Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular
Este
es el fin. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio
16 de agosto de 2019
Por Mariano Féliz
Pasaron las
PASO. El gobierno de Mauricio Macri se convirtió en una sombra de lo que
parecía. La crisis transicional se acelera bajo la presión del capital
concentrado en su forma financiera mientras el pueblo enfrenta las
consecuencias. ¿Podemos esperar así cuatro meses más de gobierno de Cambiemos y
el FMI?
Hace poco más de un año el capitalismo argentino entraba en un
ciclo de depresión profunda enmarcado en su crisis transicional. A comienzos de
2019 todavía era incierto el devenir político, no tanto el económico. No era
claro si la aceleración de la crisis permitiría a Cambiemos ratificar el
programa de gobierno, o sí, por el contrario, se configuraría una fuerza de
oposición -dentro de los partidos del orden- que condujera el descontento
social creciente dentro de los marcos del capitalismo dependiente pero
desplazara a Cambiemos del control del Estado. En mayo CFK bajó su potencial
candidatura presidencial y desencadenó un efecto dominó que concluyó en la
conformación del Frente de Todos, fuerza política que a la postre arrasó en las
PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias).
Es la economía… pero también la política
El capitalismo
dependiente argentino enfrenta un problema de fondo que no encuentra solución (ver acá). La crisis política de diciembre de 2017 y el
freno a la reforma laboral terminó de sellar el fin de la alternativa Cambiemita.
La llegada del FMI y su programa fue como cerrar con llave y
tirarla al río. Las cartas estaban echadas. El capital financiero tomaba las
riendas de la crisis transicional y aceleraba el ajuste.
El resultado
para la economía argentina es evidente. Hay un deterioro generalizado de todos
los indicadores de reproducción exitosa del ciclo del capital: cae la
producción y el empleo, cae la demanda agregada, las importaciones, el consumo
y, fundamentalmente, se desploma la inversión en capital constante fijo en
tanto y, a la vez que, la tasa de ganancia no se recupera.
El golpe a las
condiciones de vida de las mayorías populares es evidente y atroz (ver). Sin embargo, ese deterioro no se canalizó en la
forma de un estallido o niveles de resistencia social masivos y sostenidos. La
política en las calles no logró romper los límites de la gobernabilidad. No
pudimos atravesar la bruma de los globos amarillos o el murmullo del
resistiendo con aguante.
Ganó la
neutralización institucional del conflicto. En el trimestre previo a las PASO
la conflictividad laboral cayó 21% interanual (ver informe ODS) a
pesar de una caída salarial de 15 puntos promedio, la destrucción de cientos de
miles de empleos y la caída de más de 4 millones de personas en la pobreza por
ingresos.
La estrategia
kirchnerista de conducir el conflicto hacia la elección de 2019 se convirtió en
dominante (ver). Las demandas inmediatas de una fracción
importante del pueblo trabajador, encontraron allí su expresión manifiesta en
las PASO del 11 de Agosto.
PASO a paso, golpe a golpe
Las PASO
expresaron el descontento general con la política económica y sus resultados.
Casi ⅔ de los votantes lo hicieron contra el gobierno. El espacio
Cambiemos mantuvo, sin embargo, su núcleo duro: 35%-37% (entre votos directos a
Juntos por el Cambio, votos a Espert, votos a Gómez Centurión). Las fuerzas de
oposición dentro de los partidos del orden se expresaron en el Panperonismo
(Frente de Todos y Consenso Federal) con un 55% de los votos, mientras que la
izquierda sostuvo sólo su núcleo duro en torno al 3%. El golpe electoral debajo
de la línea de flotación al gobierno fue tan fuerte como (in)esperable. La
vuelta a la conciliación de clases, con el kirchnerismo a la cabeza (ver acá), pone en alerta a las fracciones más
especulativas del capital financiero.
Lo que estamos
viendo en los días inmediatos posteriores a la elección de agosto, es la
corrida de esas fracciones para condicionar la transición política. Mal que le
pese al gobierno cambiemita, el proceso ya comenzó. Se vienen, a priori, cuatro
largos meses, intensos y convulsionados.
En el marco de
la desregulación general de los movimientos del capital financiero, los
principales agentes actúan para construir un camino que les garantice de mínimo
una salida ordenada. Hoy ya no alcanza con una tasa de interés del 74% anual en
las LELIQ ( Letras de Liquidez del Banco Central -BCRA-) para retener a buena
parte de esos capitales frente a una devaluación superior a 30% en pocas horas.
El Banco Central se encuentra secuestrado (por decisión política del gobierno)
por el conjunto de los grandes bancos: la montaña de esas colocaciones en el
BCRA es tan grande que el valor del rescate que reclaman se acrecienta día a
día. El 75% de los depósitos de los bancos se encuentra aplicados a LELIQ y
otras colocaciones en el Banco Central (ver).
La corrida
sobre el dólar tiene costos brutales sobre el conjunto de la población. Primero ,
acentúa el estrangulamiento monetario que impone el BCRA en el marco de su
política de emisión cero y encarece el crédito en toda la economía. Segundo ,
con la desregulación y dolarización general de precios, la suba del dólar
impacta directamente en los precios de todas las mercancías de consumo
esencial. Por último, ese incremento alimenta la incertidumbre general y, por
lo tanto, desarticula la cadena de pagos y producción; un capitalismo sin
precios, colapsa. Con una inflación superior al 50% anual, el riesgo inminente
del descontrol cambiario es la hiperinflación.
Tiempo de descuento
El gobierno de
Mauricio Macri entró en tiempo de descuento. Frente a la disolución de su poder
político, el presidente decidió -como siempre- no asumir sus responsabilidades
y cargar las tintas sobre la
población. Nada es azaroso. En esa acción no sólo acrecienta
la crisis económica, sino que acelera el proceso de dolarización general de la
economía. ¿Estarán buscando esa salida? Desde el gobierno estarían negociando
un crédito extraordinario de 20 mil millones de dólares con la Reserva Federal de
los EE.UU., algo que podría dar sustento a esta hipótesis.
Frente al
descalabro y la deslegitimación creciente del gobierno nacional, las organizaciones populares estamos
frente a una nueva disyuntiva. Podemos continuar en el camino actual que nos
tiene como observadorxs privilegiadxs de una crisis que cotidianamente violenta
nuestras condiciones materiales de vida. Si no logramos superar los estrechos
límites impuestos por el sistema político y las formas institucionales
vigentes, estamos condenándonos a atravesar esta transición bajo el desgaste
creciente del golpe del capital.
La alternativa
es recuperar el espacio privilegiado de nuestras luchas: la calle. Exigir la
renuncia inmediata de Macri y el fin del programa de ajuste del FMI. Si algo
aprendimos de las jornadas de Diciembre de 2001 y el QSVT es que no podemos
delegar la defensa de nuestros derechos. Sólo el Pueblo salvará al Pueblo.
Nota concluída el martes 13 de Agosto de 2019.
Adenda del día después: poco, tarde y mal (…)
http://contrahegemoniaweb.com.ar/este-es-el-fin-nunca-es-triste-la-verdad-lo-que-no-tiene-es-remedio
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