ARGENTINA: LA TRANSICIÓN EN MARCHA
Y EL PROCESO ELECTORAL EN CIERNES
Por Mariano Féliz
El 2018 fue el año de la aceleración del ajuste económico que
forma parte de la crisis transicional de la economía argentina. El cierre
definitivo del financiamiento internacional privado al proceso de sintonía fina
del kirchnerismo + ajuste gradual del macrismo, abrió el camino al ajuste
ortodoxo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Doce meses después, y abierto
el proceso electoral, la urgencia de una superación de la crisis aparece como
clave en todo el debate público.
Las apuestas de los sectores dominantes
Cambiemos o la avanzada del capital sin tomar prisionerxs
Desde los sectores dominantes aparecen propuestas en dos planos principales. Cambiemos es la expresión más explícita de la radicalización del ajuste en pleno desarrollo. La propuesta de este espacio político expresa a las fracciones más “optimistas” dentro del gran capital transnacional. Su optimismo radica en la presunción de que es el momento de acelerar el proceso de reestructuración y apuestan todas sus fichas a la renovación del mandato de Macri y -sobre todo- del programa de gobierno.
Las apuestas de los sectores dominantes
Cambiemos o la avanzada del capital sin tomar prisionerxs
Desde los sectores dominantes aparecen propuestas en dos planos principales. Cambiemos es la expresión más explícita de la radicalización del ajuste en pleno desarrollo. La propuesta de este espacio político expresa a las fracciones más “optimistas” dentro del gran capital transnacional. Su optimismo radica en la presunción de que es el momento de acelerar el proceso de reestructuración y apuestan todas sus fichas a la renovación del mandato de Macri y -sobre todo- del programa de gobierno.
Estas fracciones (entre las que se destacan capitales como el
comercial-financiero Mercado Libre, el agrocapital Los Grobo o el automotriz
FIAT) entienden que la crisis transicional ha sido eficaz para crear la
condición básica de su resolución a su favor: la desarticulación política de la
resistencia popular al ajuste. En efecto, estiman que luego de la crisis
política desatada a finales de 2017, la aceleración de la crisis económica con
limitadas respuestas populares masivas habrían demostrado el triunfo de la
estrategia de desgaste y desilusión.
En efecto, la presión creciente de los sectores dominantes dentro del gran capital apunta a elevar la vara de las reformas pendientes. El FMI apuesta todo su capital político y económico (50% de su capital prestable está invertido en Argentina) a la radicalización del cambio estructural para reubicar al territorio nacional en la división internacional del trabajo: convertir a la Argentina en territorio para el saqueo de sus riquezas naturales y para una multiplicada superexplotación del trabajo y los cuerpos (ver nota en Zur de Junio de 2019).
Frente de Todos o el fantasma del 2001 y la necesidad de una nueva salida ordenada del caos
Dentro las fracciones políticas de los partidos del orden, el Frente de Todxs aparece como la versión conciliadora y negociadora de la economía política del capital. En una renovación de las expectativas de una alianza policlasista, la fórmula (Alberto) Fernández-(Cristina) Fernández (K) (FF) expresa el sentir de los sectores subordinados del capital. La presunción de base es la imposibilidad de una salida políticamente viable (es decir, controlada dentro de los parámetros de la reproducción capitalista) sin integrar en la alianza gobernante a un conjunto sustancial del movimiento obrero organizado. En esta interpretación, la apuesta por un capitalismo dependiente posible (“serio y con inclusión social”, dirían sus promotores) requiere un amplio acuerdo policlasista que recree el mito del neodesarrollo.
A diferencia de las fracciones hegemónicas más transnacionalizadas, ese espacio político parte de la presunción de que la crisis de fines de 2017 confirma la potencial explosión social y un mayor desorden político en ciernes. En sintonía con la estrategia de moderación (en sus inicios “resistiendo con aguante”) estas fuerzas políticas expresan el temor latente al fantasma de 2001 y la nostalgia de una salida que cobije a todas las fracciones del capital (“volvemos”).
Por eso promueven pacto social o nuevo acuerdo de ciudadanía que recree una hegemonía débil y encamine productivamente para el conjunto del capital las posibilidades de expansión. En este marco se interpretan las expresiones del equipo económico de FF en relación a congelar la distribución del ingreso y la prevención de un futuro gobierno de transición.
En efecto, la presión creciente de los sectores dominantes dentro del gran capital apunta a elevar la vara de las reformas pendientes. El FMI apuesta todo su capital político y económico (50% de su capital prestable está invertido en Argentina) a la radicalización del cambio estructural para reubicar al territorio nacional en la división internacional del trabajo: convertir a la Argentina en territorio para el saqueo de sus riquezas naturales y para una multiplicada superexplotación del trabajo y los cuerpos (ver nota en Zur de Junio de 2019).
Frente de Todos o el fantasma del 2001 y la necesidad de una nueva salida ordenada del caos
Dentro las fracciones políticas de los partidos del orden, el Frente de Todxs aparece como la versión conciliadora y negociadora de la economía política del capital. En una renovación de las expectativas de una alianza policlasista, la fórmula (Alberto) Fernández-(Cristina) Fernández (K) (FF) expresa el sentir de los sectores subordinados del capital. La presunción de base es la imposibilidad de una salida políticamente viable (es decir, controlada dentro de los parámetros de la reproducción capitalista) sin integrar en la alianza gobernante a un conjunto sustancial del movimiento obrero organizado. En esta interpretación, la apuesta por un capitalismo dependiente posible (“serio y con inclusión social”, dirían sus promotores) requiere un amplio acuerdo policlasista que recree el mito del neodesarrollo.
A diferencia de las fracciones hegemónicas más transnacionalizadas, ese espacio político parte de la presunción de que la crisis de fines de 2017 confirma la potencial explosión social y un mayor desorden político en ciernes. En sintonía con la estrategia de moderación (en sus inicios “resistiendo con aguante”) estas fuerzas políticas expresan el temor latente al fantasma de 2001 y la nostalgia de una salida que cobije a todas las fracciones del capital (“volvemos”).
Por eso promueven pacto social o nuevo acuerdo de ciudadanía que recree una hegemonía débil y encamine productivamente para el conjunto del capital las posibilidades de expansión. En este marco se interpretan las expresiones del equipo económico de FF en relación a congelar la distribución del ingreso y la prevención de un futuro gobierno de transición.
Los partidos del orden tienen un proyecto en común. La
coincidencia de base es la necesidad de proyectar un proceso político que
permita resolver la crisis transicional en curso. La diferencia sustantiva
entre ambos programas está en los presupuestos en torno al posible devenir de
la lucha de clases y la capacidad de sus respectivas fuerzas sociales y
políticas para canalizarlas productivamente dentro de las tensiones y
tendencias que imponen las transformaciones en la transición hegemónica a
escala mundial.
El campo del Pueblo y la izquierda en construcción: entre la reforma yla revolución
Frente a las opciones
en el campo de los sectores dominantes, las apuestas populares se articulan en
torno a cómo enfrentar la tendencia al ajuste eterno. En el campo electoral, el
FIT-Unidad se ha convertido en la opción de izquierda por excelencia. Si bien
está la alternativa del Nuevo MAS, el FIT-Unidad coaliga en este plano al
conjunto más significativo del esfuerzo organizativo de las fuerzas populares a
la izquierda del espectro político. No son estas las únicas formaciones de
izquierda realmente existentes o relevantes, sino las que han ganado más
volumen y visibilidad política.
En este campo, tiende a verse la crisis como una más dentro del conjunto de las crisis en el marco del capitalismo dependiente y no como una crisis transicional de la mayor importancia. De ahí que se privilegie el señalamiento del capital (y lxs capitalistas) como agentes de la crisis capitalista, poniendo en este momento el énfasis en su forma más perfecta y general en el capital financiero internacional. Frente a la prepotencia organizada del capital encarnada en el FMI, la demanda de cesación de pagos sobre la deuda pública toma preeminencia discursiva. Por el contrario, a diferencia de otros momentos políticos, la radicalidad del discurso de los sectores organizados de la izquierda no está logrando proyectar una propuesta de transición fuera del sistema del capital ni tampoco proponer de manera prefigurativa los rasgos de tal proceso de radicalización social.
El debate en la izquierda no está logrando configurar un proceso de politización que supere el crecimiento cuantitativo de las fuerzas de izquierda en los espacios parlamentarios. En contraposición a los partidos del orden, correctamente ponemos el énfasis en las responsabilidades sociales de la crisis (les capitalistas que deben ‘pagarla’). Sin embargo, la práctica política colectiva en la izquierda en construcción (en pero -sobre todo- más allá de las actuales formaciones dominantes en el contexto electoral) no consigue incorporar con claridad los debates y prácticas que surgen de las luchas concretas en las fronteras sobre las que el capital avanza: entre otras, las luchas contra el extractivismo y el saqueo, las luchas del sindicalismo de base clasista, y en especial las luchas del movimiento feminista.
Estas últimas son clave pues ponen el eje en el núcleo de la avanzada del capitalismo contemporáneo en particular en territorios dependientes: la transición en ciernes tiene como núcleo la transformación de los límites del capital, en particular los límites entre trabajo productivo y reproductivo (y de cuidados). La reubicación del territorio argentino como nuevo campo de explotación por parte del capital transnacional supone el avance sobre los territorios ancestrales indígenas, la precarización creciente de la reproducción de la vida en las comunidades urbanas, la crisis de la reproducción y los cuidados (en salud, educación, seguridad social, violencia social), la privatización e individualización de la vida y la flexibilización extrema de las relaciones laborales. Ese es el programa de Mercado Libre, Los Grobo y FIAT, en y más allá del FMI: construir una subjetividad social fracturada e impotente (ver más).
El presupuesto de la izquierda en lucha es la capacidad del Pueblo de organizarse y luchar para enfrentar al capital en sus manifestaciones más inmediatas y fundamentales. Asumimos que el espíritu del 2001 está latente, dispuesto a regresar; Diciembre de 2017 nos lo recordó. A diferencia de la fuerzas sociales en torno al Frente de Todxs, desde la izquierda creemos que es justamente esa potencia inmanente la que debe desplegarse para salir del abismo actual.
El campo del Pueblo y la izquierda en construcción: entre la reforma y
Frente
En este campo, tiende a verse la crisis como una más dentro del conjunto de las crisis en el marco del capitalismo dependiente y no como una crisis transicional de la mayor importancia. De ahí que se privilegie el señalamiento del capital (y lxs capitalistas) como agentes de la crisis capitalista, poniendo en este momento el énfasis en su forma más perfecta y general en el capital financiero internacional. Frente a la prepotencia organizada del capital encarnada en el FMI, la demanda de cesación de pagos sobre la deuda pública toma preeminencia discursiva. Por el contrario, a diferencia de otros momentos políticos, la radicalidad del discurso de los sectores organizados de la izquierda no está logrando proyectar una propuesta de transición fuera del sistema del capital ni tampoco proponer de manera prefigurativa los rasgos de tal proceso de radicalización social.
El debate en la izquierda no está logrando configurar un proceso de politización que supere el crecimiento cuantitativo de las fuerzas de izquierda en los espacios parlamentarios. En contraposición a los partidos del orden, correctamente ponemos el énfasis en las responsabilidades sociales de la crisis (les capitalistas que deben ‘pagarla’). Sin embargo, la práctica política colectiva en la izquierda en construcción (en pero -sobre todo- más allá de las actuales formaciones dominantes en el contexto electoral) no consigue incorporar con claridad los debates y prácticas que surgen de las luchas concretas en las fronteras sobre las que el capital avanza: entre otras, las luchas contra el extractivismo y el saqueo, las luchas del sindicalismo de base clasista, y en especial las luchas del movimiento feminista.
Estas últimas son clave pues ponen el eje en el núcleo de la avanzada del capitalismo contemporáneo en particular en territorios dependientes: la transición en ciernes tiene como núcleo la transformación de los límites del capital, en particular los límites entre trabajo productivo y reproductivo (y de cuidados). La reubicación del territorio argentino como nuevo campo de explotación por parte del capital transnacional supone el avance sobre los territorios ancestrales indígenas, la precarización creciente de la reproducción de la vida en las comunidades urbanas, la crisis de la reproducción y los cuidados (en salud, educación, seguridad social, violencia social), la privatización e individualización de la vida y la flexibilización extrema de las relaciones laborales. Ese es el programa de Mercado Libre, Los Grobo y FIAT, en y más allá del FMI: construir una subjetividad social fracturada e impotente (ver más).
El presupuesto de la izquierda en lucha es la capacidad del Pueblo de organizarse y luchar para enfrentar al capital en sus manifestaciones más inmediatas y fundamentales. Asumimos que el espíritu del 2001 está latente, dispuesto a regresar; Diciembre de 2017 nos lo recordó. A diferencia de la fuerzas sociales en torno al Frente de Todxs, desde la izquierda creemos que es justamente esa potencia inmanente la que debe desplegarse para salir del abismo actual.
La resistencia popular organizada es la base de la posibilidad de
construir un proceso de superación de este sistema de muerte. La clave del
problema es cómo articular las luchas realmente existentes en un proyecto
político de izquierdas que ponga en el centro de sus demandas -nuevamente- la
construcción de otra forma societal. La pregunta que debemos responder es si
estamos dispuestxs a radicalizar nuestra praxis política, revolucionar nuestra
organización. Si logramos abrir el campo de la política a quienes están en el
centro de las luchas por la vida y contra la muerte que propone el capital,
tenemos posibilidades de masificar el campo del cambio social. Si
organizativamente permitimos que sean estos debates los que articulen nuestra
práctica, estaremos en mejores condiciones de crear un futuro más libre y justo
para todes.
*Economista. Profesor de http://zur.org.uy/content/argentina-la-transici%C3%B3n-en-marcha-y-el-proceso-electoral-en-ciernes
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