fin de ciclo” de un gobierno
centroizquierdista y la derecha preparaba su reemplazo neoliberal. La
reaparición de un gran contrapeso de izquierda anticapitalista constituye una
oportunidad que consideramos que no podemos desperdiciar.
Ahora bien, la
existencia de esta coyuntura favorable para construir una izquierda radical con
peso de masas exige reconocer la diversidad de la cultura, las tradiciones y
las organizaciones de la izquierda en nuestro país. Es indispensable aceptar
esta diversidad para no reiterar errores cometidos en el pasado. Si se extiende
la creencia autoproclamatoria de que “sólo el FIT es la izquierda”, se repetirá
el llamado a “hacer grande al MAS” que erosionó la posibilidad de construir una
alternativa política duradera en los años ochenta. Pero tampoco es válido
pensar que sólo la – hasta hace poco denominada – “izquierda independiente” y
la que proviene de movimientos sociales es autosuficiente para resolver a favor
de las clases populares la crisis del capitalismo argentino.
Es una tarea
fundamental de las corrientes políticas y los movimientos sociales que nos
reconocemos comprometidos con la construcción de una nueva izquierda
revolucionaria en nuestro país, la intervención en el plano político y
electoral sin incurrir en las derivas oportunistas que caracterizaron algunos emprendimientos
recientes. La plataforma electoral “Pueblo en Marcha” en la CABA o el Frente
Ciudad Futura en Rosario son pequeños y valiosos primeros pasos en ese sentido.
Pero conformar un nuevo espacio político anticapitalista en el plano electoral
no significa pretender que la obra comience cuando uno entra en escena. Lejos
de todo sectarismo, nuestra tarea debe ser convocar a una convergencia amplia
de la izquierda social y política de nuestro país, en la perspectiva de
construcción de un frente social y político anticapitalista, un amplio polo
político independiente del peronismo, el gobierno y la oposición burguesa, que
sirva para reforzar las luchas, los movimientos sociales y el poder popular
construido desde abajo. Un movimiento político donde puedan convivir diferentes
tradiciones y sensibilidades políticas en torno a una comprensión común del
periodo y las tareas: la independencia política de las clases subalternas, una
perspectiva anticapitalista de ruptura, la intervención en las luchas, la denuncia
del decadente capitalismo periférico y extractivista en el que vivimos.
Es evidente que este
llamado tiene en el FIT un interlocutor fundamental, considerando su rol
predominante en la izquierda argentina. Pero también es importante convocar al
conjunto de la izquierda social e independiente, a referencias políticas
importante como Luis Zamora y AyL, partidos de izquierda como el MST-Nueva
Izquierda, y a todas las organizaciones militantes, personalidades de la
cultura y luchadores independientes que acuerden con esta perspectiva. Estamos
ante la oportunidad histórica de conformar un amplio movimiento político de
masas bajo las banderas del socialismo.
Una confluencia de la
“izquierda tradicional” y la “nueva izquierda” en el terreno electoral no
desmiente las diferencias estratégicas, organizativas y de cultura política que
evidentemente persisten. Por el contrario, significa ser fieles a nuestra
crítica radical a toda forma de sectarismo y autoconstrucción, en beneficio del
desarrollo de una alternativa política de masas. En cualquier caso, sigue
vigente la tarea de largo aliento, y alcance histórico, de construir una nueva
izquierda revolucionaria que pueda reformular un proyecto emancipatorio para el
siglo XXI.
Creemos entonces que
el FIT debe abrirse más allá de las organizaciones que actualmente lo componen
y el resto de la izquierda radical debe confluir con esa apertura, por medio de
un proceso de diálogo, mutua comprensión y aprendizaje. Debemos evitar todo
tipo de sectarismo, principalmente de parte de quienes siempre cuestionamos los
rasgos sectarios y autoproclamatorios de la izquierda tradicional. Si esto
fuera posible, “qué hermoso y qué cercano sería el futuro”. De lo contrario, la
izquierda revolucionaria de nuestro país estará desaprovechando, nuevamente,
una oportunidad histórica que posiblemente no vuelva a presentarse en el
mediano plazo.
Desde Democracia Socialista proponemos al conjunto de la izquierda
social e independiente, a los partidos que conforman el FIT, a los movimientos
sociales combativos y a los luchadores sindicales independientes empezar a
trabajar en esta perspectiva de confluencia en un amplio frente de la izquierda
anticapitalista, que irrumpa con fuerza en las futuras elecciones nacionales.
Con este objetivo, pondremos nuestra energía en la construcción, junto a la
militancia social y política que acuerde con esta perspectiva, de las
condiciones que logren, desde abajo, empujar esta propuesta unitaria.
Democracia Socialista
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